Xabier Txapartegi Larrañaga recibirá este sábado el XII Txapelaundi Saria, un galardón que cada año concede la Asociación de Vecinos Alde Zaharra - San Juan de Irun a personas que, con su compromiso, contribuyen a que el barrio sea un lugar mejor para vivir y convivir. Nacido en 1937 en la casa familiar ubicada en la esquina de la calle Santa Elena, donde siempre ha residido, Txapartegi no solo ha estado muy vinculado al barrio, sino que también fue el primer alcalde democrático de la localidad tras la dictadura franquista. A pocos días de recibir el reconocimiento, confesaba que la noticia le cogió por sorpresa, pero la afronta con la misma ilusión con la que recuerda las fiestas de Ama Shantalen de su infancia o los partidos de fútbol que jugaba con sus amigos en la plaza Urdanibia.
El Txapelaundi Saria es un reconocimiento que se entrega a personas y entidades para premiar su compromiso con el barrio. ¿Por qué cree que le han elegido a usted este año?
No sé por qué he sido yo, la verdad es que no tenía ni idea de este asunto, pero cuando me lo comunicaron me dio una gran alegría, porque yo he estado muy vinculado al barrio toda la vida. En mis años de juventud participábamos en las fiestas de Ama Shantalen, y yo creo que puede venir de ahí.
Además de aquellas fiestas, ¿qué otros recuerdos guarda de su infancia y juventud?
Siempre hemos estado muy vinculados a la plaza Urdanibia. Ya de niños veíamos cómo se celebraba semanalmente la feria del ganado. Recuerdo que venían todos los baserritarras de la zona con sus vacas, bueyes o corderos, también solía haber ‘txerris’... También recuerdo que jugábamos a fútbol de banco a banco, todos los amiguitos del barrio. Siempre jugábamos allí, tanto las chicas como los chicos, pero lo hacíamos por separado. Nosotros al fútbol y ellas a la cuerda.
Desde aquella época el barrio ha cambiado mucho…
Ha cambiado como ha cambiado toda la sociedad, ¿no? Se han dejado de hacer los concursos de ganado y la plaza se ha transformado, porque antes estaba un poco al servicio de ese evento. Aunque sigue estando preciosa, como siempre, con sus árboles.
Su ama, Segunda, regentó la carnicería Larrañaga, en el bajo de la casa familiar, en la calle Korrokoitz.
Sí. Estaban su carnicería, la peluquería Patxi y en la esquina se vendían las chuches para los niños.
Durante su juventud, también jugó en el Real Unión.
Si. Siempre he sido muy del Real Unión. Jugué inicialmente en el Roca, el equipo filial, y luego en el Real Unión Juvenil hasta los dieciocho años, más o menos, porque después tuve que dejarlo por los estudios.
¿Perteneció a algún otro club deportivo de la ciudad?
Bueno, de jóvenes fundamos un equipo de baloncesto. Hicimos unas canastas con un carpintero del barrio y las guardábamos en el frontón Uranzu, algo que generaba cierta tirantez, pero es que no había otro sitio donde pudiéramos jugar. Fue algo bastante serio, incluso jugábamos en la liga de aquí.
Más allá de su estrecha vinculación con el barrio, usted fue el primer alcalde elegido de forma democrática tras la dictadura franquista en Irun. ¿Cómo vivió aquel hito histórico?
Aquello fue muy bonito, pero también muy duro, porque recibíamos muchas amenazas. Pero veníamos con un equipo muy unido y eso hizo que lo viviéramos bien.
Además de la política, también se ha desarrollado en otros ámbitos profesionales.
Así es. Yo soy perito industrial, lo que ahora se conoce como ingeniero técnico. Primero fui jefe de taller en Palmera, y después trabajé en una cooperativa que se llamaba Guria. Hacíamos excavadoras hidroeléctricas y viajé mucho, presentando las máquinas y haciendo trabajos. Posteriormente también he sido profesor en La Salle, de matemáticas y de lo que en cada momento me iba pidiendo la dirección del centro.
¿Cómo se vinculó a la política?
Siempre he estado vinculado a los movimientos sociales, y entré en la JOC o Juventud Obrera Cristiana. Y de ahí, como tenía mucha relación con la política, por mi ideología entré en el Partido Nacionalista Vasco.
¿Qué destacaría de los cuatro años en los que gobernó la ciudad?
Uno de nuestros principales retos fue resolver el problema del agua. No había agua, había muchas restricciones, sobre todo en verano, eran bestiales. De forma que la gente iba a coger agua al río… Entonces hicimos el embalse de San Antón. Fue un trabajo muy importante para nosotros. Nos unimos los dos municipios, Irun y Hondarribia, para comprar los terrenos que pertenecían a Lesaka, en lo que es el fondo del valle, donde estaba el embalse de San Antón. Y de ahí subimos el agua con turbinas importantes para mandar el agua a los dos municipios. Y eso todavía sigue funcionando. Otros retos fueron intentar pacificar un poco el país de la salida del franquismo y proteger a la industria.
Precisamente, en aquella época existían todavía en Irun grandes fábricas, como Porcelanas Bidasoa, Palmera o Elgorriaga, además de la Aduana. ¿Cómo era la ciudad a nivel económico y cómo ha cambiado?
Desde el punto de vista industrial no ha ganado. Lo que pasa es que han surgido otros negocios, otras actividades que no son propiamente de empresas. Comercio, relación con Hendaya y con Francia en general, tránsito… Destacaría que hubo un cambio más hacia el comercio y en ese aspecto hubo una época muy buena.
¿Y a nivel social?
En aquella época había un sentimiento fuerte de irundarrismo, y eso se reflejaba en las fiestas de San Marcial. Y luego había mucha vida de barrios: las fiestas de Santiago, de Anaka, de Ama Shantalen… Se vivía mucho por barrios.
¿Qué más destacaría de la evolución de Irun como ciudad?
Creo que lo más importante es que el país se ha pacificado. Todas aquellas divisiones que había del franquismo, tan duras, hoy en día no existen. La sociedad se ha transformado, hay más respeto mutuo y hay diálogo entre todos los partidos. Yo soy del PNV, pero tengo muchos amigos del Partido Socialista, de la izquierda abertzale... Hay otro diálogo, y creo que es porque hay un mayor nivel cultural.
Su vinculación con Irun no se limita al ámbito político, también ha sido, por ejemplo, presidente de la Sociedad Cultural Coro Ametsa. ¿Qué recuerdos conserva de aquella etapa?
En el mundo cultural, en aquel entonces la música tenía mucha importancia, tanto el coro de niños, como jóvenes y el coro Ametsa, que era el coro grande. Las personas clave de aquel movimiento fueron los Etxepare, Fernando, el director, y posteriormente su hijo Fernando.
¿También fue cantor?
(Ríe). No, no, solo presidente. El mérito artístico corresponde a los Etxepare.
Volviendo al presente, hoy mismo recibirá el Txapelaundi Saria. ¿Cómo afronta el acto de entrega del reconocimiento?
Si quieres que te diga la verdad, sigo un poco sorprendido y estoy un poco nervioso.