“Zorionak!” “¡Enhorabuena!”. Una breve vuelta por Getaria con Irati Idiakez sirve para comprobar que esta deportista de 26 años es el orgullo de la localidad costera. No es para menos, porque en los recientes Mundiales de snow adaptado celebrados en La Molina ganó dos medallas de oro y una de plata. “El día que volví, me hicieron un recibimiento y todo. Había una banda, estaba medio pueblo, mi familia, mis amigas, bailaron un aurresku...”, cuenta, entre emocionada y tímida, porque no se esperaba algo así. Subir tres veces al podio en un Campeonato del Mundo justifica ese cariño, que en su caso se refuerza por lo que le sucedió hace poco más de cinco años, cuando también fue noticia entre sus vecinos, aunque por algo menos agradable: en diciembre de 2017 perdió el brazo derecho tras un accidente de autobús en Chile.

Irati sonríe. A su llegada a la cita con este periódico, en la sesión de fotos con las tres medallas y en la entrevista. “Ahora sí creo que lo tengo superado, aunque sigo trabajando en ello”, dice. Se refiere al proceso de aceptación de perder un brazo. Al día a día. A vivir con ello. “Al principio fue súper duro, es algo para lo que nadie está preparado”, admite: “He trabajado mucho con la psicóloga y lo sigo haciendo. En su momento creía que lo tenía superado, pero el verano pasado me noté un poco baja de ánimo, llevaba un tiempo que ni reía ni lloraba. Estaba bloqueando mis emociones. Trabajo mucho en identificar las emociones y saber gestionarlas, en entender qué supone haber perdido el brazo, y todo lo bueno que me ha traído el snow”.

El accidente en Chile

En la conversación con la joven getariarra se mezclan los momentos. Va y vuelve a lo sucedido en Chile, a sus éxitos deportivos de ahora, al proceso entre medias. Todo va junto, como en una coctelera. Lo uno no se entiende sin lo otro. Dice que antes se podía definir como una chavala “normal”. Todo lo que ha sucedido en los últimos cinco años y cuatro meses ya no se puede calificar de normal. El cambio en su vida lo desencadena el accidente. Irati fue en 2017 a Chile a estudiar un semestre de Trabajo Social. El 10 de diciembre cogió un autobús con su amiga Aitana Moreno “a un pueblo cerca de Viña del Mar”. “Íbamos a dormir en la Playa de los Enamorados, pero no llegamos”, empieza a contar. Una imprudencia del conductor provocó el accidente y el autobús volcó. “Iba dormida, mi amiga me despertó cuando el autobús ya se estaba balanceando y lo siguiente que recuerdo es que estaba en el hospital. No me acuerdo del golpe. Siempre he supuesto que puse el brazo derecho para protegerme”, explica. De ahí que la peor parte del impacto se la llevara esa parte del cuerpo.

Cuando despertó en el hospital, a su lado estaba “una chica, Carolina, de la delegación del Gobierno Vasco en Chile”, dice Irati. “Fue como mi ángel de la guarda, estaba todo el día pendiente y ayudando en las gestiones”. Lo primero que pidió Irati, medicada y aún sin saber el delicado estado de su brazo, fue cacao para los labios. “Los notaba secos”, dice. A sus padres los avisó el policía que recogió su móvil, que milagrosamente había “sobrevivido” al accidente: “Escribió a mi madre y al grupo que tenemos la familia. Lo último que me habían mandado era una foto del perro. Fueron a Chile en cuanto pudieron”.  

Los esfuerzos de los médicos se centraron en intentar “salvar” el brazo: “Me hacían limpiezas quirúrgicas y el codo estaba fatal. Un día me desperté después de una de esas limpiezas y ya vi la cara de mis padres. Ya me imaginé lo que me iban a decir. Se pusieron a llorar. Los médicos me dijeron que había que amputar. Les pregunté si había otra opción y me respondieron que no, porque había cogido una infección y era peligroso, así que cuento antes, mejor”. Eso fue en vísperas de Navidades y se quedó en Chile hasta enero, cuando volvió a su casa de Getaria, aunque antes estuvo ingresada en el Hospital Donostia.

