NOTICIAS DE GIPUZKOA ha querido revivir cómo era aquella Gipuzkoa de hace mil años y se ha citado con un historiador medievalista y comisario de la citada exposición que traerá el Libro Gótico del monasterio de San Juan de la Peña al museo donostiarra de San Telmo: Josu Etxezarraga; y también ha tomado como referencia, a sugerencia de otros historiadores consultados, uno de los libros que más ampliamente trata sobre García de Aznárez, doña Gayla y sus donaciones: 'Guipuzcoa, en los albores de su historia', del reconocido Gonzalo Martínez Díez, jesuita, historiador y jurista.
Etxezarraga, así como otros historiadores consultados, advierten: la historia es interpretación de los documentos de los que disponemos, pocos en esa época; y apoyados en los descubrimientos arqueológicos hallados, escasos también en nuestro territorio; por lo que este ejercicio de reconstrucción de lo que entonces era Gipuzkoa se basa en hipótesis bien fundamentadas y la búsqueda de consenso entre los analistas. Ahí vamos.
Nuestra referencia de partida no va a ser el entonces “Senior deipuscua”, Garcia Açenariz o García de Aznárez, sino su esposa, doña Gayla, que sí era guipuzcoana. Contrajo matrimonio con el citado García de Aznárez, que “probablemente era una persona de la máxima confianza del rey Sancho III el Mayor” de Pamplona, asegura el historiador Josu Etxezarraga.
Etxezarraga afirma que hay indicios claros de que gobernó durante un largo periodo y no en un espacio acotado de tiempo; y en ello coincide Martínez Díez en su libro. Ello no significa, sin embargo, que el matrimonio residiese en Gipuzkoa. “No lo sabemos, pero sí sabemos que tenían propiedades también en otros lugares como Pamplona”, sede del Reino de Sancho III el Mayor.
Matrimonio de conveniencia
Probablemente sólo doña Gayla sabía euskera, y no su esposo, de origen aragonés según la mayoría de los indicios, aunque no hay muchos datos sobre García de Aznárez, ni evidencia de su procedencia; algunos autores consideran plausible incluso que pudiera tener vínculos con alguna zona de Araba. “Lo que está claro es que no era guipuzcoano”, afirma Etxezarraga.
Seguramente fue un matrimonio de conveniencia, entre nobles. En todo caso, está acreditado que ella sí era natural de Gipuzkoa; y no sería descabellado pensar que de la zona que hoy conocemos como Tolosaldea, aunque tampoco existe evidencia de ello.
Gayla de Iputza nació alrededor del año 1000. Quizá antes, si atendemos a la hipótesis de que dos familiares fallecidos a los que hace referencia (Enneco y Muno Garçiaiz) en el momento de la donación de Altzo, eran hijos propios muertos anteriormente, como cree Martínez Díez; y no sus hermanos, como intuye Etxezarraga.
Se sabe que el matrimonio tuvo al menos una hija, Blasquita, que falleció en 1084 y que ni esta, ni su esposo, "Sancio de Fortuniones", heredaron los títulos de señor o señora de Ipuscua. Sancio de Fortuniones y Blasquita, sin embargo, sí son, probablemente, quienes tuvieron bajo sus dominios, a mediados del siglo XI, otros territorios de lo que hoy es Navarra, como Echauri, Funes y Tafalla, según Martínez Díez.
Aquella Gipuzkoa que gobernaron García de Aznárez y doña Gayla poco tenía que ver con la de hoy. Según Etxezarraga, “hasta hace poco se ha pensado que hasta el siglo XI, después de los romanos, Gipuzkoa era un territorio que se había desorganizado, y que volvió a unos modos de vida atávicos o primitivos”, basados en el pastoreo y la agricultura.
"Durante años se pensó que tras los romanos Gipuzkoa volvió a modos de vida atávicos, pero ahora sabemos que generó sus dinámicas propias"
Pero a través de la arqueología, insiste Etxezarraga, “ahora hemos podido saber que Gipuzkoa vivió varias dinámicas propias. Y que al final de los romanos, surgieron unos asentamientos, que a partir del siglo XI comenzaron a ser más prósperos”.
En todo caso, señala este historiador, “sabemos que después del siglo VIII comienzan a crearse poblaciones y asentamientos; y seguramente antes también, lo que sucede es que Gipuzkoa arqueológicamente es muy pobre”, debido a su orografía y alto grado de antropización.
La propia Tolosa “sería un pueblo pequeño” en aquella época, antes de convertirse en uno más importante. “En otro barrios, habría otro sentamientos, y luego los núcleos principales irían prosperando y atrayendo gente”; así se generaron las villas, lo que concedería a sus ciudadanos unos derechos.
