Hace ya más de medio siglo que quedan pocas dudas de que estamos ante un diploma “sin tacha” que contiene la primera referencia escrita al término Gipuzkoa para referirse a nuestro territorio. En 2025 se cumplen 1.000 años desde que se escribió y gracias a ese documento sabemos que “doña Galga (también Gayla) de Iputza” es la primera persona guipuzcoana referenciada de la historia: una mujer de familia noble, seguramente, que falleció en 1048 y “sabía euskera con toda seguridad”. Su esposo, el gobernador o “senior de Ipuscua” Garcia Acenariz (García Aznárez), probablemente de origen aragonés, ella misma, y la hija de ambos, Blasquita, realizaron varias donaciones al monasterio jacetano de San Juan de la Peña, por el que “sentían devoción”.

El documento elaborado para dar fe de una de esas donaciones, en el año 1025, es el primero en el que figura el corónimo de Gipuzkoa, un territorio del que no se llegó a publicar nada, salvo un gentilicio aislado en el siglo X (hacía referencia a una comunidad de personas de origen guipuzcoano asentados en la localidad burgalesa de Montes de Oca), mientras durante el alto medievo (siglos V al X) ya había referencias claras a Navarra (finales del siglo XVIII), Araba o Bizkaia (segunda mitad del siglo IX): 225 y 125 años antes, respectivamente, de que se mencionase el corónimo Gipuzkoa.

Detalle Ipuscua con marca

Los historiadores descartaron ya hace décadas otros documentos anteriores, por “falsos”, “extraños” o apócrifos”, que habían surgido (fechados a partir del año 947), por lo que este documento de 1025 que está a punto de cumplir 1.000 años sería la auténtica piedra Rosetta, el ‘santo grial’ de Gipuzkoa como entidad geográfica con personalidad jurídica propia. “No hay más donde buscar”, admiten los historiadores consultados: ni monasterios, que eran la única fuente documental de la época, ni archivos familiares tan antiguos.

Las citas posteriores a Gipuzkoa halladas en el siglo XI en alguna de sus formas parecidas (Ipuçcha, Ipuzka, Ypuzcoa, Ipizcua, Ipuzua Ipuzcoa, Ipuzcuam) figuran sin la ‘G’ inicial, una letra inusual en la lengua romance que se manejaba en la época, pero natural en el euskera hablado. Y ello hace pensar a varios historiadores que la ‘G’ inicial era propia del término hablado en una población analfabeta, aunque no se recogió en los textos de los escribanos.

NOTICIAS DE GIPUZKOA inicia un viaje en el tiempo, mil años atrás, hasta el día en el que seis personas se dieron cita en el atrio o pórtico de la iglesia de San Salvador de Olazabal, en Altzo (Altzoazpi) y escribieron por primera vez el corónimo “Ipuscua”, para refererirse al “Senior deipuscua” Garcia Acenariz, que gobernaba, junto a su esposa Gayla (también figura como Galga), el territorio guipuzcoano bajo el mandato de Sancho III el Mayor de Navarra.

Este matrimonio de nobles se disponía a donar al monasterio jacetano de San Juan de la Peña la iglesia guipuzcoana de San Salvador de Olazabal, de su propiedad, y todas las pertenencias y tierras circundantes al mismo, que abarcaban una estrecha franja de tierra que iba desde las cercanías de la costa de Aia y Zarautz hasta la sierra de Aralar.

Fotos de la iglesia San Salvador de Olazabal Altzo Azpi Arnaitz Rubio

Una iglesia, ésta de Altzo, que no sabemos cómo era entonces: si de madera, como otras de la época medieval de las que hay constancia; o de paredes románicas como las que se hallaron hace “unos 50 años” en el subsuelo de la actual iglesia de San Salvador (se conservan en una cripta construida ex profeso), levantada en el siglo XVI, unos 500 años después de que falleciesen los protagonistas de esta historia. 

