Si por algo se ha caracterizado el escenario de la plaza de la Trinidad durante el 58º Jazzaldia ha sido por la preponderancia del jazz instrumental, encarnado en diferentes herramientas, y por haber aglutinado en un mismo lugar varias generaciones de maestros y alumnos, en algunos casos durante el mismo concierto y, en otros, en recitales distintos pero que, desde luego, auspiciaban diálogos entre propuestas. 

Probablemente, la jornada que ha roto esta tendencia ha sido, precisamente, la de este martes, la de clausura. No en vano, ha estado protagonizada por dos propuestas vocales –las únicas de este tipo programadas en la Trini en estos cuatro días–, que no han podido ser más distinta una de otra. Nos referimos a los conciertos que ha protagonizado el quinteto africano Bamba Wassolou Groove y la británica afincada en Estados Unidos Joss Stone. Dos recitales que en un inicio, al igual que la doble propuesta del lunes, han vivido amenazadas por la implacable lluvia que, finalmente, ha cedido a la calma. El quinteto africano, fundado hace ahora una década por el desaparecido percusionista Bamaba Dembelé, ha ofrecido un bolo eléctrico, tintado con el groove empastado por el baterista Maguett Dios –que, por otro lado, ya avanzaba el propio nombre del grupo–, en un ejercicio de deconstrucción folclórica de la tradición bambara exportada desde Mali. 

Bamba Wassolou Groove, durante su actuación de hoy. Iker Azurmendi

Sólo cuatro músicos han conseguido en esta edición que el público de la plaza de la Trinidad se levante a mover el esqueleto, la mayoría mostrando profundas conexiones con sus raíces o antecedentes indígenas. Además de Bamba Wassolou Groove; consiguieron que el respetable se levantase a bailar la saxofonista londinense Nubya García, que recordó que su madre es guayanesa y su padre trinitense; y el austríaco David Helbock que con su Austrian Syndicate viajó por un ancho mar de estilos y tradiciones con fuerte presencia de las congas de Claudio Spieler. La cuarta ha sido Joscelyn Eve Stoker, es decir, Joss Stone.

El público de la plaza de la Trinidad, durante la actuación de Bamba Wassolou Groove. Iker Azurmendi

La jornada de clausura se ha cerrado con la voz de la talentosa cantante de Dover, que con apenas 36 años ha llegado a Donostia para celebrar sus 20 años de carrera volcada al soul, algo que más que un género defiende como un conjunto de sentimientos. Con su voz de mezzosoprano se ha transportado al pasado con temas como Super Duper Love -con inestimable ayuda de un público que se ha ganado- o Fell in love with a boy, traídos del primer disco que publicó cuando apenas tenía 16 años, The Soul Sessions (2003), pero también ha transitado por otros parajes, siempre fiel a lo aprendido en sus tours mundiales. Así, ha presentado a mitad de concierto un medley de temas reggae. Completamente entregada, ha bajado al escenario en dos ocasiones, la segunda de ellas cuando la lluvia ha vuelto a hacer acto de presencia. Si el público de la Trini se moja con una "encantadora lluvia". Ha aprovechado el momento para introducir Rain song, uno de esos temas resultantes de su tour mundial y que surgió de su paso por África, cuando le pidieron que compusiese una canción que atrajese la lluvia. En Donostia, desde luego, ha funcionado, porque una vez terminada de cantar, ha vuelto a amainar. Quizá como manera de compensar, Stone ha concluido su concierto con dos propinas y lanzando eguzkilores al público. Mañana miércoles, es más que posible que haga sol. Desde luego, en la Trini, de noche y bajo la lluvia, ha brillado un astro.

Los instrumentos y el jazz

Pianos, guitarras y viento metal. Estos han sido los tres tipos de instrumentos con los que maestros y alumnos se subieron desde el sábado al escenario de la Trini, jornada en la que se levantó el telón con la conjunción del frenético Julian Lage con el calmado Bill Frisell, guitarrista habitual del Jazzaldia en los últimos tiempos y que, precisamente, cerró este mismo espacio en 2021.

