El trío instrumental Gilipojazz surge de la combinación aparentemente imposible entre el rock progresivo setentero y el surrealismo y el absurdismo de los Monty Phyton. Una mezcla que conecta tanto con los amantes de la música como con los que buscan el humor sobre el escenario.
¿Quiénes son Gilipojazz y de dónde viene un nombre así?
-Gilipojazz son tres individuos que básicamente se encargan de hacer la música que les da la gana. Sin estar cerrados en ningún tipo de género, aunque el grupo orbita entre el funk y el progresivo, el espíritu es que cabe cualquier tipo de música. Respecto al nombre, es algo que se me ocurrió a mí cuando tenía 18 años y me pasé unos doce intentando convencer a distinta gente para ponerlo, hasta que finalmente fue posible con Iker García (guitarra) y Pablo Levin (batería). Ponerle el nombre de Gilipojazz a un grupo implica unos valores. Gente que tampoco se toma muy en serio a sí mismo.
Su primer disco se titula '¿Dónde está el jazz?' y quería preguntarle eso mismo: ¿Dónde está el jazz en esa mezcla de estilos que hacen?
-Cuando lanzamos nuestro primer tema, Iker me debe un café, hubo varios comentarios preguntándonos dónde estaba el jazz. Nos hizo gracia y lo cogimos. Es un reflejo de que no solo somos jazz, en el disco hay rock, funk, punk y hasta boleros.
No le hacen ascos a ningún tipo de estilo.
-Absolutamente a ninguno.
¿Se animarían incluso con el reguetón y sonidos más urbanos?
-Seguramente a eso no, pero no por no querer, sino porque, al ser algo que no escuchamos, no estamos familiarizados con sus elementos musicales. Pero a nivel ideológico, por supuesto que se podría.
Dicen que son un grupo instrumental al 87%. Lo tienen estudiado.
-Creo que ahora mismo es al 87,92% (risas). Cuando empezó el grupo estaba clarísimo que iba a ser instrumental, pero a medida que fuimos tocando en directo empezamos a meter diferentes partes vocales. Lo bonito de la música instrumental es que para una persona puede significar una cosa y para otra, otra cosa. A nosotros nos gusta incluir algún tipo de letra que pueda evocar a la canción. Por eso decimos que ese 13% aproximado es para las posibles letras.
Por lo tanto, ese porcentaje va variando.
-Es una constante evolución. Nosotros quedamos para ensayar y a saber lo que sale. Sinceramente, lo hacemos sin ser conscientes de ello.
Lo que es una marca innegable suya y que va asociada al nombre del grupo es el humor, ¿no?
-Sí. Es una extensión de nuestra personalidad, pero tampoco hubo una intención en ello. Nosotros pensábamos que íbamos a ser un grupo de sótano, de solo componer, pero a medida que hemos ido dando conciertos nos ha salido hacerlo más teatral y cómico. Ha sido un proceso natural, nada forzado en busca de hacer reír. Lo bueno de ver a Gilipojazz en directo es que no solo es música que puedes apreciar, sino que también te puedes reír.
Mucha de esa teatralidad también está implícita en los originales vídeos que hacen de los temas.
-Sí. El primer vídeo que hicimos, el de Iker me debe un café, iba a ser el típico en el que se ve al grupo tocando en el estudio, pero un día se me ocurrió la idea de crear una historia en torno al título y desde entonces buscamos que cada vídeo tenga ese extra de humor y cómo aplicárselo a una canción que en principio no tiene mensaje. A mí me parece una cosa divertidísima de hacer y que creo que la gente agradece.
¿Cree que falta originalidad en la música?
-Hay muy buena música en este país, pero sí que echo en falta apuestas más arriesgadas que se salgan de lo que es el mainstream. Seguramente muchas personas no lo echen en falta, pero yo sí porque escucho mucho rock progresivo de los 70, donde había una constante innovación. El objetivo de la mayoría de los grupos era diferenciarse de los otros, mientras que ahora creo que es todo lo contrario. Se intenta parecer a lo que más lo peta y repetir fórmulas. Es algo que respeto, pero, a mi entender, sería mejor que cada uno encontrase su mejor manera de expresarse con la música, lo que permitiría que hubiese más bandas diferentes con propuestas más arriesgadas.
Muchos cómicos como, por ejemplo, Los Gandules, utilizan la música para hacer reír, pero es menos habitual encontrarse con músicos que utilizan el humor. ¿Tienen referentes a este respecto?
-Mis referentes en cuanto al humor son los Monty Phyton. Son la base del surrealismo y el absurdismo. Y a nivel estatal, soy un fan absoluto de Faemino y Cansado. Creo que no hay que tomarse en serio el humor (risas).
Hablando de absurdismo, a ello se acercan mucho los tres temas titulados 'Afinación', el primero de 27 segundos y el último de solo cinco.
-(Risas) Es un tema que salió en el ensayo. Empecé a tocar las cuerdas y Pablo siguió con la batería y dijimos: "¿Qué ha pasado aquí?". Lo de hacer tres temas fue porque me gustan mucho los discos que tienen enlaces entre canciones y nos pareció muy gracioso hacer tres afinaciones y que la última fuese prácticamente nada.
Su mejor carta de presentación seguramente sea el directo y para ello tienen un verano muy completo.
-Sí. Apenas tenemos un año de vida, pero la verdad es que estamos teniendo bastantes conciertos. Para hacer la música que hacemos estamos teniendo una recepción increíble que no nos imaginábamos ni en el mejor de nuestros deseos. Tenemos un verano bastante completito.
Quizás gran parte de ese éxito radique en que es una propuesta que encaja perfectamente en un festival de jazz, blues o rock y en las fiestas de un pueblo, en plan verbena.
-Sí. Hemos tocado en distintos sitios y lo que más nos está gustando es que el grupo se adapta muy bien a cualquier lugar. Le puede gustar a los punkis, a los pijos y a un señor de 65 años. Somos bastante demócratas en ese sentido (risas).