Las primeras villas no existían
Donostia, alrededor de 1180; Hondarribia, en 1203; y Mutriku y Getaria, al final del siglo XII (sin fecha exacta) fueron de las primeras en constituirse en villas, pero “eso no quiere decir que antes no hubiese nada; es decir, en ese documento de 1025, aunque se habla de Altzo, alrededor ya había otros pueblos; no podemos pensar que Altzo era el primero”, señala Etxezarraga.
Geopolíticamente, esa Gipuzkoa ubicada a lo largo del valle del Oria era territorio de Navarra, en tiempos de Sancho III el Mayor. Según Etxezarraga, “parece que el rey de Pamplona daba diferentes jurisdicciones o territorios a personajes concretos de su corte. Gente de su confianza”.
Garcia de Acenariz sería uno de ellos, pero “no parece un señor feudal al uso”, porque luego aparecen en el siglo XI otros señores en Gipuzkoa, no sus herederos. No hay mucha información de Garcia Acenariz, y aunque en años posteriores se refiere la existencia de un señor llamado Orbita Aznárez, que podría ser familiar del protagonista de esta historia, establecer una relación entre ambos sería “elucubrar” demasiado, en opinión de Etxezarraga.
De este Orbita Aznárez, sí se trazan líneas de sucesión que conducen a familias reconocidas como los señores Gamboa de Oñati, que sí podrían ser descendeintes de Orbita Aznárez, según Etxezarraga, pero no se sabe si Orbita lo era de García Aznárez.
"Silencio absoluto sobre Gipuzkoa"
Según Martínez Díez, “las crónicas de los siglos VIII, IX y X nos presenta en el País Vasco la existencia de dos formaciones políticas: al occidente el condado de Álava, comprendiendo Álava y Vizcaya; encuadrado primero en el reino astur; y luego unido al condado de Castilla en Fernán González y su familia; al oriente, Navarra o la monarquía de Pamplona. Y en medio, el silencio más absoluto reinaba sobre Gipuzkoa”.
Pero este primer diploma guipuzcoano de 1025 “nos presenta al rey de Pamplona, Sancho el Mayor y su senior García Aznar ejerciendo su autoridad desde Zarautz a Aralar”.
Martínez Díez se hace eco de otros estudios previos sobre los límites diocesanos de la época y cita a otro historiador, Andrés Mañaricua: “Por la costa hasta Motrico que pertenecía a Pamplona, seguía después en dirección sur e internándose hacia Deva, por los pueblos de Astigarribia (perteneciente al obispado de Calahorra), Mendaro, Alzola (Pamplona); cruzando el curso del (río) Deva por las proximidades de Elgóibar, que quedaba para Calahorra. Pasado el Deva, la línea seguía la serie de montañas que separan los valles comprendidos entre los ríos Deva y Urola hasta llegar al puerto de montaña de San Adrián, límite actual de las provincias de Navarra, Álava y Guipuzcoa”.
Como zona dudosa, asegura Martínez Díez, “quedaba únicamente el valle del Urola, que en su opinión “gravitaba más hacia el sector navarro que el alavés”. Y también “los valles del Oyarzun y del Urumea es manifiesto que se orientan hacia Navarra”; mientras que “el bajo y medio Oria aparecen vinculados con Navarra en el diploma de 1025, que también incluye el paso de Régil”.
Retiro y muerte en Pamplona
Por el contrario, afirma el difunto jesuita en su libro, la “orientación geográfica del valle del Deva le conduce forzosamente a la Llanada Alavesa”.
Más allá del diploma y el señor Garcia Acenariz, Gayla de Iputza sí dio más de sí. Ya viuda, se sabe que se retiró como religiosa a un monasterio de su propiedad en Pamplona, el de Santiago de Luqedeng, que le habían donado sus padres y hermanos, según asegura Martínez Díez.
Este autor sostiene que dentro de este matrimonio, la “originaria y raigada en Gipuzkoa era doña Galga”, pero resalta que “queda patente su vinculación con Navarra”, eligiendo Pamplona para su residencia en sus últimos años de vida, donde incluso plantó un majuelo o espino blanco (Crataegus monogyna) que “menciona en la donación de 1048 con especial cariño”, ya próxima a su muerte, pues en otro “diploma de 1049 ya se menciona a doña Galga como fallecida”.
Ahí podemos decir, según Martínez Díez, “que acaba la historia de San Salvador de Olazabal, que es la de doña Galga, la primera guipuzcoana de nombre conocida”.