o solo sé bailar agarrao. Agarrao a un vaso con una bebida que minimice el patético momento. Que me rechazan, echo un trago. Que me piden meneo, limito las revoluciones (y mi nivel de patosidad) con la excusa de no derramar la bebida, que en una discoteca se paga a precio de tinta de impresora. Y el resto del tiempo lo paso sujetando la barra, la columna o la pared. Por eso, que ahora permitan el baile, pero a cambio de abandonar tu vaso (él nunca lo haría) en una mesa apartada para irte tú a la pista como un vaquero sin pistola suena a medida trampa. Y qué quieren que les diga, a mí desde crío me enseñaron que no hay que apartar la vista del vaso por si te echan algo, aunque en la vida real signifique lo contrario, que un colega se lo ventile de un trago o que el camarero se lo lleve pensando que ha sido abandonado (¿eso existe?). Así que me temo que pisar la pista va a ser ahora como quien se baña en la playa intentando no perder de vista la toalla bajo la que guardas la ropa y la cartera con la misma seguridad de quien deja la llave de casa debajo del felpudo. Es verdad que nos hemos sentido personajes de Footloose en un extraño mundo en el que estaba prohibido bailar pero este desarme de vasos para que bailemos sin nada en la mano, no va a acabar igual de bien. Lo bueno de todo es que con la mascarilla puesta queda la esperanza de que no me reconozcan... espero.