Entender la muerte como parte de la vida y tener la capacidad de naturalizarla en una sociedad con tendencia a ocultarla es fundamental a la hora de afrontar el duelo. También lo es tener la posibilidad de despedirse de la persona amada. Decir adiós de la forma deseada puede representar un bálsamo frente al dolor que supone sufrir una pérdida irreemplazable.

Precisamente, cómo convivir con la muerte y sobreponerse al duelo fue la cuestión tratada en el último Desayuno NG: Claves para gestionar el duelo, un encuentro organizado por NOTICIAS DE GIPUZKOA en el que participaron Manu Lizartza, gestor de desarrollo de la Fundación Mémora, e Izaskun Andonegi, presidenta de Bidegin, asociación sin ánimo de lucro que trata con personas y familiares en duelo o que padecen una enfermedad grave avanzada. Moderó la tertulia Isabel de Lope, periodista y directora comercial de NOTICIAS DE GIPUZKOA.

En opinión de Lizartza, recibir el apoyo de un servicio funerario y sus profesionales ayuda a amortiguar el golpe en un primer instante: “Nuestra prioridad es tratar al cliente con empatía. El fallecimiento de un ser querido es algo por lo que todos hemos pasado. Sabemos lo duro que es, de modo que nos ponemos completamente en la piel de los familiares y les ofrecemos todo el respeto y la compañía que merecen”, destacó.

Es en el momento de la despedida cuando los allegados comienzan a asumir lo ocurrido, para posteriormente encarar el proceso de duelo. Sin embargo, Andonegi apuntó que cuando el fallecimiento se debe a una enfermedad avanzada o es causado por la edad, el duelo arranca con el propio diagnóstico, antes de que se produzca el deceso : “En estos casos las primeras fases del duelo se manifiestan antes de lo que creemos. Luego, por supuesto, llega la sensación de ausencia: llamas a la persona por teléfono sin ser consciente aún de que ya no está, o te topas con sus pertenencias. El duelo no desaparece tras la despedida, sino que supone todo un proceso al que hay que hacer frente. Para que el dolor no se cronifique, hay que aceptarlo y no huir de él”.

Tanto Andonegi como Lizartza coincidieron en que el apoyo social ayuda a dejar atrás el duelo Javi Colmenero

Cuando los niños preguntan

Los más pequeños no están exentos de vivir experiencias traumáticas provocadas por el fallecimiento de alguien cercano. Por ello, la pedagogía es crucial en las escuelas y familias. “Es completamente lógico que los niños y niñas se hagan preguntas sobre la muerte. Para ellos puede ser complicado entender porqué su aitona ayer estaba en casa y hoy no. Frente a estas preguntas, los progenitores deben comprender que no hay respuestas adecuadas o incorrectas. Simplemente, las preguntas que los más pequeños formulan han de ser contestadas. Si aprenden a enfrentarse a la muerte, encararán mejor la vida”, explicó Andonegi.

“Es lógico que los niños y niñas se hagan preguntas sobre la muerte. No hay respuestas incorrectas”

Siguiendo por esta línea, Lizartza señaló que, si un niño desea ver el cuerpo de un ser querido en el tanatorio o acudir al cementerio para despedirse de él, no es recomendable negarse: “Tienen que entender que es bonito y normal realizar la visita”.

Diferentes despedidas

En lo tocante a cómo despedirse, cada persona es un mundo. A cada uno nos reconfortan y nos remueven cosas distintas, de modo que no hay una sola forma correcta de decir adiós: “Hay clientes que desean ver el cuerpo del difunto y otros que prefieren evitar quedarse con ese recuerdo. Por mi experiencia, es habitual que las familias pidan un ataúd cerrado con el acompañamiento de una foto. No obstante, luego siempre hay alguien que pide ver el cuerpo”, resaltó Lizartza.

La explicación, tal y como apuntó Andonegi, reside en que “ver el cuerpo es un baño de realidad, ayuda a conectar con la verdad. Por este motivo, cuando no existe la posibilidad de despedirse de él, ya sea por desaparición o por cualquier otra causa, es probable que el duelo se alargue en el tiempo, lo que no quiere decir que se vaya a cronificar”.

