La existencia de los barnetegis no es algo nuevo. Desde hacer décadas, existen espacios repartidos por toda Euskal Herria, donde las personas interesadas en conocer el euskera acuden para un aprendizaje intensivo, al tiempo que realizan la inmersión lingüística que tan beneficiosa es a la hora de adquirir soltura y acelerar la obtención de conocimiento.
Lazkao, Zornotza, Forua, Urepel... Son ubicaciones de sobra conocidas para este fin. Pero en el caso de Sinarcas, un pequeño pueblo del interior de Valencia, la cosa cambia. Este fue el inusual destino escogido por un grupo de estudiantes de euskera de la Comunidad Valenciana, para una experiencia de barnetegi express; un fin de semana sumergidos en la lengua viva más antigua de Europa.
Para conocer a fondo los detalles de la experiencia, este periódico habla con Raquel Andrés, una de las alumnas que acudió al barnetegi valenciano y que forma parte, asimismo, de la junta directiva de la Euskal Etxea Laurak Bat de Valencia, encargada de organizar la iniciativa.
Fue un miembro de esa junta, Patxi Solroca, el impulsor del proyecto. “Él ya llevaba un tiempo, meses, diría años, con la idea en la cabeza”, cuenta Andrés. El planteamiento radicaba en la situación de quienes estudian euskera en la Comunidad Valenciana, bien en la Escuela Oficial de Idiomas (EOI) o en la propia Euskal Etxea; cuatro horas de clases a la semana “y después, no tenemos dónde practicarlo”. Con esa falta de inmersión lingüística, se preguntaron “¿por qué no podemos hacer un barnetegi? Podemos probar y ver cómo funciona”.
Tras dos meses de preparativos -”se ha organizado con bastante poco tiempo”, comenta Andrés-, finalmente esta experiencia inmersiva tuvo lugar el primer fin de semana de mayo, entre el viernes 6 y el domingo 8. El destino escogido, Sinarcas; un pueblo de poco más de un millar de habitantes en el noroeste de Valencia, en la comarca de Utiel-Requena. Hasta allí acudieron catorce alumnos y alumnas y dos profesores, que establecieron su sede formativa en el centro de turismo rural Las Viñuelas. Y es que, además de alojarse en dos de sus cabañas, pudieron utilizar uno de los edificios para llevar a cabo sus clases.
Tres jornadas de lo más variadas
El barnetegi dio comienzo el viernes por la tarde, con la llegada escalonada de las personas participantes. Una presentación individual y comenzaron a hablar y a “romper el hielo con el euskera”; tras la cena, y mientras los profesores, Izaskun Kortazar y Garikoitz Knorr, se quedaban a preparar las actividades del próximo día, los estudiantes “fuimos a tomar una cerveza a un pub que había en el pueblo”. A pesar de encontrarse en un entorno ocioso, siguieron comunicándose en euskera, “como podíamos y corrigiéndonos los fallos”, añade Andrés. Esto fue algo que “me sorprendió bastante como alumna”, reconoce ; más teniendo en cuenta que se encontraban en una localidad que no se halla en “una zona valenciano-parlante”.
Tras ese inicio relajado, llegó el sábado, un día “bastante intenso de clases”. Cabe añadir que, a los catorce estudiantes ya presentes, se les sumaron cuatro o cinco alumnos más, que “se apuntaron a última hora” y, como “no daba para coger otra cabaña, fueron “a pasar el día”.
Se repartieron en dos grupos, dependiendo del nivel de conocimiento del idioma, y la mañana transcurrió en medio de clases y actividades académicas. Por la tarde, no obstante, continuaron con la inmersión lingüística mientras realizaban una visita a una bodega de vinos. Aunque el tour por las instalaciones tuvo lugar en castellano, “nosotros sí que seguimos hablando euskera”, subraya Andrés.
