Minuto 31 de partido. El cuaderno donde se apuntan las ocasiones en blanco. Centro de Zaldua, primer balón que toca Oyarzabal que se estrella en la escuadra e Isak, que también casi se estrenaba en la contienda, remacha de cabeza para anotar el que sería, a la postre, único tanto del encuentro. Poco más. Bienvenidos a Getafe. Así es como se cuenta el fútbol aquí. La carta de invitación a la fiesta la recibió nada más iniciarse el encuentro Álex Remiro, con un manotazo en la cara sin venir a cuento de Mata. Ellos son así, pero todo es casualidad y cosas de la guerra en la que no hacen prisioneros. El delantero parecía querer batir un récord y golpear al menos una vez a los once rivales que tenía enfrente. ¡Y sin tarjeta! En resumen, una maquiavélica misión absolutamente orquestada por su entrador, Bordalás, una de las mayores vergüenzas de la Liga de los últimos años. Intentar hacer trampa debería ser una estrategia en vías de extinción con todo lo que se ha avanzado en el fútbol. En cierta manera es así, porque el Getafe y su estilo parecen la aldea de Asterix y Obelix, que aún resiste, pero desgraciadamente el VAR, en lugar de acabar con este tipo de actitudes fraudulentas, lo que hace es darles cobertura. Si encima programas de televisión en teoría reputados y comentaristas, como ayer Cañizares, que batió su propia plusmarca de hacer un ridículo espantoso, les justifican y les ríen las gracias, pues seguirán llegando lesiones como la de Ocampos y como pudo sufrir Illarramendi con una entrada de juzgado de guardia del Cucho Hernández. Y luego es cuando vendrán las lamentaciones.

Es inadmisible que González Fuertes, uno de esos colegiados que nadie entiende cómo puede permanecer una semana más en la elite, acabara mostrando el mismo número de amarillas a jugadores de campo de ambos conjuntos. No tiene explicación. Con Illarramendi tendido en el suelo dolorido, los locales formaron una piña para protestarle al árbitro, cuando los que deberían estar clamando al cielo por no haberle mostrado la roja eran los blanquiazules. En fin, crónicas de Getafe.

Manual de supervivencia en la charca del Coliseum. No deja de ser curioso que la Real sobreviviera a la maldición que le perseguía en un estadio incómodo que el anfitrión convierte por momentos en un ring de boxeo, con su arsenal ofensivo de gala. Imanol no quiso protegerse, como hizo por ejemplo el año pasado cuando alineó una defensa de cinco. El oriotarra reafirmó su apuesta por la calidad de su plantilla. Y se puede entender, porque Illarramendi, Merino, Silva, Januzaj, Isak y Oyarzabal forman uno de los frentes de ataque más completos de toda la Liga. Si aumentara el número de comensales, se podrían sentar hasta en las mesas de los tres gigantes del campeonato. Es más, Imanol lo sabe, por eso no puede ni aguantarse las ganas de alinear a todos juntos aún arriesgando bastante como hizo con Oyarzabal y Silva, que llegaban algo justos de fuerzas a la cita. Y le salió todo bien. Porque, además de ser futbolistas distintivos, capaces de marcar diferencias en cualquier momento, también saben ponerse el buzo de trabajo y remangarse para la lucha cuerpo a cuerpo. Esta vez la Real pareció haber aprendido a sobrevivir en unas aguas llenas de amenazas. Prohibido fallar, prohibido regalar y obligatorio aprovechar las pocas ocasiones que vas a generar ante un rival duro, que nunca pierde el orden, te asfixia en la presión y concede muy pocas oportunidades.

A lo largo de una temporada se producen todo tipo de situaciones y de picos de forma, el equipo que suele alcanzar el éxito es el que consigue reciclarse, ir aprendiendo las lecciones y levantarse una y otra vez cuando cae. Sin lamentarse de las heridas. Si la Real hubiese jugado como lo hizo ayer en la segunda parte ante el Betis en la Liga, no le habrían ni recortado la ventaja. Mantuvo siempre al Getafe alejado del área y no le dejó rematar ninguna vez entre los tres palos. Literal, porque Remiro no tuvo que hacer ninguna parada en los 90 minutos. Y esto habla muy bien de la forma en la que defendió el equipo, de su madurez y de su capacidad de aprendizaje. Imanol se quejaba de que no tenía malicia, que puede ser verdad, pero lo que no admite discusión es que es muy capaz de competir con la misma garra, casta y ambición que cualquier otro rival, a pesar de que la calidad que había presentado en el campo era de muchos quilates.

Mención especial también para Isak. El hombre del norte que recupera su mejor versión hasta convertirse en imparable cuando llega el frío invierno. Lleva cinco goles en cinco partidos, pero no es solo eso. Su velocidad y su talento individual le permiten ser un peligro constante para las zagas adversarias. E Illarramendi. Nadie podía imaginar que iba a regresar como si no hubiese perdido dos años por las malditas lesiones. Mejora las prestaciones defensivas y ofensivas del equipo, juega siempre fácil, rompe líneas con los pases, tiene la experiencia e inteligencia para estar bien colocado y adelantarse... Este sí que es el mejor fichaje invernal.

La Real entró fuerte en el partido, con la intención de imponer su estilo de juego. Pero no tardó en darse cuenta de que no le iban a dejar mover el balón como le suele gustar. Esto motivó que a los pocos minutos el duelo ya tuviera el ritmo que más le interesaba al Getafe, con posesiones cortas, un toma y daca constante y una guerra de guerrillas en cualquier parte de campo. A la media hora de partido, Zaldua puso un centro perfecto a la espalda de Damián, donde apareció, quién si no, Oyarzabal, cuya volea escupió la escuadra y el rechace lo cazó con la testa Isak para anotar de cabeza. El inescrutable mundo de los delanteros, esa gente particular que cuando está en crisis no marca ni al arcoíris y que cuando está de dulce le caen todos los rechaces cuando pasaba por ahí...

Nada más reanudarse el partido tras el descanso, un Januzaj más tímido que de costumbre estuvo a punto de doblar la ventaja en un centro chut que se envenenó tras rozar en un defensa azulón. La Real parecía controlar bien el tiempo del encuentro, pero en Getafe nunca sabes lo que te espera a la vuelta de la esquina. La única ocasión getafense fue un magnífico cabezazo del Cucho que se marchó fuera. Sin que Remiro se viera exigido gracias al muro levantado por sus defensas que ganaban todos los duelos individuales, en el descuento, Carlos bajó a lo Romario un balón largo de Zubeldia y casi anotó de chut cruzado con la derecha. Bordalás, con su habitual show circense y despreciable, provocó que el duelo se apagara dos minutos antes de que el colegiado señalara el final.

Se nos olvida y es muy importante. Tres puntos de oro en un estadio en el que solo guardábamos postales de tristeza e impotencia. Con los mejores, la Real siempre va a estar mucho más cerca de ganar cualquier partido. Cuidado, porque este equipo sigue aprendiendo lecciones y llega al momento clave del curso con su once de gala. Se siente fuerte y poderoso. Y por fin ha recordado la fórmula del éxito. Si fuese el técnico del Manchester United que ha ido elaborando los informes de sus encuentros estaría bastante preocupado...

En la primera ocasión, la Real marcó el único tanto en un centro de Zaldua, que remató Oyarzabal y que remachó en boca de gol Isak

En la segunda parte y, a pesar de que estaba plagado de jugadores ofensivos, el equipo defendió como nunca y no concedió ocasiones