No he estado nunca en Chipre. De hecho, en caso de viajar, era el sitio más atractivo de los tres que nos cayeron en suerte el día del sorteo. Ese país acogió a futbolistas que no le hicieron ascos a vivir la experiencia. Como sucede en estos casos, a unos les ha ido mejor que a otros, pero daba la pinta de ser un destino agradable, salvo por el calor. Cuando muchos de ellos colgaban fotos en Instagram, lo hacían cerca del mar, playas, barcos y chiringuitos. ¡Ni tan mal!

Ignoro si al final terminaron hablando griego o turco, pero se adaptaron perfectamente. Mikel González, más de Arrasate que Maritxu Kajoi, a punto de cumplir los 37, lleva cinco años en el AEK Larnaca. Encantado de la vida, como en su día lo fueron Toño Ramírez, Alain Eizmendi, Igor Gabilondo, Manu García, Imanol Idiakez como entrenador, así como Andoni Iraola, hoy en el Rayo. El último en llegar ha sido Oier Olazabal, el meta que pertenece al Pafos. Seguro que hay más, pero la memoria llega hasta donde alcanza. Cuento esto porque el fútbol de aquel país funciona con jugadores de infinitas procedencias e infinitas nacionalidades.

Uno de esos perfiles correspondía al visitante de ayer. Llegaba el Omonia, un no muy conocido de mi álbum de cromos. Como suelo ponerme nervioso viendo partidos por la tele, hice zapping varias veces durante la contienda de Manchester. Así como el Sheriff me pareció peligrosísimo, los chipriotas no me cautivaban en exceso y llegué a la conclusión de que eran asequibles. Después del pluribatacazo de Getafe, lesión incluida de Sadiq, y la necesidad de reencontrarnos, pensé que no era mala la oportunidad. Si en el concurso del restaurante Txuleta cambian de pregunta y solicitan la posible alineación del equipo para el partido de ayer, no acierta ni el que la diseña. Imposible cuadrar semejante culebrón.

El míster no dejó de pie títere con cabeza. Zafarrancho en las tres líneas y, por supuesto, equipo inédito donde los haya. Cuando antes del partido entré en la web de la UEFA y vi el once inicial, viajé raudo a la cocina en busca de un té reparador, sin pastas ni homenajes. Cuando el partido se niveló en el marcador, volví para meterme una tisana de relajación, porque me temía lo peor.

Alguien dijo que un buen informador es quien puede defender una idea y la contraria con la misma fruición. En el caso de este partido era posible sacudir estopa a diestro y siniestro o valorar, positivamente, el resultado, la suma de puntos, el liderato del grupo y la victoria reparadora en medio de tanto trauma. Por buscar más cosas de valor y trascendencia, destaco el golazo de Guevara y la jugada del que sentencia. Me alegro mucho por el centrocampista, porque en algún momento del camino no lo ha pasado bien. Y, por supuesto, por el delantero. El equipo le necesita en las actuales circunstancias más que nuestras lechugas unos cuantos días de sirimiri. Al paso que vamos, sólo nos van a salir cactus.

El tándem Kubo-Sorloth hilvanó un dibujo animado que devolvió a la grada la alegría perdida, porque ellos también pensaban en una decepción. Me gusta la conexión entre ambos. Estos partidos se repiten y repiten hasta la saciedad. Ganar nunca es fácil, porque el contrario también juega. Se pudieron llevar una goleada, simplemente, si la Real acierta en las ocasiones claras que dispuso. Ocurre que más de una vez el lucero del alba compra entrada, o entra sin pagar. Se pone delante y no hay quien le meta un gol. Porcentaje elevadísimo de posesión, pero poca velocidad, poco chut entre palos y la sensación de increencia en algún momento. Los chipriotas montaron un autobús de línea, de los de Londres, con dos pisos. Cinco atrás y los demás arropaditos. Es entonces cuando surge el debate del afamado rombo y esas cosas con las que las tertulias se martirizan, jalean y entretienen. Es el momento del ¡paciencia, hermanos! mientras transcurren los minutos sin que pase nada extraordinario. El chaparrón repentino despertó a la feligresía porque jarana no había mucha. ¡Ni uy, ni ay, ni leches!

A Imanol le salió el plan en buena medida. Repartió esfuerzos y algunos futbolistas habitualmente titulares no pisaron el césped salvo para saludar. Es obvio que pensaba en el Espanyol. Cumplió con el objetivo de los puntos, aunque en algún momento mostrara desazón desde la banda. Como el calendario y la exigencia no conceden treguas, todo lo que sea alcanzar objetivos a corto plazo bienvenido sea. Más allá de la hermosura en el juego y esas cosas que nos gustan, prietas las filas.

Apunte con brillantina: en el año 1964, la italiana Gigliola Cinquetti ganó el festival de Eurovisión con la canción Non ho l’etá (No tengo edad) per amarti (para quererte). Era demasiado joven según la letra. Dicen que para todo existe una edad. Por ejemplo, rey a los 70. Anuncia Roger Federer que cuelga la raqueta a los 41. Un venerable del balonmano, Rolando Uríos, retorna a la actividad con 51 al Alarcos-Ciudad Real. El internacional Dani Güiza, con 42 tacos, ha firmado por el Algaida de la Primera División andaluza. Dos remeros como Luis Pazos (53) y Fernando Rua (47) compitieron en la clasificatoria de La Concha hace unos días. Se anunció que el próximo 12 de octubre Ortega Cano, casi de mi quinta, volvía a los ruedos en Sevilla en una corrida benéfica. No debe ser cierto. ¡Ya no queda vértigo!