Elisa García España, catedrática de Derecho Penal y Criminología por la Universidad de Málaga, participa este viernes en un seminario organizado por SOS Racismo Gipuzkoa sobre Inseguridad, delincuencia y criminalización de jóvenes migrantes

¿Qué está ocurriendo para que migración y delincuencia vayan de la mano para un sector creciente de población?

En realidad, todas las investigaciones que se están llevando a cabo en las sociedades receptoras de población inmigrante nos revelan que las tasas de delincuencia van en descenso. En términos generales, la recepción de población inmigrante no tiene correspondencia con el aumento de la delincuencia.

¿Y de dónde nace esa percepción?

En los contextos de acogida, en muchas ocasiones, la llegada de personas que desconocemos y que tienen costumbres diferentes a las nuestras producen miedo e inseguridad. Surge cierta percepción de desconfianza. Hay personas migrantes que pueden llegar a cometer delitos, es cierto, como lo hacen las autóctonas, pero si los cometen, automáticamente se reafirma esa percepción previa. Habría que ver si esa percepción subjetiva se corresponde con los hechos objetivos. No olvidemos que determinadas corrientes políticas están sacando mucho rédito de ese miedo.

¿No cree que es complicado que puedan llegar a tener una visión integradora vecinos que viven junto a edificios ocupados y que asisten habitualmente a peleas, riñas y pequeños hurtos?

Totalmente de acuerdo. Si fuera vecina de ese edificio ocupado en torno al cual hay peleas y esa sensación de inseguridad, yo también protestaría igualmente, y lo haría sabiendo lo que sé. Pero propongo un cambio de perspectiva. Siendo yo esa vecina no diría que estamos rodeadas de gente peligrosa. Me preguntaría qué están haciendo las administraciones públicas para que esos chavales estén tan descuidados, hacinados y descontrolados.

“Ser inmigrante no es un factor de riesgo. Sí lo es no contar con una red de apoyo, con el suficiente capital social, vivienda o trabajo”

¿Es necesario mirar más allá?

Sí, lo importante es plantearse cómo es el contexto que recibe a esos chicos. La inmigración tiene dos patas. Están los que llegan, que no son peligrosos, según nos dicen las cifras. Y los que reciben, que brindan la acogida. Si esa acogida se lleva a cabo sin posibilidad de ofrecer una alternativa habitacional, sin facilitar la documentación, sin expectativas laborales y con una mirada constante de desconfianza, posiblemente, una parte de esa población juvenil, a la larga, quizá termine participando en ciertos episodios delictivos.

¿Quiere decir que si hay jóvenes ocupando edificios se debe a una mala política de la Administración?

No quiero identificar la política como mala o buena. De hecho, la del País Vasco ha sido la más inclusiva de toda España. Pero por muy inclusiva que sea la política, un edificio abandonado con muchos chicos hacinados puede hacer saltar por los aires esa integración y desatar la inseguridad. Hay que estar muy atento, ser proactivo. Es necesario un cambio de mirada. Si fuera la vecina de estos chicos estaría llamando a las puertas de la Administración pública para decir que es una situación que no se puede consentir, pero no porque esos chicos sean peligrosos sino porque hay que darles una solución integradora.

"La inacción no va a dar rédito político alguno"

¿No tiene la sensación de que la realidad de estas zonas “conflictivas” va varios pasos por delante de las políticas que se aplican?

Es muy posible, pero todo esto no es nuevo. Estamos recibiendo población inmigrante desde hace 30 años. Durante este tiempo hay muchísimas personas que han ido llegando y se han ido integrando sin mayores contratiempos, a pesar de lo cual algunas corrientes políticas han decidido ahora convertir esta cuestión en el principal problema. Ante ello, en ocasiones, la Administración quizá no ha sabido cómo actuar, o no ha dispuesto de los medios adecuados. Pero la inacción no va a dar rédito político alguno. Es interesante afrontar bien la situación. Estamos hablando de chicos jóvenes que van a ser los ciudadanos del futuro. ¿Los queremos en un futuro sin hogar o integrados? ¿Los queremos trabajando y aportando a la sociedad? No es fácil responder al reto, pero es necesario abordarlo.

