Con el recuento del voto extranjero, que ha asignado al PP un acta por Madrid que poseía el PSOE, se ha revelado la fotografía definitiva del Congreso de los diputados. Este pequeño baile en el reparto de escaños que apenas altera el cuadro general de cara a la configuración de una mayoría estable, sin embargo, obliga al PSOE a lograr de Junts un cambio en el sentido de su voto para amarrar la investidura de Sánchez. No basta su abstención, necesita el apoyo, al menos, de uno de sus diputados, dando por supuesto el sí del resto de sus potenciales aliados. El presidente español ha abierto un paréntesis hasta la constitución de la cámara legislativa, prevista para mediados de agosto. Más que unas vacaciones suena a maniobra para ver como se van decantando las fuerzas cuyo respaldo necesita para seguir anclado en la Moncloa y evitar la repetición de las elecciones. Es un juego conocido, porque es del que se ha valido a lo largo de la última legislatura para lograr apoyos a cambio de nada en muchos trances parlamentarios: el de la amenaza latente de la derecha extrema y la extrema derecha. Es la advertencia que se le ha lanzado a Junts, y que sobrevuela sobre todos los demás, al saberse la necesidad de su voto afirmativo, como si el partido de Puigdemont no tuviera compromisos con sus votantes o líneas rojas.