no, que se ha pasado media vida jugando al fútbol federado, siempre se ha imaginado la Federación Guipuzcoana de Fútbol como una oficina cualquiera, llena de gente aburrida tramitando fichas, seguros médicos (ojo que en esto también hay lío), poniendo los horarios de los partidos y, si me apuras, con esos afortunados privilegios para conseguir entradas de eventos balompédicos. Por eso hay algo que se me escapa. No entiendo la violenta guerra de vanidades que se ha desatado para sustituir a Juan Luis LarreaJuan Luis Larrea. Era obvio que 33 años en el poder desgastan mucho, más aún cuando el donostiarra siempre ha adoptado un papel protagonista hasta el punto de ser durante una gran temporada el tesorero de la Federación Española, pero visto lo sucedido una vez ha dado el paso a un lado resulta imposible no pensar que quizá hubiese sido mejor que no hubiera cambiado nada.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que si los actuales mandamases de nuestro fútbol son Javier Tebas y Rubiales, en las autonómicas te puedes encontrar una fauna de cuidado. El que parecía un proceso para modernizar tanto la federación como el fútbol ha acabado en una impresentable y poco ejemplar guerra de guerrillas entre dos plataformas formadas por anónimos que no han estado a la altura de lo exigido una vez se han convertido en personajes públicos. Con la consiguiente trascendencia que cobran tus palabras. Las acusaciones desde sus respectivas trincheras han sido constantes, como si les fuera la vida en ello, cuando al resto del planeta le daba bastante igual. Por eso algunos hemos llegado a creer que en la sede de la Federación guardaban el oro de Moscú, porque mi impresión era que el fin justificaba todos los medios. Que valía cualquier cosa con tal de menospreciar y atacar al rival. Y no, lo siento, en estos cargos, no puede valer todo y como representantes del fútbol guipuzcoano están obligados a mantener un mínimo de decoro. Lo peor es que, de lo que menos se ha hablado ha sido de sus programas electorales. Es decir, el debate enriquece y aquí no ha habido ninguna posibilidad de que la competencia les permitiera mejorar porque no se podían ni ver. Una cosa de locos.

Empiezo por el bando perdedor en el que su cabeza de lista, Adrián Merino, parecía adoptar la medida más coherente visto el lamentable espectáculo en el que se había convertido la carrera por la presidencia. Una semana antes de las elecciones anunció su renuncia por lo que le iba a sustituir José Luis Colina, uno de los veteranos federativos. Sinceramente, las normas impedían que se cambiaran las planchas durante el proceso electoral, por lo que su intención era aguantar hasta que se votara, para después presentar su dimisión. Una maniobra legal pero cuanto menos discutible en el apartado ético y moral. Sus adversarios les catalogaban de continuistas.

Y luego está la candidatura ganadora. Liderada por Manu Díaz, un aficionado del Athletic, pasión que no ha ocultado en sus redes sociales donde ha mostrado poseer un gatillo fácil. Bueno, ahora dice que ya no es zurigorri, lo cual sí que parecería inquietante porque a los niños hay que decirles que a los cinco años elijan un equipo y lo mantengan para toda la vida. Si cambia por el fuego que más calienta, desconfía, siempre. Aunque por supuesto es respetable y no le inhabilita (al menos legalmente), resulta bastante sorprendente que sea él mismo quien se postule para presidir la Federación Guipuzcoana y que no haya ningún otro miembro de su plataforma que diga "menudo disparate, mucha gente no lo va a entender". Y es curioso, porque una de las primera patatas calientes con las que se va a encontrar el nuevo presidente es el caso del Antiguoko y su firma como club convenido del Athletic para los próximos diez años, celebrado en Ibaigane como su mejor victoria del curso pasado.

Es precisamente esta marejada que generó la fuga del club del Antiguo la que puso nervioso a Jokin Aperribay y decidió tomar cartas en el asunto de forma tan descarada como reprochable. El presidente de la Real está en lo más alto del fútbol guipuzcoano, se encuentra a otro nivel, no se entiende cómo decidió mancharse las manos de esa manera en un asunto en el que debería haberse mostrado ecuánime. Primero, en una rueda de prensa en la que, a una pregunta preparada con su medio amigo, respondió que "le gusta que haga esa pregunta" mientras sacaba un folio que tenía preparado. Lanzó una oda a Larrea, a quien le ha empujado a que se vaya de la Federación, y tras un teatrillo, "como presidente de la Real no debería mojarme, pero lo voy a hacer" se posicionó a favor de la candidatura de Manu Díaz. El caso es que, dos de sus consejeros, el director de la cantera y el presidente de la Fundación, auténtica mano derecha del presidente en la sombra, comenzaron una rueda de visitas y llamadas a los clubes para convencerles de que votasen a Manu Díaz. Hace un mes, cuando el tema parecía decantarse de forma manifiesta del bando de Merino, convocaron a las dos partes en Anoeta para intentar que llegasen a un acuerdo. En el encuentro, el propio Aperribay propuso a Merino que Díaz fuese el presidente y él un vicepresidente con mucho poder, "casi más que el presidente". Como es normal estos se frotaban los ojos, iba a ser el primer vicepresidente que mandara tanto o más que un presidente. Como NOTICIAS DE GIPUZKOA cazó la reunión, lo que le sentó mal, y ninguna de las dos partes tenía una voluntad de ceder en sus pretensiones, desistió en su original e inesperada misión de casco azul. Y a partir de ese momento, no sabemos si con la música de El Padrino sonando de fondo, el propio presidente ha ido llamando a todos los clubes suplicándoles una limosna en forma de voto. Con medidas de presión tan pintorescas como visitas a Anoeta para chavales, equipaciones como chándals, obras de sus instalaciones... En una sola palabra, patético. Muchos presidentes de clubes se han quedado asustados con la agresiva y pendenciera actitud que ha adoptado la Real.

Ahora llegará el momento en el que nos explique de forma clara y rotunda la razón por la que se ha postulado de forma tan visible y notoria para asegurarse el control de la Federación. El caso es que, al menos hasta la fecha, no lo tenemos nada claro ni nadie nos lo ha razonado. Y que conste que esto no es una historia de buenos y malos. Ni los buenos son muy buenos, ni los malos son tan malos. Todos han estado fatal. El fútbol guipuzcoano se merecía unas elecciones más limpias y que, en lugar de dividirse, unieran. Pero el que se ha quedado en claro fuera de juego ha sido la Real, un club que, como reconoce un extxuri-urdin en privado, "va como un avión en lo deportivo, pero por dentro es de regional". A quien corresponda.