Cripta con restos antiguos bajo el subsuelo de la iglesia San Salvador de Olazabal en Altzo Azpi Arnaitz Rubio

Firmado con una equis

El documento original de la donación lo escribió de su puño y letra el escribano Comiz de Urra, ante tres testigos que “no eran precisamente baserritarras de la zona”, según afirma el historiador medievalista Josu Etxezarraga, sino “seguramente personas de plena confianza del matrimonio de García Aznárez y Gayla”, señores de Gipuzkoa. Los nombres de los testigos figuran así: “Sancio de Arrozuide (¿Arrospide?)”, “senior Fortuno Gomiz” y “Nunuso Narriateiz”

El documento original escrito en el atrio de la iglesia de San Salvador de Altzo se perdió, pero se guardan sendas copias de los siglos XII y XIII

Se sabe que el señor García de Aznárez y doña Gayla no sabían escribir porque firmaron el documento con una equis (X). Era habitual en una época en la que, evidentemente, no había escuelas.  

Este documento fue enviado seguramente mediante un emisario, a caballo, hasta tierras jacetanas y entregado al monasterio, donde fue guardado por los benedictinos de San Juan de la Peña, un cenobio considerado joya del románico, incluso “cuna del reino de Aragón” y que durante los siglos XI y XII fue residencia de mujeres de la nobleza de dicho reino.

Dos copias y un original perdido

“El documento original se perdió en algún momento”, aunque se sabe a ciencia cierta que estuvo guardado durante siglos en el monasterio de San Juan de la Peña. Lo que se conserva hoy son las dos copias elaboradas a posteriori por los propios monjes del monasterio pinatense.

Por un lado, los monjes hicieron en el siglo XII una copia que incluyeron en un compilatorio que permitía a los frailes benedictinos tener unificados 311 documentos de relevancia que afectaban a sus propiedades y derechos otorgados. Es conocido como el Libro Gótico o Cartulario de San Juan de la Peña. En dicho libro o cartulario, en el folio 76, se encuentra copiado el documento de donación de la iglesia de Altzo, que contiene la primera referencia a la existencia de un territorio llamado “Ipuscua”.

Datos de interés

La iglesia de Altzoko Handia

La actual iglesia de San Salvador, por cierto, es la misma en cuyo pórtico figuran las marcas de altura que registran el crecimiento del entonces joven Miguel Joaquín Eleicegui (1818-1861), más conocido como el 'gigante de Altzo' o ‘Altzoko Handia’, que alcanzó una estatura de 2,40 metros. Las marcas incisas que registran su proceso de crecimiento están en una de las paredes de esta iglesia, construida sobre los restos de la que hace 1.000 años donaron García de Aznárez y doña Gayla. 

Guipuzcoanos en Burgos

En un breve texto del año 943 del cartulario del monasterio de San Millán de la Cogolla se recoge, de forma escueta y aislada, el topónimo Gipuzare. Parece referirse a un pequeño asentamiento de la comarca burgalesa de los Montes de Oca fundado o habitado por gente procedente de la zona de la actual Gipuzkoa, según el artículo de David Peterson ‘Primeras referencias a Gipuzkoa’.

Este Libro Gótico recoge otros tres documentos de donaciones posteriores realizadas por la propia Gayla de Iputza, ya viuda, y su hija, al monasterio jacetano en los años 1048, 1049 y posterior a 1056; y en este último es la propia hija del matrimonio, Blasquita, quien confirma la donación de la iglesia de Altzo realizada por sus padres, ya fallecidos, en 1025. 

Es este Libro Gótico, que se conserva en la biblioteca general de la Universidad de Zaragoza, el que se expondrá en el museo donostiarra de San Telmo. Se dio por desaparecido después de la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, pero según Bernardo Estornés “apareció en las Benedictinas de Jaca como libro de registro y asiento de escrituras, entregado supuestamente en el pasado por algún monje pinatense”. La Universidad de Zaragoza se hizo posteriormente con él, probablemente en alguna subasta.

Latín “pobre” y difícil de entender

Según explica a este periódico el historiador Josu Etxezarraga, que es el comisario de la exposición que se llevará a cabo en el museo de San Telmo, “algunas partes del documento se entienden muy bien, pero el problema que tiene ese latín tan pobre que se emplea es que empieza a utilizar preposiciones del romance, el genitivo ‘de’, que aparece muchas veces, pero se mezcla con la preposición ‘de’ del latín”. Una particularidad que hace “muy difícil de entender” fragmentos en los que aparece la relación de propiedades de la iglesia de San Salvador (Salbatore Deunaren eliza). 

