Zarautz vivió el pasado domingo al mediodía un acto donde presentaron a Laxaro Joalduna y Sorgiña, los dos nuevos gigantes que se incorporan a la familia festiva de la villa costera. Las figuras, por encargo del Consistorio zarauztarra, han sido realizadas por el artista Rubén Platero y fueron dadas a conocer en la plaza, con una gran expectación en un ambiente festivo, a la vez que navideño.
El acto contó con la presencia de un invitado muy especial: Laxaro Erregerena, joaldun de Ituren, que ha participado en 51 ocasiones en las Euskal Jaiak de Zarautz. Junto a él estuvo también el propio Platero.
Empezó con 15 años
Aunque es natural de Ituren, Erregerena vive desde hace años en Donostia. Su vínculo con Zarautz, sin embargo, es muy fuerte. Empezó con tan solo 15 años y este mismo año, ya con 71 años (hoy tiene 72), volvió a colocarse el traje y los cencerros como lo lleva haciendo durante toda su vida.
“La tradición del joaldun viene de muy atrás. En Ituren se hacían zanpantzarras en carnavales y las Euskal Jaiak de Zarautz tienen más de 100 años”, explica a este periódico.
"Un año nos llamaron de Zarautz"
Fue precisamente esa conexión entre pueblos la que le llevó por primera vez a la villa. “Un año llamaron a Ituren para ver quién podía ir a tocar los cencerros y uno de ellos fui yo”, recuerda.
Desde entonces, Laxaro ha llevado el sonido del cencerro mucho más allá de Gipuzkoa. “Suelo ir a todos los sitios que me llaman. He estado hasta en una fiesta vasca de Washington; estuvimos unas cien personas, con Kepa Junkera, aizkolaris, joaldunas...”.
Preparación para ser joaldun
Erregerena asegura que ser joaldun no es duro, ni siquiera con el paso de los años. “Los años no pesan. Yo me preparo mucho, todos los días”. Su rutina es la siguiente: bicicleta, pesas, gimnasio con monitor, largos paseos por la playa y baños diarios en el mar.
También se cuida mucho con la comida. “No bebo alcohol, aunque a veces cae algún Chardonnay”, confiesa con una sonrisa. No lo hace únicamente por la tradición. Y es que, tras jubilarse después de 36 años trabajando en el Hospital de Arantzazu, decidió seguir cuidándose “por convicción personal”.
Del cencerro “me gusta todo. Cada vez gusta más a la gente. A los niños les fascina y es muy emocionante”. Aprovecha esa curiosidad para transmitir la memoria oral que recibió de su abuelo. Cuando no había teléfonos, el cencerro era el medio de comunicación entre caseríos. “Según cuántos golpes se daban, se sabía si había parido una vaca o si alguien estaba enfermo. Era el teléfono de los caseríos”. Después salían en los carnavales de Ituren y así siguió. La tradición sigue viva también en Zubieta, “aunque con vestimentas distintas.
El día del homenaje
El pasado domingo, Erregerena acudió a Zarautz sin imaginar lo que le esperaba después. En septiembre, duante la celebración de las Euskal Jaiak de Zarautz, Xabier Txurruka, alcalde de la villa le había adelantado que “le iban a hacer algo”, aunque nunca pensó que sería de tal magnitud.
Erregerena acudió al encuentro, citado a las 12.00 horas del mediodía. Llegó a la plaza acompañado de su familia. Cuando llegó, vio un gigante cubierto, pero ni siquiera entonces sospechó que fuese él. “Pensaba que me harían un homenaje, por llevar 51 años tocando allí”.
El momento culminante llegó cuando se descubrió el gigante. Aunque había acudido con su familia sin saber exactamente qué iba a suceder, Erregerena reconoce que los nervios le acompañaron desde el día en que fue citado.
"Se me saltaron las lágrimas"
“Pensaba que sería un homenaje. En mi vida imaginé que sería un gigante con mi cara”. Rodeado de amigos, músicos y de sus nietos, la sorpresa fue absoluta. “Uno de mis nietos ya me comentó que igual era un gigante con mi apariencia, pero yo le decía que no sabía nada, que no creía que hicieran un gigante con mi rostro. Cuando lo destaparon, fue impresionante. Se me saltaron las lágrimas y todo”.
El de Ituren aún sigue emocionado cuando lo recuerda. Además, Erregerena insiste en que el homenaje va mucho más allá de su persona. “Estaré yo en la figura, pero representa a todos los que tocan los cencerros y a todo el pueblo de Ituren”.
"Sería gracioso salir yo mismo de mi gigante"
El parecido con el gigante le arranca una sonrisa y lo toma como un estímulo más para seguir cuidándose y “manteniéndose activo”. Aunque no se imagina llevando algún día su propio gigante, admite que sería “bonito y gracioso salir yo mismo de mi gigante”.