Lage, de 35 años, y Frisell, de 72, se conocieron a principios de este siglo en Nueva York, cuando el primero era una joven promesa y el segundo ya era un renombrado guitarrista como líder de sus propios proyectos y también como sidekick de otros como Paul Motian o Elvis Costello. Ambos, además, coincidieron bajo el mando del multifacético John Zorn. Ahora, ambos publican con el prestigioso sello Blue Note e, incluso, Frisell colaboró en el segundo álbum que su pupilo ha publicado para esta firma y que, sobre el papel, venía a presentar al Jazzaldia, A view with room. Tras un concierto vivo y refrescante, el joven invitó al veterano durante los bises para mantener un debate entre dos Fender Telecaster. 

Durante el siguiente recital, Frisell presentó su disco Four –también de Blue Note–, del que extrajo media docena de composiciones, incluyendo la que dio arranque al espectáculo, Dear old friend, una canción con sabor al sur estadounidense dedicada a Alan Woodward, amigo de la infancia del guitarrista que falleció recientemente. Como toda la actuación de Frisell, bastante plana y fría en su conjunto, el disco está cosido con un hilo de melancolía, como consecuencia de los tiempos convulsos en los que se compuso, es decir, la pandemia.

En un registro muchísimo más animado, mezclando jazz, con dub, calypso y reggae, la también joven Nubya Garcia –tiene 32 años–, saltó al escenario de la plaza de la Trinidad durante el segundo concierto del domingo, después de que el pianista Abdullah Ibrahim, de 88, recibiese el Premio Donostiako Jazzaldia. No existe una conexión evidente entre ambos intérpretes, a menos que se escarbe un poco. Como no podía ser de otra manera al tratarse de uno de los pianistas más influyentes de Sudáfrica, Abdullah Ibrahim supone una referencia confesa para Garcia, que se formó en la escena de Tomorrow Warriors, entidad británica enfocada a la promoción del jazz entre los jóvenes. La pasión por las raíces culturales que sienten ambos es otro de los nexos en común.

Es cierto que ambos recitales –y las propias actitudes de los músicos principales– no pudieron ser más diferentes. Garcia se mostró enérgica, danzarina, con su larga coleta al viendo y tan comunicativa que, incluso, llegó a reírse del hecho de que una vez llegada la medianoche, parte del público se escapase del concierto por miedo a perder la última oportunidad de coger el transporte público. 

El pianista sudafricano, en cambio, en su quinta visita al Jazzaldia parecía encontrarse incómodo en el escenario. Se mantuvo ausente, apenas sosteniendo unas pequeñas notas mientras sus acompañantes, Cleave Guyton y Noah Jackson, sostenían el espectáculo. Remontó en el última parte, lanzándose a paisajes improvisados y, sobre todo, cuando a capella cantó al público un tema con reminiscencias a la esclavitud y que daba a entender que Ibrahim se despedía para siempre de Donostia.

Una disposición radicalmente distinta fue la que demostró, por su parte, el trompetista italiano Enrico Rava, de 83 años, que, como el pianista sudafricano, este año también fue galardonado con el premio honorífico del festival. El lunes presentó su quinteto Fearless Five, compuesto por jóvenes promesas del jazz italiano a las que conoció impartiendo clases en Siena. A diferencia de Ibrahim, que parecía querer descargar de la responsabilidad de su concierto sobre los hombros de Guyton y Jackson, Rava, que en vez de trompeta tocó un fliscorno, dejó espacio a Matteo Paggi y su trombón, a Francesco Diodati y su guitarra, a Francesco Ponticelli y su contrabajo y, en especial, a Evita Polidoro y su percusión. Con los ojos cerrados, el de Trieste disfrutó de los solos de cada uno de sus compañeros, a los que se sumó y guió en momentos clave, ofreciendo un resultado orgánico en un concierto lleno de improvisación.

La jornada del lunes se cerró con una de las propuestas más interesantes que se han podido escuchar este año en la plaza de la Trinidad. El alumno austríaco David Helbock se convirtió en maestro, mientras que el maestro Peter Madsen actuó como acompañante. El primero se sentó en los sintetizadores, mientras que el segundo le dio al piano, acompañados por Raphael Preuschl, Herbert Pirker y Claudio Spieler. Austrian Syndicate atravesó múltiples imaginarios, incluyendo una irreconocible y, a la vez, fantástica Komm, liber Mai und mache, de Mozart, arreglada por el propio Helbock, y que, como el concierto, cierra el disco que este conjunto publicará en fechas próximas.