Habrá quien diga que usted ha venido de la mano de SOS Racismo a dar una visión buenista de la inmigración ilegal.

Bueno, me suele ocurrir. Me llaman al Congreso de los Diputados, pero me invita Podemos. Siempre voy de la mano de quien me llama, pero yo no tengo ningún discurso político o ideológico. Simplemente llevo 30 trabajando en este tema. Soy una académica que me dedico a estudiar esta realidad.

¿La derecha tradicional y la extrema derecha están ganando la batalla del relato?

Totalmente, poco más puedo decir. Es fácil jugar con los miedos de las personas y acrecentarlos. Siempre hay algún suceso que ayuda a justificar ese relato. Volviendo a esa situación que tanto se da, la de edificios ocupados en los que igual hay chicos que se están peleando porque están descontrolados, me preocupa el tratamiento que se da a esa realidad, porque estamos dando demasiada gasolina a un relato que produce mucho conflicto social. Tenemos que apuntar hacia la cohesión social, y esa serie de discursos no van precisamente en esa dirección sino todo lo contrario.

¿Qué política de inmigración cabe esperar en los próximos años ante un posible gobierno PP-Vox?

Bueno, en realidad, si nos centramos en ese edificio ocupado del que venimos hablando, el problema no es que sean inmigrantes. Ser inmigrante no es un factor de riesgo. Sí lo es no contar con una red de apoyo, con el suficiente capital social, vivienda o trabajo. No es tanto la política migratoria.

¿Quiere decir que no cambiaría demasiado el escenario?

Desde ese punto de vista, por mucho que estén PP y Vox, el escenario en realidad no cambia tanto porque las políticas, a grandes rasgos, son primas-hermanas, según vengo observando en los últimos 30 años. Estamos hablando de una política migratoria muy encorsetada por las exigencias europeas. No creo que puedan hacer mucho más. Poniendo el acento en la expulsión de inmigrantes, tenemos ahora a Alberto Núñez Feijóo dando ideas, pero se ve que no se ha mirado el Código Penal porque todo lo que está proponiendo como novedoso está en él.

Políticas sociales y cohesión social

¿Dónde hay que poner el acento?

Sobre todo en las políticas locales, que tienen un reto importantísimo en la inclusión social de las personas que están llegando. Es importante que asuman la responsabilidad de trabajar por esa cohesión social.

¿Y las políticas locales están por la labor?

Bueno, hay de todo (sonríe).

Yendo a lo local, en Gipuzkoa hemos vivido en los últimos tiempos nuestro particular Torre-Pacheco con agresiones a jóvenes de origen magrebí por parte de grupos semiorganizados. ¿Qué elementos ideológicos subyacen en estas agresiones grupales?

Esas agresiones no dejan de ser un delito de odio muy grave alimentado por un determinado relato que apunta como criminales o peligrosos, en principio sin fundamento alguno, a un grupo de población. Es la consecuencia de un discurso que busca el conflicto y que no quiere que haya cohesión social. Es una forma de romper la sociedad, de atacar a la base de la pacificación. Que ocurra en Torre-Pacheco o en Gipuzkoa es un síntoma de que ese relato se va abriendo paso, de que existe un peligro de romperse la cohesión social.

Se habla de una inmigración “ordenada”. ¿Hay que limitar el flujo de personas extranjeras que llegan?

¿Y cómo se hace eso? Te devuelvo la pregunta. En realidad, los movimientos migratorios responden a una lógica en la que sectores laborales van absorbiendo ese flujo de persona. Cuando se habla de limitar la inmigración, no sé exactamente si se conocen los procesos migratorios. Por lo que sabemos, desde Latinoamérica vienen como turistas y entran por Barajas con bastante facilidad. Pasados los tres meses de estancia se quedan en situación irregular, algo que ocurre a la mayoría de inmigrantes que hay en España.