¿Cómo sabemos si hemos superado el duelo?

Pese a que perder a alguien a quien quieres genera un sentimiento de vacío que te acompaña toda la vida, el duelo tiene un principio y un final. Lo que ocurre es que cada uno necesita sus tiempos. “Yo lo comparo con tener una herida profunda que sangra mucho. El duelo finaliza cuando esa herida ha cicatrizado. Sigues teniéndola, la puedes ver, pero ya no brota la sangre ni duele cuando la tocas. Es lo que se denomina crecimiento postraumático. Has dejado de sentir esa angustia constante, para reconectar con la vida y recuperar tu capacidad de amar. En ese momento, el recuerdo no te causa sufrimiento y se alcanza lo que llamamos un recuerdo agradecido”, describió Andonegi.

A este respecto, ambos tertulianos coincidieron en que en la sociedad hay prisa por dejar atrás la tristeza, un sentimiento que habitualmente intentamos esconder. Por contra, manejamos con más naturalidad sentimientos como el enfado, el cual se expresa con menos reparo. No hay que olvidar que el duelo es un proceso personal e íntimo, y que el vínculo con quien ya no está es continuo a lo largo de nuestras vidas. Dejar a un lado el duelo no significa que te has despedido, sino que, como apuntó Andonegi, "has dejado de sangrar por esa ausencia".

“Ver el cuerpo de la persona fallecida es un baño de realidad. Ayuda a procesar lo sucedido”

El tabú de los suicidios

Que la muerte no tiene edad es un hecho, y una de las primeras causas por las que fallecen los jóvenes es el suicidio; sin lugar a dudas, la muerte más juzgada por la sociedad y la que tiene una menor visibilidad. Esta situación viene de lejos. De hecho, antiguamente los cementerios de los fallecidos por suicidio estaban apartados del resto. Y, pese a que es un asunto incómodo, tanto Andonegi como Lizartza opinaron que el silencio no es una opción: “Hay que poner voz a aquello que nos asusta”, expuso Andonegi, al tiempo que puso en valor la necesidad de introducir en la conversación este tema tan peliagudo a nivel social.

De Lope, Lizartza y Andonegi durante el encuentro Javi Colmenero

Celebrar la vida

Otro aspecto que se puso sobre la mesa en el encuentro es que sanar requiere de un fuerte vínculo social. Es el apoyo comunitario lo que necesitamos para salir adelante, un hecho paradójico si se tiene en cuenta el mundo en el que vivimos, marcadamente individualista.

“Si algo me ha enseñado esta profesión, es que la gente necesita hablar de la muerte y agradece tener un círculo en el que expresar sus dudas y abrirse emocionalmente. También he detectado que en los tanatorios se está enfocando el tema de una manera diferente. Las familias perciben una oportunidad para celebrar la vida del difunto, para honrar su memoria con cariño. La inevitable tristeza también suele dar paso a la alegría, el llanto y la risa se mezclan. Es más, cada vez es más habitual que haya champán con el objeto de celebrar la vida del difunto. Es un proceso espiritual que refleja que la muerte también tiene el poder de unir a las personas. Hay que aceptar que es, ni más ni menos, la parte final de la vida”, añadió Lizartza.

La revolución de la inteligencia artificial

Asimismo, no se puede dejar a un lado a la tecnología y el imparable desarrollo de la inteligencia artificial, una revolución que recorre cada rincón de nuestro día a día, también lo concerniente a la muerte y el duelo. La IA permite recrear las voces de los seres queridos fallecidos si contamos con audios suyos. No obstante, Andonegi se muestra escéptica ante esta posibilidad: “Muchas veces nuestro cerebro no distingue lo real de lo imaginario. En casos de pérdidas traumáticas e inesperadas escuchar la voz de quien se ha ido puede ayudar a reparar el daño, pero es imprescindible realizar un trabajo previo y posterior para que la persona que está en duelo no altere la realidad. Bajo esas circunstancias se pueden crear situaciones de dependencia que no hacen más que agravar el proceso de duelo y alargarlo”.