Pocos sabían en Anoeta, nadie quizás, que aquel partido intrascendente contra el Atlético de Madrid implicaba su despedida. El pasado 22 de mayo de 2022, Cristian Portugués Manzanera, conocido futbolísticamente como Portu, ingresó al campo en el minuto 63 junto a Adnan Januzaj, sustituyendo ambos a Isak y Rafinha. Casi un año después, ninguno de los cuatro continúa en la Real, teniendo el murciano la suerte de reencontrarse con su gente txuri-urdin este sábado en el estadio. Se marchó el pasado verano con un legado muy positivo después de tres campañas en la entidad: cariño, reconocimiento casi unánime e incluso una hija donostiarra, bagaje al que cabe unir una aportación deportiva cuya guinda figura en la centenaria historia del club. Aquel desmarque. Aquella carrera. Aquel penalti provocado en La Cartuja.
Muchos recordarán la jugada cuando aplaudan, durante el encuentro con el Getafe, a ese futbolista azulón ataviado con la camiseta número 9 y al que Quique Sánchez Flores ha reciclado a la posición de carrilero. Porque Portu juega ahí ahora, y además por la izquierda, en el flanco zurdo de una defensa de cinco que ha terminado convirtiendo en su hábitat cotidiano. Le costó entrar en el equipo a lo largo de la primera vuelta, perjudicado por un esquema en el que no encontraba cabida. Y se ha hecho últimamente con un hueco en las alineaciones, por mucho que en la anterior jornada fuera suplente contra el Athletic (0-0 en San Mamés). Hasta la fecha, acumula entre Liga y Copa 27 participaciones, 14 titularidades y 1.439 minutos, permaneciendo inédito en la faceta goleadora. Tiene muy difícil mejorar las estadísticas de su peor curso en la Real.
Tres años en la Real
El club txuri-urdin incorporó a Portu durante el mercado estival de 2019, tras abonar al Girona su cláusula de rescisión de diez millones de euros. El atacante acababa de cumplir 27 años, había marcado once y diez goles respectivamente en las dos campañas previas (ambas en Primera División) y reunía además unas características que el proyecto de Roberto Olabe necesitaba como el comer: “piernas” y potencial para correr al espacio. El de Beniel no tardó en encajar como un guante dentro de un colectivo liderado en lo futbolístico por Martin Odegaard, un excepcional lanzador en profundidad. Así, el 7 txuri-urdin se convirtió en cuestión de semanas en uno de los grandes activos ofensivos de un equipo eléctrico y vertical.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el fútbol y sus circunstancias invitaron a aquella estimulante Real a reinventarse sobre la marcha. Y la metamorfosis resultante, positiva en líneas generales, terminó llevándose por delante algunas individualidades, la del propio Portu por ejemplo. Con el relevo de Silva por Odegaard como telón de fondo, la escuadra txuri-urdin fue mutando poco a poco para buscar escenarios de mayor control, menos trepidantes, en los que los espacios donde atacar resultaban por lo general más reducidos. Y el jugador murciano logró conservar su papel preponderante durante su segunda temporada como txuri-urdin. En la tercera, sin embargo, perdió peso de forma paulatina, significando el cambio final al 4-4-2 en rombo la gota que colmó el vaso. Imanol utilizó el nuevo esquema en las últimas ocho jornadas, que únicamente asistieron a una titularidad de Portu, contra el Rayo en Vallecas. Concluida la campaña, el jugador apostó por cambiar de aires para volver a sentirse importante, objetivo que cumple con ciertos matices en el Getafe (cedido con una opción de compra que se materializará en verano).
