Un viaje para olvidar. Parece increíble que un desplazamiento de solo 48 horas a uno de los mejores destinos del mundo, con un partido incluido en uno de los escenarios más míticos y monumentales (en la retina de todos el precioso recuerdo del ambientazo del Roma-Real de hace dos temporadas) se convirtiera en otro recuerdo imborrable, pero en esta ocasión en lo negativo. Una auténtica pesadilla en la que todo acabó saliendo fatal.
Nada hacía presagiar en el inicio de la aventura que todo iba a torcerse. El ambiente era sensacional, con la resaca del día de San Sebastián presente en la mayoría de las conversaciones, y con la derrota de Mestalla olvidada casi por completo. Sí que es cierto que en el ambiente flotaba la preocupación por la amenaza de los radicales fascistas locales y el hecho de que iban a viajar más de un centenar de ultras realistas. El vuelo transcurrió con normalidad, en un chárter repleto esta vez dado el atractivo destino, con muchos familiares de jugadores que no quisieron perderse la oportunidad de visitar Italia e incluso muchos niños con la felicidad y la ilusión por bandera, alguno recién nacido, e ilustres como el alcalde Eneko Goia y el presidente de la Federación Guipuzcoana de Fútbol, Manu Díaz.
Al llegar no tardamos en comprobar el tirón que ya tiene esta Real, con Zubimendi y Oyarzabal siendo reclamados por trabajadores del aeropuerto para posar con ellos e incluso unos admiradores de Kubo solicitándole una fotografía con una pancarta. En esta ocasión Brais e Imanol fueron los únicos que se desplazaron hasta el Olímpico para atender a los medios, mientras el resto de la plantilla se dirigió directamente a su hotel sin revisar el estado del terreno de juego. La rueda de prensa de un sonriente técnico dejó muchos detalles, como el hecho de seguir sin confirmar su renovación (“no quiero ser una carga”) y su petición encubierta de un fichaje de invierno para reforzar la delantera (“yo también creo que necesitamos marcar muchos más goles”).
Comienza la pesadilla
Todo transcurría con normalidad, con bastantes aficionados realistas con pocos distintivos txuri-urdin haciendo turismo por las calles de la capital transalpina. Pero ya saben ese dicho bélico romano: “Tienes esa paz previa a la guerra que pone nerviosos a los valientes, que convierte en salvajes a los cobardes. Roma ardiendo y tú bailando”. La noticia saltó cerca de las 23.00 horas cuando un foro de ultras publicó los incidentes entre radicales del Lazio y la Real. Las noticias eran confusas y resultaba complicado confirmar lo que había sucedido realmente. La Real dejó claro que no iba a emitir ninguna opinión hasta contrastar y verificar todas las versiones, por lo que hasta el jueves no emitiría ningún comunicado o declaración oficial. Por poner un ejemplo, este periódico no publicó nada hasta pasadas las 2.00 horas de la madrugada cuando ya había escuchado y analizado varias versiones de los afectados y su entorno.
Aunque algunos periodistas no querían darse cuenta, la bomba había explotado y ya no había vuelta atrás. El viaje a Roma iba a estar marcado por los enfrentamientos. Ya por la mañana, la prensa italiana confirmaba que había tres ingresados por cortes con arma blanca y otros seis heridos que tuvieron que ser atendidos. La noticia corrió como la pólvora y la prensa guipuzcoana se acercó hasta el lugar en el que se produjeron los hechos. El dueño del pub, un irlandés con pinta de haberlas visto de todos los colores, especificó que pensaba había sido una quedada, pero la policía italiana y la propia Real desmintieron rotundamente su versión. Una cosa es que estuvieran preparados y hasta esperaran un posible ataque, pero no habían pactado ningún encuentro. Fue una encerrona, aunque, como reconocían gente de su entorno, “sabían a lo que iban y lo que les podía pasar”. O incluso como manifestaban varios aficionados realistas que coincidieron en el mismo avión con varios de ellos “estaban muy organizados, venían a lo que venían”.
La mañana del día después
Hacia las 11.00 horas y bajo un sol de justicia, los alrededores del Coliseo ya eran un hervidero de personas, la mayoría turistas, y entre ellas muchos realzales. Algunos de ellos sin ninguna prenda blanquiazul para evitar cualquier contratiempo. La mayoría admitía que podía haber sido un ataque por sorpresa, pero estaban visiblemente molestos con el grupo de ultras realistas que, según ellos, “no nos representan”. Es más, un hincha de mediana edad, exponía con claridad que en realidad lo que había sucedido fue lo mismo que pasado cuando los ultras realistas sorprendieron sin protección y con la baja guardia a radicales del Betis o Leganés en los aledaños de Anoeta. “Así funciona el mundo ultra, si puedes sorprenderles, atacar duro y hacer daño, no se lo piensan. Lo hacen todos”.
A muchos se les cortó la respiración cuando de repente aparecieron por la explanada un ejército de casi un centenar de soldados todos vestidos todos de negro con gorros de lana en la cabeza, algunos de ellos con golpes y marcas en sus caras. Esta vez, se les podía diferenciar de los locales porque algunos sí dejaban ver bajo su chaqueta o sudadera la txuri-urdin (Aperribay explicó luego que les había pedido que se les distinguiera).
