Un total de 1.709 personas víctimas de violencia machista, en su mayoría mujeres pero también hijos e hijas, han sido atendidas durante el último año en Gipuzkoa por los diferentes recursos con los que cuenta la Diputación Foral de Gipuzkoa para hacer frente a esta lacra social

Desde que comenzó a ofrecerse hace más de dos décadas una respuesta especializada, el propio sistema de atención a víctimas se ha ido readecuando a una realidad cambiante, abordada en la actualidad desde tres áreas, siempre con la imprescindible coordinación de los servicios sociales de base. La atención psicológica es una pieza del engranaje muy importante. El departamento de Cuidados y Políticas Sociales cuenta con un programa especializado en el que el volumen de atenciones es incesante. De los 302 casos registrados en 2015 se llegó a la pandemia (2020) con 911 atenciones. A partir de ahí se rebasó el millar de casos, y la demanda no ha cesado desde entonces hasta alcanzar las 1.301 víctimas atendidas el año pasado

La psicológica no es la única respuesta necesaria. El Departamento de Cuidados y Políticas Sociales estrenó en mayo de 2023 el servicio Garaitu, quizá la parte “más innovadora”, que ofrece a las víctimas una atención psico-social, socio-jurídica y educativa. Un recurso por el que han pasado durante el último año otras 347 mujeres víctimas de violencia machista, de las que el 60% tiene entre 20 y 39 años

A esta demanda incesante se suma el servicio Hariberria, de atención integral a la violencia sexual, que fue estrenado en julio y responde por el momento a la demanda de otras 61 mujeres. En suma, un amplio abanico de recursos que no es fruto de la casualidad. “La propia sociedad ha ido transformándose, lo que nos ha llevado a la necesidad de trabajar de una manera mucho más integral”, reconoce Belen Larrion, directora general de Protección a la Infancia, de Inclusión Social y de Atención a la Violencia Machista contra las Mujeres.

Impactos emocionales "por capas"

Durante la charla con este periódico le acompaña Iker Usón, jefe de servicio de Inclusión Social y Atención a la Violencia Machista contra las Mujeres. Ambos coinciden en señalar que detrás de todas esas cifras emerge el rostro de mujeres nacidas en Gipuzkoa, y también “cada vez más” el de migrantes que han sufrido violencia machista en su país de origen, y que con frecuencia al llegar a aquí “despiertan a esa conciencia de haber sido violentadas”. Comprueban que puede haber otras maneras y formas de vivir y de ser mujer. 

"Frente al perfil más habitual de mujer en inclusión que ya atendíamos, donde era la violencia machista el principal factor, en otros casos vemos que hay diferentes capas: violencia, pobreza y falta de vivienda"

Iker Usón - Jefe de servicio de Inclusión social y Atención a la Violencia Machista contra las Mujeres

De las 156 mujeres atendidas en el servicio Garaitu durante el año pasado, 99 eran autóctonas. Es un dato que no puede extrapolarse con carácter general al conjunto del territorio, pero el hecho de que haya un 38% de mujeres no nacidas en el Estado refleja un panorama cada vez más diverso, y a su vez complejo. Usón utiliza la analogía de las capas. “De alguna manera, son mujeres que tienen impactos emocionales como por capas. Frente al perfil más habitual de mujer en inclusión que ya atendíamos, donde era la violencia machista el principal factor, en estos casos vemos que hay diferentes capas: violencia, pobreza, falta de vivienda. Se puede decir que son personas que vienen de un pasado con impactos, tienen un presente de incertidumbre y un futuro que les genera mucha ansiedad”, describe Usón. Con frecuencia, cuando son atendidas por las educadoras del programa son mujeres que prefieran hablar más de los problemas derivados de su situación de exclusión que del hecho de haber sido víctimas de violencia. 

Sean autóctonas o foráneas, hay una cuestión transversal que tiene que ver con la dependencia emocional. “Es un elemento muy presente que dificulta los procesos, a pesar de las órdenes de alejamiento y de las medidas adoptadas”, señala Larrion. “Muchas veces la violencia machista es como el detonante que hace que de manera rápida y urgente nos acerquemos, pero a partir de ahí se empiezan a ver otras realidades a atender”, asegura. 

Una sombra alargada

Los responsables forales asumen que la violencia machista es una sombra alargada cuya verdadera dimensión “no alcanzamos a ver”, que trasciende los propios recursos forales y que requiere de un trabajo en común con otros ámbitos, como el sanitario, el educativo o los servicios comunitarios. Sólo así es posible esa labor preventiva y “de detección precoz” de violencias, tan necesaria. En realidad, según reconoce Larrion, “sólo vemos la punta del iceberg”. Asume que todo lo demás está por debajo: “esos micromachismos, esas maneras de estar en la sociedad”, que con el tiempo derivan en violencias que acaban llegando a los servicios especializados de la Diputación. 

Dentro de todo este proceso de cambio, hay colectivos de mujeres que van dando pasos al frente. El de las mujeres mayores de 65 años es uno de ellos, un colectivo que actualmente representa el 5% del total de atenciones psicológicas que prestan los recursos forales. 

Puede parecer un porcentaje reducido, pero conviene tener en cuenta que hasta hace unos años era inexistente. “Es un perfil que ha aflorado y que antes estaba totalmente invisibilizado. Son mujeres que ahora se permiten hablar de una vida sometida a la violencia machista, y que recurren a los servicios con un deseo de vivir de otra manera”, describe Larrion. Usón cree que el movimiento feminista, y el hecho de que Gipuzkoa disponga de catorce casas de las mujeres han permitido que aflore esta nueva realidad. En ese sentido, las propias redes informales, asociaciones y entidades “son muy importantes, con las que es necesario tejer una red”, dice la directora general de Protección a la Infancia, de Inclusión Social y de Atención a la Violencia Machista. 

El movimiento feminista, y el hecho de que Gipuzkoa tenga catorce casas de las mujeres ha permitido que afloren denuncias de nuevos colectivos, como el de las mujeres mayores de 65 años

Una red de la que los servicios forales especializados también formen parte. Como dice Usón, el objetivo pasa por “la prevención, la detección, el empoderamiento y la superación”. Que las mujeres vayan desprendiéndose de la etiqueta de víctimas hacia una vida más normalizada, en calidad de supervivientes. 

La Diputación no elude su preocupación por la lista de espera. Actualmente hay 82 mujeres víctimas de agresión machista que aguardan su turno para ser atendidas. “Uno de los retos pasa por reforzar el servicio de Garaitu, de la mano de los ayuntamientos y la comunidad”, reconoce Larrion, ante la necesidad de diversificar las formas de atención.