Esa noche, tras la cena, con el profesor Garikoitz guitarra en mano, pusieron en práctica sus conocimientos a través de melodías. Cantaron “las típicas”, apunta esta alumna, y pone como ejemplo Lau Teilatu. Pero también hubo espacio para la creatividad, ya que comenzaron a traducir al euskera, de manera improvisada, Al Vent, la canción emblema del cantautor Raimon, “que vendría a ser como nuestro Mikel Laboa”.
El domingo fue algo más tranquilo, con “poquita clase” y mañana de multiaventura, que les ofrecieron el propio complejo rural. Después, un pequeño repaso a Euskaldun berriaren balada, la canción de Oskorri que también versionó Fermín Muguruza, la comida y vuelta a casa, tras un fin de semana de lo más intenso.
El alumnado de este barnetegi estuvo compuesto por personas que estudian euskera en las EOIs de Valencia, Alicante y Castellón, así como en la propia Euskal Etxea organizadora. Un grupo diverso, con edades comprendidas entre los treinta y pasados los sesenta, y profesiones de todo tipo; desde una trabajadora social hasta una periodista, pasando por un fontanero, un economista y por personas ya jubiladas.
Las razones para aprender euskera
Pero, ¿qué empuja a alguien de la Comunidad Valenciana a aprender euskera? Andrés apunta a motivaciones “muy variadas” y expone dos razones. Por un lado, tener “una inquietud muy grande con respecto a las lenguas minorizadas” por la “vinculación con el valenciano”, que también lo está, y así sentir “complicidad” con otro idioma en esa situación. Y por otro, motivos laborales, como que la empresa donde se trabaje sea vasca y quepa la posibilidad de traslado o se quiera tener la “deferencia” de dirigirse a los compañeros y compañeras de trabajo en euskera, en la medida de lo posible.
La acogida de esta inusual iniciativa ha sido muy positiva. “A mí, la verdad es que me ha gustado mucho”, subraya Andrés; “ha sido un exitazo total”. Esta alumna señala el buen ambiente, la predisposición del alumnado a hablar en euskera y el esfuerzo por parte del profesorado; “se lo han currado mucho”, insiste.
Como “único pero”, apunta a la duración, un fin de semana que sabe a poco. Pero también sabe que, de alargarlo “dos o tres días más”, sería “más complicado” que la gente lo pudiera cuadrar con sus quehaceres personales y laborales. “Si lo hiciéramos de miércoles a domingo, igual no tendría tanta acogida”, reflexiona.
Viendo la buena respuesta que ha tenido este barnetegi, la iniciativa ha venido para quedarse. Desde la Euskal Etxea hay una “idea clara” de “repetirlo el año que viene"; es decir, mantener esta inmersión lingüística de manera anual e incluso aumentarla a dos experiencias de este tipo. Además, se plantean hacer una versión urbana más corta; un día por Valencia, que incluya elementos turísticos y se viva “todo en euskera”.
Abrir camino a otras Euskal Etxeas
Esta iniciativa no tiene precedentes claros fuera de Euskal Herria, aunque Andrés se refiere a algún barnetegi que se ha hecho previamente en las Islas Baleares y a una iniciativa similar que tuvo lugar en París y “creo que se sigue haciendo”. Sin embargo, ellos “lo hemos organizado por nuestra cuenta, pero estaremos contentos, desde la Euskal Etxea de Valencia, de haber puesto una piedra, siendo pioneros o sin serlo. Que haya otras Euskal Etxeas del Estado que se animen a hacerlo”, manifiesta.
Y es que en el seno de Laurak Bat tienen claro cuál es su cometido: el de expandir el conocimiento del euskera por Valencia, un paso más hacia su universalización. La premisa queda demostrada con las palabras de Andrés, que explica que “el alma máter de la Euskal Etxea es dar clases de euskera; eso lo tenemos clarísimo. Si hemos tenido que recortar algo por la pandemia, para recortar gastos, nunca se ha pensado en las clases de euskera. Eso es intocable, porque al final es el gran servicio público que le damos a la sociedad valenciana”.