Al final, no fue para tanto y lo que parecía un diálogo condenado al fracaso por las condiciones imposibles que exigía Junts, acabó siendo un parto indoloro que aplaza al decisivo trámite de la investidura la negociación del nudo gordiano que debería encauzar la legislatura. La pelota sigue rodando y Sánchez, vivito y coleando, pese a que su esquela ya estaba en imprenta a punto de ser publicada tras el famoso debate contra Núñez Feijóo. Hay que reconocerle al presidente español una habilidad fuera de lo común para atraerse todo tipo de aliados, que acuden al rescate a cambio de contrapartidas a la medida del socio. Otra cosa es su cumplimiento. Me vienen a la memoria la mesa de diálogo con ERC, las transferencias con el PNV, el solo si es sí con Unidas Podemos o la derogación de la reforma laboral con EH Bildu. Todos estos apoyos los ha renovado Sánchez en el trámite de la constitución del Congreso de los Diputados y nada hace pensar que no los tendrá en la investidura. Es lo que tiene la amenaza de Vox. Todo pasa por Junts y por la solución de la suerte judicial y penal de los condenados e imputados en el procés, una salida que responde a lo que dijeron los catalanes en las urnas el 23J. Lo que está claro es que en la tómbola en la que se ha convertida la política española, Sánchez siempre se lleva la chochona.