Cuentan que Napoleón Bonaparte, un emperador que nunca se atrevió a pisar Donostia en persona, acuñó que “la victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana”. Un clásico en el fútbol de elite, sobre todo cuando las derrotas, más que en un partido, son de proyecto. O de una fase, porque se puede cambiar de entrenador y seguir con el proyecto. En el peor caso, caerá el club hasta tener que renacer de sus cenizas. La Real ya lo hizo. En Anoeta, que dista mucho de ser capital de ningún imperio, los platos los ha pagado Sergio Francisco. Las voces más conocedoras en el asunto advertían desde verano que la altísima dirección había dejado solo al entrenador por fichar tarde. Quiere uno pensar que la institución arropó a Sergio lo mejor que supo, pero uno se acuerda de Napoleón al leer las crónicas de la web realista. En la última derrota, nada huérfana, la expresión “los de Sergio Francisco” era un sinónimo para referirse a la Real. En las seis victorias de la temporada , el nombre del entrenador no apareció. Cabe la opción de que sea una casualidad. Como aquella foto que el club, que conoce la situación general de la gran mayoría de los medios guipuzcoanos, publicó de la sala de Zubieta antes de una rueda de prensa del Sanse. O quizá no sea casualidad. Como preocuparnos por la inminente invasión americana de la Liga. Un riesgo real, sí, cuando acaban de comprar un club. El de los indios, precisamente. Mayor problema es hoy, sin embargo, que la Real parezca Fort Apache.