Existió un tiempo en el que no perdonaba pase y conocía todas las películas del Oeste, el cine de los vaqueros, salones, cantantes, pianistas y bailarinas, ganados, convoys y cowboys, apaches y amerindios, tiroteos y sheriffs que defendían la ley, pertrechados con un par de pistolas y una placa que acredita su autoridad. Aunque todos los westerns se parecen bastante, la creatividad de guionistas y directores los hace diferentes. Un mérito indiscutible, a la manera de los entrenadores que diseñan historias cada pocos días.

En un marco diferente, muchos años después, los sheriffs de dos condados estadounidenses se las mantienen tiesas en una película de pandillas y travesuras. Porky’s monta su trama en torno a un grupo de adolescentes que acuden a un establecimiento de diversión nocturna. Probablemente, muchos hayáis visto la película. Recomendable, por divertida y porque el papel de la autoridad es muy diferente al que desempeñaban en Bodie, Thurmond o Calico, ciudades del peliculero Lejano Oeste.

Sería bueno no confundir al sheriff de turno con Omar Sharif que, aunque pueda ser parecido, no mantiene relación posible. El actor egipcio arrebataba, incluso cuando jugaba al bridge. Aquellos ojos, aquella mirada, aquel embrujo trastocaba el equilibrio emocional de los espectadores en películas como Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia, o en Funny Girl junto a Barbra Streisand, una de mis favoritas en el mundo de actrices-cantantes.

Tampoco tienen nada que ver los defensores del orden con Denis Cherishev. Éste es futbolista que defendió la camiseta de Real Madrid, Valencia o Villarreal y que ahora no sé exactamente por dónde pasea su zurda. Podría rizar el rizo con una canción de Austria en Eurovisión, interpretada por Udo Jurgens, cuyo título, Merci, chérie, viene como anillo al dedo para este monumento a la imaginación que estás leyendo. Jeje.

El último de todos los Sheriff es precisamente el rival de la Real Sociedad de anoche. Nos sorprendió, hace un año, en aquel partido del Bernabéu donde ganaron (1-2) y que las crónicas calificaron como bombazo histórico, gracias a los tantos de Yakhshiboev y Thill. Ninguno de los dos forma parte de la plantilla moldava en la actualidad. Por curiosidad, les vi en la cancha del Omonia hace un par de semanas. Corrían como gamos en cuanto robaban la pelota y con esa copla me quedé. Ganaron con mucha holgura, casi tanta como con la que luego perdieron en cancha propia ante el Manchester. Por eso, no apreciaba muy clara la perspectiva del partido.

Hasta tal punto que fue una especie de vuelta a los clásicos. En el primer tiempo, casi marcaje al hombre, con una persecución a la línea de creadores. Pegajosos como una tarde bochornosa, lograban que el equipo realista no se sintiera a gusto, ni desplegara el juego habitual. Los locales se movían con entusiasmo ante un equipo que se guardó muy poco en la recámara, gastando de salida buena parte de la munición. Era cuestión de no arriesgar con Zubimendi, así que fue Ander Guevara quien llevó la sheriff star. Con Diego Rico en el lateral izquierdo y Sola en el derecho, el resto era el habitual cuerpo de guardia. Después de disputado el primer tiempo, con pocas emociones y ninguna trascendencia en el marcador, los equipos se fueron al vestuario.

Parece claro que en el descanso se habló de calma y paciencia. Era cuestión de esperar el momento y pillarles por sorpresa. El balón llegó a Sorloth, el chico de Trondheim en donde el Bidasoa logró esta semana una hazaña, lo aguantó y eligió a Silva como destino del último pase. El canario apuntó de manera impoluta y acabó con las arañas de una escuadra y con el plan del equipo de Stjepan Tomas. Aún se les complicó mucho más en el remate de Elustondo que hizo mejor el buen saque de falta de Brais. Con 0-2, no quedaba más que esperar el final del encuentro, porque la Real se dedicó a enfriar el partido con un fútbol de control y el Tiraspol, a esperar la caída de la hoja, porque siguió fiel a su plan, defendiendo la nada y corriendo el riesgo de encajar alguno más. Mikel Merino lo tuvo en sus botas. Lo vio tan claro que cuando le cambiaron seguía expresando, por bajines, jaculatorias y rezongas.

Fue una de las decisiones de Imanol. Trató de preservar a su gente y otorgar minutos a la gente en la que confía. Hizo debutar en Europa al azkoitiarra Aritz Arambarri, hermano de Unai, uno de los capitanes y grandes referentes del Anaitasuna, un medio centro de los que sienten la camiseta y defienden con orgullo los colores del Aupa Gorrixek. Junto al más joven de la dinastía, los Elustondo, Pacheco, Guevara, Turrientes, Illarramendi, Karrikaburu, Alex Sola…¡Cuánta dinamita de Zubieta!, reforzada con la aportación del resto de plantel que cautiva como la mirada de Omar Sharif. Si aquellos asaltantes de trenes del viejo Oeste hubieran dispuesto de tanto barril, vuelan todas las cajas fuertes de California y sus alrededores. Tres partidos, nueve puntos y la clasificación en la mano. ¿Se puede pedir más? La cita del próximo jueves ante los mismos rivales debe corroborarlo.

Apunte con brillantina: ayer estuve comiendo con un amigo. Pedimos de segundo chipirones a lo Pelayo. A él le apetecía un maridaje con vino moscato. Por no desentonar le hice caso y así me fue. A mi edad, con semejantes probaturas. Como dirían los franceses, ¡qué mezcla más epouvantable!