Todos los prónosticos apuntan a que las elecciones al parlamento se celebrarán en marzo, aunque esta es una prerrogativa del lehendakari, que tiene hasta junio para convocarnos a las urnas. Hasta que llegue la fecha, el final de la legislatura convivirá en paralelo con la precampaña sin dos de las figuras más representativas de la política vasca de las últimas décadas en la parrilla de salida. Ya se habla de cambio ciclo porque ni Urkullu ni Otegi se presentan a las elecciones, aunque es una verdad a medias, por cuanto el de Elgoibar seguirá en primera linea como líder de EH Bildu. En la comparecencia que protagonizó a comienzos de semana para anunciar que no será candidato a lehendakari, a preguntas de los periodistas rechazó que la elección de otro perfil como cabeza de lista tenga nada que ver con el peso de su mochila. Según dijo, el pasado es una clave que no ha entrado en juego porque como lo ha demostrado Pedro Sánchez con los siete millones de votos que logró en las legislativas de julio pese al Que te vote Txapote, la violencia es un factor que está “superado”. Creo que tiene razón si reducimos la cuestión a términos electorales. Al fin y al cabo, hace más de una década que se acabó la violencia y hoy las aspiraciones y problemas de este pueblo responden a otras prioridades y necesidades. En términos históricos, sin embargo, todavía hay facturas por liquidar y esas deudas correrán a cargo de todos mientras sus responsables sigan aplazando el pago.