La getariarra hace un doble paréntesis. Primero, para mencionar a Aitana, donostiarra, que era la estudiante que iba con ella en el autobús, que se dañó una pierna (perdió músculo y grasa) y con quien guarda una relación especial: “Es como mi otra mitad. Nos queremos un montón, esos momentos nos han hecho estar muy unidas”. El segundo paréntesis es para “agradecer” cómo se volcó la gente para donar sangre tras su hospitalización: “Debido al accidente necesitamos mucha sangre, no sé si 16 bolsas o así, y les dijeron a mis padres que tenían que donar el doble. Hicieron un llamamiento y donó tanto gente aquí como vascos en Chile”.

Aceptarse a sí misma

Irati vuelve a esos primeros días en su localidad natal, que no fueron fáciles. “Mi madre cogió la baja para estar conmigo, al principio necesitaba un montón de ayuda, no podía ni vestirme sola. Además, estaba muy débil”. Poco a poco fue adquiriendo las destrezas para el día a día, pero luego llegó el momento de mostrarse a los demás. “El primer día que salí de casa fue a dar una mini vuelta con el perro. Le dije a mi madre que no quería pasar por el centro de Getaria. Al final pasamos por un bar cerca de casa y me vinieron un par de conocidas y fueron muy amables. Pensé que no había ido tan mal y me fui animando, poco a poco empecé a salir con amigos, aunque solían venir a mi casa a verme”. La rehabilitación le vino “bien para conocer a otra gente que también tenía sus cosas”: “Era un sitio resguardado en el que me trataban muy bien, y me sirvió para abrirme y hacer más vida social”.

En este proceso de aceptarse a sí misma apareció, sin que nadie, ni siquiera ella misma, lo esperara, el snow. “Yo había esquiado un par de veces y en la ESO jugué a fútbol, poco más. Luego hacía spinning. No era deportista. Cuando empecé con la rehabilitación, en ese momento pensábamos en la posibilidad de llevar prótesis, y para estar más fuerte era importante hacer deporte. Empecé a nadar porque no sabía cómo me iba a defender en el agua sin un brazo. Me fue bien, pero vi que tampoco era lo mío, y me escribió un chico de Zarautz que tiene un brazo no funcional comentándome que la Federación Vasca de Deporte Adaptado estaba buscando gente para unas jornadas de snow en Baqueira con el CDIA (Centro de Deportes de Invierno Adaptado). Me animé y fui”.

Reconoce Irati que el primer día se pasó “todo el rato en el suelo” pero que fue poco a poco mejorando y que al acabar la semana de concentración ya daba “algún giro y todo”. Pero más importante que eso fue el efecto en su estado de ánimo. “Volví como nueva, muy contenta”, dice: “Me vino muy bien porque habían pasado solo cuatro meses desde el accidente, me gustó el snow, conocí gente…”. Le volvieron a llamar ya en el verano de 2018, cuando le invitaron a otra concentración, en este caso para hacer trabajo físico y practicar el surf en Zarautz. Y el siguiente invierno ya comenzó a ir de forma regular a las concentraciones en la nieve con el CDIA. “Cogí rápido un nivel bueno, la verdad. Cada vez que iba, luego volvía muy contenta a casa. Ver que era capaz de hacer snow me ayudó, porque había momentos en los que pensaba que no podría hacer muchas cosas. También ver a gente con otras discapacidades me abrió la mente. El caso es que cuando hago snow estoy feliz”.

