La Real empató contra el Sevilla. De haber aprovechado una de las ocasiones que generó en la segunda parte, habría sellado su clasificación para la Europa League. A solo un empate de entrar directamente en la fase de grupos. Se mire por donde se mire, las sensaciones eran enfrentadas y el sabor agridulce. Pudo ser mucho mejor, pero también pudo ser mucho peor si Ocampos llega a superar a Moyá en una ocasión en la prolongación que seguro que provocó algún que otro infarto entre su parroquia. La carrera por Europa de la liga exprés se ha convertido en una agonía constante, plena de giros argumentales inesperados, que se está cobrando víctimas en cada jornada, y la Real, hay que decirlo, llega como favorita para certificar su pasaporte.

Hay que valorar muchas cosas. Es cierto que Imanol jugó con la calculadora y con los datos físicos de sus futbolistas en la mano. Que fue más conservador que nunca. Que una victoria era un premio magnífico, pero también lo es que el Sevilla es un rival muy peligroso. Siempre con el colmillo retorcido. Como esa fiera malherida que en su lecho de muerte todavía es capaz de soltar dos zarpazos y cobrarse víctimas entre sus verdugos. Que se lo pregunten al Athletic la semana pasada...

La victoria ante el Villarreal lo aclaró todo. Cuando menos se esperaba, algo que ha solido ser casi un histórico signo de distinción, la Real reaccionó y abrió la puerta de Europa de par en par con un triunfo heroico. Pero algo ha pasado desde entonces. A Imanol se le vio más pesimista y conformista de lo habitual en su inquietante mensaje previo al duelo, en el que, después de incidir en que sus jugadores estaban destrozados y que era muy injusto que hubiesen descansado menos, argumentos que él mismo catalogaba como excusas, lanzó una frase perturbadora: "Me gusta ganar y no perder a nada, pero entiendo que hay cosas más importantes que lograr el objetivo y ganar partidos, y son las maneras. Desde el inicio creo que han sido ejemplares. Ojalá que podamos conseguir el objetivo, pero, a día de hoy, es lo que menos me preocupa". Muchos le estarían dándole vueltas hasta una hora antes del comienzo del encuentro.

El de Orio sabía que el Sevilla le había remontado el partido en la ida celebrada en el Sánchez Pizjuán basando su superioridad en su imponente poderío físico. Esta vez, con su plantel agotado, trató de apuntalar su entramado defensivo con un planteamiento de tres centrales con Llorente, Le Normand y Zubeldia. Este último estaba apercibido, lo que ponía seriamente en peligro su concurso en el Wanda el domingo. Zubimendi se mantuvo al timón y a ver quién es el guapo que le saca del once la próxima campaña. Merino ejercería de Odegaard, quien no superó sus molestias en la rodilla, y arriba Portu y Oyarzabal eran los señalados para surtir de buenos balones a Willian José, que volvió a sentar al también tocado Isak. En las bandas, como carrileros, Zaldua y Aihen ocuparon las plazas de Gorosabel y de Monreal. El navarro, otro que llega al final al límite. En conclusión, una alineación de circunstancias. Casi de sálvese quien pueda o de que juegue simplemente el que mejor aguante. Así es todo muy complicado. Esté quien esté enfrente, sea el Sevilla ya clasificado para la Champions o un descendido. El mensaje que salió de Zubieta y del vestuario txuri-urdin no fue el más indicado para disputarse una auténtica final a cara de perro. No se puede decir que se gestionase bien y confiemos en que no haya nada más, porque entonces sí que la situación sería muy preocupante. Pase lo que pase, como dijo Imanol, lo que necesita este club es estabilidad en el banquillo. En eso estamos de acuerdo casi todos.

Y enfrente no estaba un cualquiera. Un auténtico Miura como lo denominó el de Orio, que acumulaba trece partidos sin perder, su récord histórico en Primera, y que contaba con un entrenador muy competitivo como Julen Lopetegui, a quien el verbo que más le gusta conjugar es ganar. Con eso queda todo dicho.

Es curioso, porque el de Asteasu cambió su forma de jugar para pasar a un 4-2-3-1, lo que sin duda incomodaba la apuesta de los tres centrales de Imanol, ya que solo tenían la referencia de En-Nesyri. La intención del oriotarra parecía que era aguantar en tablas hasta que en la segunda parte pudiese recurrir a la calidad de Odegaard, Barrenetxea e Isak. En el hipotético caso, claro está, de que se encontraran en condiciones de poder competir. El problema se encontraba en que en el banquillo del Sevilla había muchos quilates...

El primer tiempo fue un intenso choque de trenes, con mucho centrocampismo y continuas pérdidas y recuperaciones sin ninguna profundidad. Hubo que esperar hasta el minuto 22 para ver el primer acercamiento de los realistas al área hispalense en un saque de esquina botado por Mikel Oyarzabal que se tragó Bono, pero que salvó Koundé. Aunque hubo muchas aproximaciones, la única opción clara de los visitantes fue un magnífico remate al primer toque de En-Nesyri que detuvo un bien colocado Moyá. El centro lo puso Navas, que sigue a un nivel Champions. Y pocos segundos después, Merino, el mejor txuri-urdin del primer acto, cortó un balón con el pecho y su disparo de volea en parábola lo despejó Bono con una mano extraordinaria. Quizá beneficiado porque el obús iba centrado y él es muy alto. Justo antes del descanso, Zubeldia, que estaba cumpliendo muy bien como central zurdo, corrigió con rapidez un error de bulto al dejar muerto el balón en el borde del área tras dudar en el despeje.

En la reanudación el Sevilla se hizo con el control del balón y la Real se protegió para salir de forma descarada a la contra. Y en ese sentido bien por Imanol, porque su fórmula mágica funcionaba a las mil maravillas antes del confinamiento, pero después se juega a otra cosa y había que reinventarse para ser competitivos. Ayer lo hizo. Y es que además la Real confirmó que sabe y puede hacer mucho daño al contragolpe. Sufriendo en defensa y con salidas esporádicas, pero decididas. Portu disparó al larguero la mejor jugada local; Willian José volvió a errar otra vez un uno contra uno asistido por el genio Isak (si está bien, es El Hombre) y después Bono atrapó su chut con la zurda; Merino no encontró el gol a la media vuelta ni de cabeza... Y en el descuento, Ocampos detuvo el tiempo con la ocasión que solventó un gran Moyá.

Curioso ver cómo los realistas hacían cuentas al final. La última jornada promete ser de infarto. De hecho, lo va a ser. Y ahí espera el segundo Miura, aún más peligroso que el de ayer. Fue toda una lástima. El derroche de los realistas merecían la mejor de las recompensas. Y Zurutuza también. Agur, pelirrojo, gracias por tu fútbol. El equipo queda en deuda contigo y deberá certificar la ansiada clasificación en una escenario de máxima altura. El Metropolitano.