Portada Libro Gótico JPG

Portada Libro Gótico JPG

Además, apunta Etxezarraga, “los documentos de esa época no utilizaban signos de puntuación”, por lo que resulta difícil determinar dónde acaba la enumeración de unas propiedades y donde empiezan otras”. A su vez, entre las dos copias que realizaron los propios benedictinos, aparecen algunas palabras cambiadas y “tampoco sabemos cómo aparecían en el original” que redactó en Altzo el escribano Comiz de Urra, ante los donantes García de Aznárez y doña Gayla.

Esa segunda copia existente, elaborada entre los siglos XII y XIII por los monjes de San Juan de la Peña, se incluyó en otra compilación de documentos que realizaron los monjes, y se trasladó al Archivo Histórico Nacional, en Madrid, después de la desamortización de Mendizábal, alrededor del año 1854.

Es el Libro Gótico que se guarda en una “sala oscura” de la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza el que se expondrá en el museo San Telmo de Donostia desde el 18 de enero hasta el 11 de mayo. Se trata de un pergamino escrito en latín, un “latín de escaso nivel”. Existe una copia digitalizada de gran calidad y libre acceso que este periódico ha conseguido, cuyas imágenes pueden contemplar en este reportaje. 

Historiadores que han consultado ambas copias afirman que esta que se conserva en la Universidad de Zaragoza es una unidad de “mayor calidad y letra más cuidada”. La copia del Archivo Histórico Nacional también está digitalizada. Fue escaneada hace al menos dos décadas y su calidad es inferior.

Aluizt, Iturrioz, Lascurende…

Son varios los historiadores que desde al menos hace ya un siglo han trabajado y publicado este diploma de 1025, entre ellos el prestigioso archivero e historiador de Ormaiztegi Serapio Múgica (1854-1941), nombrado Inspector de Archivos Municipales de Gipuzkoa por la Diputación de Gipuzkoa en 1893.

El documento que se expondrá en Donostia está escrito en letra carolina sobre pergamino de unos 900 años, por lo que requiere de cuidados específicos pactados con la Universidad de Zaragoza. Y en el mismo se mencionan lugares como Ezquiaga, Iturrioz, Ugarte, Haralarre (Aralar), Aluizt (¿Albiztur?), Lascurende (¿Laskorain?), Gaharraga, Zuhaznabar y otros que podrían hacer referencia a barrios o incluso caseríos que hoy mantienen nomenclaturas parecidas en Tolosaldea y el valle del Oria, que a tenor de los indicios recabados constituía el corazón de la Ipuscua del siglo XI, gobernada por García Aznárez.

En aquella época “no formaba parte de Gipuzkoa casi todo el valle del Deba ni las tierras de los tramos más bajos de los ríos Urumea, Oria y Bidasoa", según aseguran fuentes de la propia Diputación de Gipuzkoa.

Un acontecimiento histórico

La Diputación de Gipuzkoa está organizando una serie de eventos y actos para conmemorar lo que la propia diputada general, Eider Mendoza, ha calificado como un “año especial”: los 1.000 años de Gipuzkoa como entidad geográfica con personalidad jurídica propia. 

El acto estrella será la exposición 'Ipuscua, 1.000 años', que se podrá visitar desde el 18 de enero al 11 de mayo. En la misma, se exhibirá este “certificado” que corrobora la existencia de nuestro territorio en 1025, aunque los historiadores coinciden en que seguramente Gipuzkoa y los propios guipuzcoanos ya existían antes de que este documento diese fe de ello. También se abrirá en el centro cultural de Tabakalera una exposición fotográfica que reflexiona sobre la Gipuzkoa actual y su evolución.

El Gobierno foral está organizando estos actos en colaboración con la sociedad de Ciencias Aranzadi y el ayuntamiento de Altzo (también participará en los festejos), cuna documental de lo que hoy es un territorio más amplio en el que viven 730.000 personas. Y dará a conocer el calendario de eventos y actos institucionales en la primera quincena de enero.