Si estas líneas fuesen parte de una novela de Marguerite Duras, probablemente, el lector no sabría quién es el narrador de la historia. También se encontraría con otros elementos estilísticos propios la nouveau roman, movimiento al que perteneció la escritora francesa. Pero, sobre todo, si esto fuese un texto de Duras, hallaría un relato muy introspectivo, salpicado de intenso dolor, devenido de los problemas que surgen cuando alguien ama demasiado. Ese sentimiento es, precisamente, el que capta la película La douleur / Memoir of Pain, de Emmanuel Finkiel, que compite por la Concha de Oro.

La cinta del cineasta francés está basada en una crónica autobiográfica de la propia Marguerite Duras, La douleur (El dolor), en la que la autora cuenta los últimos tiempos de la Francia ocupada por los nazis, el fin de la II Guerra Mundial y el dificultoso y traumático retorno a casa de los deportados.

La historia relata las vivencias de una Duras que sufrió aquel tiempo en sus carnes: esperó durante meses el retorno de su marido, Robert Anteleme, apresado por los nazis la escritora y su marido pertenecieron a la resistencia francesa y deportado al campo de concentración de Dachau. Durante mucho tiempo, la escritora vivió con la incertidumbre de saber si su marido estaba vivo o muerto. La desesperanza de la época y el agravio comparativo de otros compatriotas que volvían al hogar, supuso un padecimiento absoluto que sumió a la escritora en un profundo dolor y en la más extrema tristeza.

Melanie Thierry ha sido la responsable de meterse en la piel de la novelista de El amante (1984) y la guionista de Hiroshima, mon amour. "Duras era una mujer joven y moderna", afirmó ayer la actriz en la rueda de prensa de la presentación del filme, al tiempo que explicó que cuando le ofrecieron el papel sintió "vértigo" de representar a la conocida escritora.

A su vez, afirmó que, por primera vez en una película, se ha sentido "parte del proceso creativo" y que ha podido imprimir su sello en el personaje de la novelista. Sobre la intensa agonía que vive su personaje, Thierry confesó que no buscó "cómo trasmitir esa angustia", sino que es algo que surge de forma natural "cuando uno se abandona".

La adaptación

La adaptación de Marguerite Duras fue uno de los exponentes de lo que hoy en día se conoce como novela moderna. Para esta obra, en cambio, Emmanuel Finkiel decidió adaptar la obra autobiográfica El dolor que publicó en 1985.

Sobre la adaptación, el cineasta subrayó su intento de transmitir al espectador el profundo padecimiento de Duras. Para hacerlo, el propio Finkiel hizo introspección: "Se trata de buscar en nosotros mismos ese dolor. Se trata de sentirlo uno mismo. El dolor del que habla ella es el dolor que todos conocemos", expuso el realizador. A renglón seguido añadió que "todos hemos tenido pérdidas" y que solo desde ese "prisma" de sufrimiento un artista puede llegar a trasmitir ese padecimiento.

El cineasta francés quiso alejarse de la propia obra escrita y reivindicar su película como algo nuevo y auténtico, algo que va más allá de una mera adaptación. En este sentido, comentó que en el guion permanecen en su literalidad palabras de la propia Duras, pero que lo completó buceando en su biografía: "Yo he adaptado lo que ella escribió, pero de la diferencia entre su texto y su personaje, surge lo que ella ha vivido". En este sentido, reclamó para la escritora "las palabras y la sintaxis", pero siempre con la justa "distancia" que da haber creado una obra "subjetiva" basada en otra.

Un personaje desdoblado

Uno de los puntos narrativos más curiosos de la película se produce con la propia protagonista que, en determinadas situaciones de extremo sufrimiento, se desdobla. En la pantalla aparecen dos escritoras, una mirando lo que hace la otra.

Finkiel explicó que en libro de Duras, esta relata que ante un hecho concreto comenzó a chillar y a rodar por el suelo exaltada. "No me lo creó", afirmó Finkiel, para continuar así: "Y no me creo que ella se lo creyese". De esta manera, decidió "desdoblar al personaje". Uno sería fiel al relato de Duras, mientras que el otro sería más cercano al personaje que el propio director imagina. Para el director uno no se puede engañar a sí mismo, aunque a veces se tomen "posturas que en nuestro interior no sentimos".