Al mediodía, más de doce horas después del ataque, la Real seguía sin abrir la boca ante el estupor del millar de sus aficionados que no daban crédito y que no ocultaba su lógica inquietud. Este periódico y otro periodista se desplazaron en ese momento hasta el hotel de la Real donde coincidieron en el hall con un Jokin Aperribay visiblemente nervioso y hasta, aparentemente, un poco superado por los acontecimientos. Nuestra presencia le incomodó antes de dejar claro que no estaba de acuerdo con precipitarse y hablar antes de tiempo para evitar el tener que emitir varios comunicados, que la prioridad en ese momento era evitar el posible deseo de venganza de los ultras realistas y, sobre todo, ir a visitar a los “dos heridos de gravedad encamados en dos hospitales”. El departamento de comunicación confirmó por motivos obvios la suspensión del almuerzo previsto para la prensa con Olabe y Bretos. Por cierto, que el primero salió a correr a las 12.30 horas, “voy a trotar una media horita” y el segundo solo se dejó ver en el estadio tras el partido. ¿Qué estaría haciendo?
"Fue una emboscada"
A su vuelta, cerca de las 15.00 horas (16 más tarde de lo sucedido), un Aperribay mucho más tranquilo y dominador de la situación realizó unas declaraciones impecables mostrando su preocupación por el estado de los heridos y transmitiendo su preocupación por el estado y la evolución de sus aficionados: “La policía nos lo ha dejado claro, fue una emboscada. No habían quedado. Si hubiesen querido les habrían matado. La mayoría eran delincuentes profesionales”. Además reconoció que habían estado en contacto con la UEFA, que el Lazio se estaba portando bien con ellos y que había decidido trasladar a los ultras de la Real los primeros al campo: “Ellos están con dos ertzainas que les acompañan y nos están comunicando en todo momento su situación”. Dos agentes que estuvieron presentes en el ataque y que tuvieron que salir corriendo tan rápido como el que más para no ser apalizados por las bestias fascistas.
Después de mantener una cordial conversaciones con los enviados especiales, decidió acercarse al meeting point realista situado en la plaza del Popolo y ahí, donde le aguardaban en un ambiente más distendido y hasta divertido al grito de “Aperry saca los tanques”, en referencia a lo sucedido, se dio un baño de masas con los hinchas, a los que les transmitió que la situación estaba controlada y que no iban a tener ningún problema. Como todo el mundo conoce, hace mucho tiempo que el discurso del presidente ha cambiado mucho y que sabe llegar a su gente con sus palabras y sus hechos. Eso sí, algunos estaban visiblemente molestos porque había calificado de “los nuestros” a los ultras realistas.
El momento del partido
Aparte de los lógicos controles minuciosos, tres en total, en los accesos al estadio, no se produjo ningún incidente más en los accesos del millar de blanquiazules que llegaron al Olímpico obligatoriamente en autobuses lanzaderas.
Los ultras se colocaron en las primeras filas y al principio al resto de aficionados les costó mucho aproximarse o juntarse con ellos.
Durante el partido, radicales profirieron cánticos ofensivos hacia el equipo local que fueron replicados incluso por parte de su propia afición y acallados de forma estruendosa por su imponente y abarrotada curva. De lo sucedido en el césped mejor ni hablar, pero una vez más, en la adversidad, la parroquia realista elevó a la máxima expresión el cántico “en las buenas voy a estar, en las duras mucho más” y arroparon hasta el pitido final a sus ídolos a pesar del ridículo que realizaron. Al final del encuentro, los jugadores se lo agradecieron un buen rato, incluso Imanol les pidió que se acercaran más a la grada, y los realistas les regalaron sus camisetas intentando que sus destinatarios no fueron los aficionados de negro que ocuparon las primeras filas.
Es decir, el mensaje del club resultó claro aunque pueda sonar contradictorio: lo que les ha pasado fue una canallada, pero esto no puede seguir así porque está claro que no fueron a Roma para visitar El Vaticano.
Al término del encuentro, Imanol fue elevando el tono de sus manifestaciones según iba analizando el partido: “Esto es lo que hay. La apuesta del club ha sido de futuro, aunque yo quiero ganar ya este año”. El problema en el que no entró es en que, si no alcanza los objetivos, los Zubimendi, Kubo y compañía se marcharán, y la esperanza de que el mejor momento de esta plantilla llegará dentro de un par de años se convertirá en una mera y arriesgada especulación con pocos visos de hacerse realidad. Oyarzabal dio la cara como capitán de la plantilla, con un discurso maduro y realista.
Amarga vuelta a casa
Y se acabó. Ya era tarde, el cansancio apremiaba y otra vez se presagiaba una noche larga y de pocas de sueño, antes de emprender el camino de regreso con un vuelo que salió con media hora de retraso. Como es lógico, las caras de los jugadores reflejaban la decepción. Ahora solo queda levantarse e intentar ganar al Getafe y cerrar el pase que está virtualmente sellado ante el PAOK.
Otra afición conflictiva la griega. Visto lo visto, la creciente lacra social en la que se ha reconvertido el hooliganismo como en los años 80, lo único que comienza importar en el club y su afición es que toquen en suerte equipos sin aficiones peligrosas y violentas. Como esto siga así, el fútbol europeo camina de manera inexorable hacia la prohibición de que puedan viajar las parroquias visitantes.
Los que estuvimos en Roma, jamás olvidaremos el infierno de 48 que tuvimos que sufrir. Sobre todo en un club que siempre mantiene fresco el recuerdo del asesinato de Aitor Zabaleta hasta revive esas malditas sensaciones cuando sucede un incidente de este tipo que jamás debería empañar un partido de fútbol. Lo peor es que ahora será complicado frenar las ansias de venganza de los ultras realistas. Porque este mundo funciona así. Y no se puede descartar que con este nuevo formato la Real tenga que regresar a a Roma para enfrentarse a cualquiera de los dos equipos capitalinos italianos en los cruces con toda la angustia, el pavor y el peligro que ello generaría... El sueño de aquel viaje llamado Roma acabó siendo una pesadilla.