En vista de que la negociación para la investidura de Sánchez parece encarrilada y se ha esfumado cualquier posibilidad de impedirla a través de la aritmética parlamentaria, ahora mismo, a la derecha no le queda otra carta que jugar que la de la movilización. Con la inestimable ayuda de sus potentes altavoces mediáticos, sacar a la calle la máxima cantidad de ciudadanos posible para caminar tras la pancarta al ritmo de lemas contrarios a la absolución de los condenados e imputados en la distintas causas vinculadas al procés. Tras la concentración de hace unas semanas en Madrid, hoy es el turno de Barcelona, convocatoria que ha corrido a cargo de ese bastión unionista llamado Sociedad Civil Catalana, que rechaza la amnistía porque es una nueva cesión a los nacionalistas a cambio de votos. Un argumento, el que convierte en chantaje las demandas de los nacionalistas y en propuestas las de los constitucionalistas, ya muy visto. La estrategia de caldear el ambiente mediante la movilización ciudadana tiene el problema de la comparación y ya les costará llegar a las exhibiciones del independentismo, que a la postre de poco sirvió para el objetivo que se buscaba. Protestar y manifestarse es un derecho fundamental que merece la máxima protección, pero sus efectos creo que están sobrevalorados. Lo que sirve son las mayorías y ahora mismo, se está trabajando una en el Congreso. En la derecha pensarán que siempre les quedará el comodín de la justicia.