Comentaba Imanol, después de la victoria de Vigo, que su equipo tiene mucho mérito. Y él, también, añado. Es un año irracional, si tomamos como referencia la tradición. No recuerdo que la competición del fútbol se parase sobre la marcha en noviembre, como sucederá dentro de pocos días. Y que no se reanude la Liga hasta el año que viene como quien dice, menos aún. Así como el balonmano o el baloncesto están acostumbrados a esos diseños de calendario, el fútbol no.

Conviene no perder de vista que los preparadores físicos han debido cambiar sus habituales planes de trabajo, para que los ciclos respondan a las exigencias que supone disputar un partido cada tres días. Conviene no perder de vista que los encargados del scouting deben trabajar en modo estajanovista para darle al técnico el feedback de los rivales en tiempo récord. Las cocinas echan humo desde el comienzo de temporada. Ellos también deberían ser reconocidos, aunque habitualmente no aparezcan en la primera línea mediática e, incluso, desconozcamos sus nombres. La suma de todos los factores con los puntos de anoche sitúan al equipo en un lugar envidiable de la clasificación. Mientras la mayoría andamos organizando excursiones, tocando panderetas, disfrutando del equipo y su situación, ellos están con la soga al cuello desde que se estableció una hoja de ruta con más peligro que Cruella de Vil persiguiendo dálmatas. Al equipo le ha pasado de casi todo. Desde lesiones eternas, de meses, hasta bajas menos trascendentes que afloran por los esfuerzos continuados y que juegan su papel en el quebradero de cabeza del entrenador y su equipo. Desde el domingo en Vigo hasta el sábado en Valladolid, tres partidos. El preparador no está para ringorrangos, sino para diseñar equipos competitivos, en los que el reparto de esfuerzos y minutos no afecte al rendimiento. Por ahora, le ha salido bastante bien, aunque las ojeras se le vean desde Sebastopol y la aparición de canas y más canas le recomiende un teñidito con Just for men. Parece un poco irrespetuoso sugerirle un plis violeta de aquellos que usaban nuestras amonas. ¡No le veo!

Las mismas o parecidas canas las peina Javier Aguirre, el entrenador que ayer visitó Anoeta. Otro individuo curtido en mil batallas, con más tablas que casi nadie y con la capacidad de obtener rendimiento de los equipos que maneja. Ha pasado por mil sitios, ha entrenado a grandísimos jugadores y hoy está en Mallorca. Seguro que muchos le califican de entrenador resultadista. De él pudiera hablar Take Kubo y quienes le contratan para eso, precisamente, para no perder el oremus. Va de cara y esconde pocos secretos. Terminó con un rebote del diez, porque le anularon un gol a su equipo y peleó hasta el final por un punto que no llegó a la mochila.

Suelo entretenerme en las previas tratando de adivinar qué once inicia el partido. Nunca hago pleno. No hay dudas de que a día de hoy, los habituales en punta son Take y Sorloth. Como en la canción de Maria Dolores Pradera “vamos amarraditos los dos, espumas y terciopelo”. Podría decirse lo mismo de Brais, Silva y Merino, variando el ancla y los defensas, con Remiro indiscutible bajo palos. Una especie de equipo médico habitual, protagonista de esa racha triunfal que anoche añadió una muesca más con un triunfo corto, peleado, con apuros y con la nota triste del fallecimiento de un aficionado.

Se le puso el encuentro muy pronto de cara y eso, en este tipo de partidos, es un cheque al portador. El rematazo de Merino animó el cotarro y desde ese punto de partida el equipo debió sentenciar mucho antes. Otro saque de esquina lanzado por Brais y otro chicharro. El conde, efervescente. Sucede que unas veces por fas y otras por nefas, el balón no entraba en las redes baleares. Que si el portero, que si el palo, que si… sabemos de sobra que en estos partidos terminas sufriendo y que el rival te puede aguar la fiesta. Es obvio que el Mallorca trató de complicar la vida al cuadro txuri-urdin y le apretó lo que pudo y más. La Real no se sintió cómoda y seguro que no disfrutó con el juego, pero está el asunto como para decirles algo o poner un pero. Diez jornadas de Liga, terceros en la tabla, invictos en Europa y aguantando carros y carretas. Y él, también. Suenan ecos de renovación de contrato.

Apunte con brillantina: Llovía en Donostia, pero ni gota a 20 kilómetros. Llovía en Valladolid y los pucelanos se dieron un festín. Los de Pacheta le metieron cuatro a los vigueses, alguno de los tantos en acción de balón parado. Obligatorio nivel de concentración y oportunidad de disputar un buen partido este sábado ante un rival diferente. Cambiamos ensaimadas por cordero. ¡Que no se indigeste!