Debut internacional en 2019

Desde entonces su progresión es brutal. En 2019 debutó en la Copa de Europa, en 2021 ganó el Globo de Cristal como campeona de la Copa del Mundo, y en 2022 logró dos platas en los Mundiales. Y hace apenas un par de semanas se destapó con esos dos oros y una plata en el Mundial de La Molina: “Todavía estoy que no me lo creo. Ha sido increíble. Detrás hay muchas horas de entrenamientos y sacrificio, así que estoy súper contenta”.

Irati Idiakez, durante su participación en los Mundiales de La Molina. N.G.

Su estreno en La Molina fue la plata en categoría individual de boardercross, en la que se veía con opciones de subir al primer escalón del podio, lo que le dejó un poso de “rabia”. Pero pronto se le quitó. Su primer oro fue en boardercross por equipos, haciendo dupla con Raquel Martínez, convertida tras muchas horas de entrenamientos compartidos en su amiga y confidente. Ambas batieron a la dupla polaca después de que la propia Irati superara en la última curva a su rival. Y el segundo oro llegó en categoría individual de banked dual, en la que las riders se baten en dos circuitos paralelos. Son eliminatorias directas y en semifinales la getariarra batió a su gran rival, la polaca Monika Kotzian. Fue un duelo resuelto en la foto finish y que le dio el pase a la final, donde batió a una leyenda de la disciplina, la estadounidense Peggy Martin, en activo a sus 58 años. La anécdota llegó antes de la final, cuando la americana, consciente de su inferioridad, le pidió que bajara “con calma”. “Yes, yes, relaxed”, le contestó Irati, que se ríe al recordarlo. La guipuzcoana era consciente de que ganaría si estaba a su nivel, cosa que hizo para superar a su rival con holgura y lograr un éxito que le dejó “feliz”.

La alegría de La Molina tuvo continuidad en Getaria, donde vivió el citado recibimiento, que resultó “emotivo y muy chulo”, convertida ya en el ídolo de todo un pueblo. “¿Ídolo? No, tanto no. Conocida igual, pero en realidad esto es pequeño y somos todos conocidos”. Lo que sí se puede decir con rotundidad es que el snow le ha abierto una vida con las que antes ni soñaba: “Antes del accidente, ni se me pasaba por la cabeza dedicarme al deporte y conseguir lo que estoy consiguiendo”. Lo que le lleva a ahondar en sus reflexiones: “Todos los días echo en falta el brazo, claro, pero el snow me ha dado tantas cosas… Mi amiga Raquel (su compañera de snow) dice que mentiría si dijera que elegiría nacer así (tiene tetraparesia espástica, lo que supone una disminución de la movilidad en las cuatro extremidades), pero yo no sabría qué decir, me ha dado tantas cosas que no sé si me gustaría volver atrás”.

Hacia los Juegos de 2026

Ahora, terminado el invierno, Irati aprovecha para hacer un 'break' y centrarse en los estudios. Es trabajadora social y el año pasado sacó “la parte teórica del máster para ser profesora”. Ahora le falta “el trabajo de fin de máster y las prácticas”, que las hará después de Semana Santa. Y después, otra vez a la nieve. Con un bonito objetivo en mente: los Juegos Paralímpicos de Invierno de 2026 que se celebrarán en Italia. Tiene por delante unos años “más tranquilos” de cara al reto de trasladar a la cita olímpica sus resultados en los Mundiales, y tiene claro que se centrará como mínimo hasta entonces en el snow, lo que aprovecha para agradecer el apoyo económico y logístico que tiene de “Basque Team, CDIA, FEDDF, Kirolgi y Getariako Keta” y para poner sobre la mesa que la dedicación de ella y otros deportistas como ella no se corresponde con lo que reciben: “Yo tengo ayuda para los gastos, pero no gano dinero. No lo puedo compaginar con ningún trabajo porque cuando compito o me voy de concentración estoy una semana o diez días fuera”. Es la realidad de su deporte, aunque una sea multimedallista. Pero tiene claro que ahora se quiere dedicar “a tope” al snow. La nueva estrella del snow adaptado y orgullo de Getaria apunta muy alto.