Detrás de cada película proyectada en el Zinemaldia hay un equipo de profesionales que trabajan incansablemente para garantizar una experiencia cinematográfica perfecta para el espectador. Entre ellos, los monitores de sala como Idoia Láinez desempeñan un papel crucial.
La última pieza del puzle
"Nuestra labor principal es que no se note que estamos"
Láinez, con casi tres décadas de experiencia en el Festival, nos revela los secretos de su trabajo. “Nuestra labor principal es que no se note que estamos”, afirma.
Su trabajo consiste en vigilar meticulosamente cada proyección, desde la calidad de la imagen hasta el volumen del sonido. Además, asegura que son el último paso para que la experiencia del espectador sea lo mejor posible: “Nuestro trabajo no es el de acomodar. Simplemente es verificar que todo lo que se ha hecho antes es correcto. Digamos que somos el último estamento de todo el Festival”, asegura, destacando la importancia de su función en el proceso de proyectar las 254 películas y 694 proyecciones que se exhiben desde el pasado viernes y hasta el próximo sábado en los distintos cines y salas de Donostia.
Láinez, que es además una entusiasta del cine clásico, pone en valor su trabajo y el de sus compañeros: “Todos los departamentos son importantes, pero la verdad es que sin película no hay Festival”, afirma.
Por otra parte, pone en valor su trabajo y el de sus compañeros: "Todos los departamentos son importantes, pero la verdad es que sin película no hay Festival", afirma.
Equipo humano
La coordinación con otros departamentos es fundamental: “Estar conectados por móvil y correo electrónico es esencial”, explica la donostiarra. Su equipo trabaja en estrecha colaboración con el departamento técnico para garantizar que todo funcione a la perfección.
Además de la parte técnica, Láinez destaca la importancia de las relaciones humanas en su trabajo. “Intentamos contagiarles el entusiasmo por el cine”, afirma, refiriéndose a los miembros mas jóvenes de su equipo. Para ella, la labor pedagógica es fundamental, especialmente en un festival como el Zinemaldia que ofrece una amplia variedad de cine.
Protocolo en la sala
A lo largo de su trayectoria, Láinez ha vivido situaciones muy diversas, desde cambios de programación de última hora hasta incidencias técnicas. Sin embargo, siempre ha sabido mantener la calma y encontrar soluciones: “Cuando hay problemas tenemos una serie de protocolos”.
Por ejemplo, el pasado año hubo que parar una película “porque a una persona le estaba dando un infarto en la sala”. En esos momentos, el sentido común y la capacidad de adaptación son fundamentales.
Los cambios que han venido
En una industria en constante desarrollo, la donostiarra ha sido testigo de primera mano de la revolución tecnológica que ha transformado el mundo del cine. Desde sus inicios en 1996, cuando el correo electrónico y los teléfonos móviles eran aún una novedad, ha sido pionera en la monitorización de las películas: “Tuvimos que inventar el método de trabajo. En 1996 fuimos las primeras personas que nos pusimos a hacer esta labor de monitorización”.
Una tarea que, en aquel entonces, requería de otros métodos, donde “la logística era diferente”. A lo largo de su trayectoria, ha sido partícipe activo de esta evolución, adaptándose a las nuevas herramientas y desafíos que surgían año tras año. Como ella mismo afirma, “aprendo mucho de cine y de ’tecnología cada año”, lo que demuestra su pasión por mantenerse al día y su capacidad para evolucionar junto con la industria.
Como responsable técnico del festival durante muchos años, la directora de cine Leire Apellaniz plasmó en su película El último verano la magnitud de este cambio, en la que se puede ver el significado del salto del analógico al digital.
Futuro garantizado
La digitalización ha transformado radicalmente el trabajo de los proyeccionistas: "Antes era todo a 35 milímetros", recuerda. Ahora, la mayoría de las películas se proyectan en formato digital, lo que requiere nuevos conocimientos y habilidades: "Hay un ejército de personas que se preocupan de transferir las películas digitales a los servidores, de colocar las cabeceras, de dejar todo bien organizado para que la luz se apague cuando se inicie la película, y que se encienda cuando acabe, que el sonido sea el correcto...", explica.
"No creo que la IA pueda evaluar las cosas, reaccionar, informar, tomar decisiones... como un humano"
A pesar de los avances tecnológicos, la figura del proyeccionista y el monitor de sala sigue siendo esenciales: “No creo que haya inteligencia artificial que pueda evaluar las cosas, reaccionar, salir, decir, pedir, informar, tomar decisiones... como un humano”, afirma la donostiarra. Aunque también se muestra prudente: “Nunca se puede decir que no. No sabemos lo que puede pasar el día de mañana”.
Los monitores de sala son los guardianes invisibles del cine. Su trabajo, aunque a menudo pasa desapercibido, es fundamental para que el público pueda disfrutar de una experiencia cinematográfica única. Gracias a ellos, cada película proyectada en el Zinemaldia es una obra de arte en sí misma.