En el día después de que por fin se inaugurara la primera peña de la Real femenina (ya era hora, bienvenidos, estamos orgullosos de vosotros) y pocas jornadas después de que lo levantara por segunda vez, quiero acordarme del discurso de Alexia Putellas cuando ganó su primer Balón de Oro el año pasado. Muy emocionada y, por supuesto, sana, ya que su grave lesión de rodilla la sufrió al término del curso pasado, la catalana fue escueta pero certera en su mensaje: “Por quien hago todo. Espero que estés muy orgulloso de tu hija. Allí donde estés, esto es para ti, papá”. Imposible no sobrecogerse, pero lo que de verdad se me quedó marcado para siempre fue la imagen que emitieron en un vídeo homenaje que creo que le preparó la UEFA, en la que Alexia se fundió en un abrazo con su aita, que se encontraba detrás de una valla y no podía más que atravesarla con sus brazos para agarrarla tras marcar un gol con la selección de categorías inferiores.

Si esta semana me refería a lo que puede estar sintiendo Pablo Marín cuando se acuesta, cuál será la impresión de sus padres, sin necesidad de que hayan sido futbolistas, para alcanzar esa soñada felicidad absoluta. Son muchos los jugadores que devuelven el cariño a sus progenitores en las entrevistas en momentos en los que se les puede llegar a ver tocados. Sobre todo cuando desgraciadamente ya no están aquí, como el caso de Beñat Turrientes, que, como el de Alexia, se marchó antes de tiempo y por el que tiene hasta un tatuaje en el brazo con el futbolero lema You’ll never walk alone (Nunca caminarás solo). “Yo desde que nací he tenido un balón al lado, cuando dormía o cuando salía al parque a jugar. Jugaba de libre en el Beasain y desde pequeño me inculcó el fútbol y a mí me acabó gustando. Era el que me traía a todos los partidos y entrenamientos. Era exigente conmigo. Después de los partidos, algún fallo que hacía me corregía, siempre discutíamos pero me venía muy bien. Y ahora aunque no esté aquí estará muy orgulloso de mí. Me da pena porque era el que más ilusión tenía de verme aquí en el primer equipo, pero la vida es así y seguro que estará muy orgulloso”. Su paisano Aritz también lamenta siempre que nadie hubiese disfrutado más que su aita viéndole triunfar en su querida Real.

Pero no todo son historias tristes y melancólicas en este capítulo. Uno de los padres que más presente está en la carrera de su hijo es el de Merino. El navarro siempre ha declarado que su familia es lo más importante. “He tenido la suerte que mis padres me han inculcado unos valores, me han llevado por un camino más o menos estricto pero siempre buscando lo mejor para mí y mis hermanos. Estoy muy agradecido a ellos ya que se lo han dejado todo por darme una educación y se lo debo todo. Siempre les voy a estar agradecido”. Es por este motivo que, si yo estoy indignado por la más que probable ausencia en la lista de Luis Enrique, no me quiero imaginar cómo estará el bueno de su padre Miguel.

Que sí, que ya lo sé, que sois muchos los que no queréis que vaya a la selección española porque, entre otras cosas, se puede lesionar y se expone en el mejor escaparate posible del fútbol para llamar la atención de moscardones abusones. Pero yo en este caso solo puedo solidarizarme con el futbolista, un tipo magnífico y un superhéroe en el campo, que se ha convertido en estos cuatro años de éxito en el guardián de los sueños txuri-urdin. Un futbolista total, que hace de todo y todo lo hace bien. Un centrocampista moderno, capaz de sostener a todo el equipo, ocupar todos los rincones del campo, lavar la ropa sucia en ese trabajo sórdido e ingrato que casi nunca luce y a su vez ser el galán de la película, con una asistencia medida o un golazo de cabeza. Un deportista ejemplar, competitivo en su máxima expresión, que no ha dudado en poner en riego su propia salud por el bien del equipo. Hasta el punto de jugar lesionado la final de Copa, con unas molestias de espalda que a cualquiera de nosotros nos hubieran mantenido acostado en la cama, con el agravante de que en una de las primeras jugadas del encuentro se pegó un costalazo en un salto que justo le afectó a la zona ya dañada. Tras robar y recuperar el balón, pequeño detalle que muchas veces suele pasar inadvertido, esto no le impidió sacar el compás y dibujar el pase más importante en la historia del club en sus últimos 34 años. Y luego no se dio ninguna importancia en la gloria, lo cual habla de su nivel humano.

Hace poco leí en una entrevista a Parejo, otro de los aspirantes al Mundial que se quedará en el camino, que hablaba así de su etapa en Valencia: “Me quedo con los buenos y malos momentos. El Valencia fue un aprendizaje de vida, tanto por el tiempo que estuve como por las experiencias vividas. Valencia lo ha sido todo para mí: he recibido cariño y me han dado hostias. Eso es la vida. Mi familia y yo pasamos momentos muy duros. Aprendí a afrontar los problemas a través del fútbol, pues en la vida se pueden producir conflictos similares”. Merino se fue a Alemania (Borussia) y a Inglaterra (Newcastle) para hacerse y que le dieran unas cuantas hostias como dice el de Coslada. Después eligió la Real, para muchos ser cabeza de ratón en lugar de cola de león (y no precisamente por el de aquí al lado). Y lo que ha logrado es convertir a su equipo en una máquina ganadora de partidos y hasta de títulos. Siempre hemos dicho que debemos estar agradecidos a Merino y no encuentro mejor forma que celebrar como una victoria que cumpla la ilusión de su vida que es disputar un Mundial. Porque se lo merece y no es justo que se quede fuera. Se lo ha ganado liderando y protegiendo a su Real. Porque si le llevan, seguro que se valorará mucho más la apuesta que hizo en su día para venir a Donostia (los de la Real también van) y, por supuesto, porque daría lustre a nuestro club.

Dicen que hay muchos jugadores que no meten el pie en estas últimas semanas por temor a perderse el viaje a Catar. Casi como Merino, que ha estado a punto de lesionarse diez veces en una semana. Que en pocos minutos le metieron el hombro, le pudieron abrir la cabeza en bastantes ocasiones y casi se quedó con voz de pito para siempre como el castrado Farinelli después de un balonazo.

Como adorado jugador de la Real, reconocido gladiador en batalla y con una enorme categoría personal, yo solo puedo desear y querer lo mejor para ti. Y si un futbolista de tu nivel y progresión en los últimos años, un auténtico polivalente especialista, no tiene cabida en una lista de 26 futbolistas que ofrecerá el viernes el seleccionador es que yo no tengo ni idea de fútbol o de cómo funciona este negocio. Suerte Mikel, quiero ver cómo das la vuelta al banderín como tu aita en Catar. ¡A por ellos!