“Es necesario poner cara y nombre a las personas migrantes, utilizar el espacio público como lugar de encuentro social”

Desde África las cosas son diferentes

Sí, en los países africanos no hay manera de que den un visado, ni de visita, ni de estudiante ni de trabajo temporal. La llegada es por vía marítima, y como se puede. Se trata de una vía que está supercontrolada, porque lo primero que hace la policía es un registro de todas las personas que entran por la frontera sur. Por tanto, cuando se habla de controlar las llegadas, ¿las llegadas de quién? Hay una confusión en el relato. Además, hay que tener en cuenta que se identifica la irregularidad como algo malísimo, delictivo, y no deja de ser una situación administrativa líquida.

¿Qué quiere decir?

Pondré un ejemplo. Uno de mis directores de tesis, noruego, estuvo un tiempo en situación administrativa regular y luego pasó a una situación de irregularidad. Es una situación que va y viene, pero la persona sigue siendo la misma, con independencia de que tenga o no autorización. Señalar a las personas inmigrantes como ilegales no responde a la realidad. Son personas.

Estrategias de prevención antes de la comisión de delitos

¿Cómo abordar el aumento de la delincuencia sin estigmatizar a jóvenes inmigrantes?

Lo primero es analizar si realmente hay un aumento de esa delincuencia, y en caso de que sea así, desarrollar las estrategias de prevención adecuadas para que eso no ocurra. Pero insisto. Es necesario mirar a los factores de riesgo que están en el entorno de esa persona. Hace falta desarrollar estrategias de prevención antes de que estos chavales lleguen a cometer delitos.

¿Una vía exclusivamente policial está condenada al fracaso?

Sí, es como tener una infección y que el médico te dé un paracetamol para que se te quite la fiebre. Está atendiendo a un síntoma, pero no a la causa.

“La Administración debe abordar la percepción de inseguridad, porque de lo contrario la gente se retrae de salir en ciertos contextos”

¿La reincidencia en el delito de jóvenes que se hayan podido dar por desahuciados es un problema?

¿Pero esos perfiles se dan? ¿Los conoces? Lo digo porque todas las investigaciones que tenemos sobre reincidencia del delito apuntan a que ésta es muy baja. Nos podemos fijar en cuatro chavales que están en un momento personal de mucha reincidencia, pero la vida es larga y los procesos personales cuestan más o menos. Insisto, en cualquier caso, en que merece mucho más la pena trabajar por una prevención secundaria, previa a la comisión de delitos.

¿Puede explicar alguna experiencia en ese sentido?

En Ceuta trabajamos con un grupo de menores en situación de calle que estaba causando una sensación de inseguridad altísima. Podía parecer que se trataba de chicos peligrosísimos, pero nos pusimos a trabajar en coordinación con el fiscal de menores, policía, sistema de salud y el centro de protección. Y las cosas cambiaron. La delincuencia registrada por la policía bajó de un 27% a un 7%. No eran más que chicos que se encontraban sin límites, sin control ni afecto. Menores que salieron adelante. Por eso, cuando se habla de reincidencia, cabe preguntarse: ¿pero se ha intervenido realmente o simplemente se les mete en prisión para que vuelvan a salir?

Por cierto, una cosa es la delincuencia y otra la percepción de inseguridad. ¿La segunda le gana por goleada a la primera?

Creo que sí, que hay más percepción de inseguridad que inseguridad en sí misma. En cualquier caso, esa percepción es muy necesaria de abordar por parte de la Administración pública ya que, de lo contrario, puede que la población se retraiga de salir en un determinado contexto. Y eso, a su vez, puede inhibir el control social informal y dejar que una delincuencia que era menor se termine desarrollando.

¿Y cómo se trabaja con la ciudadanía en algo tan subjetivo como es la percepción de inseguridad?

Primero hay que hacer un diagnóstico y ver exactamente, a través de entrevistas y de diferentes actuaciones, de dónde nace ese miedo y si se corresponde con la realidad o no. Podrían ser necesarias campañas de sensibilización o encuentros interculturales. En cualquier caso, es necesario abordar la situación para evitar que desemboque en delitos de odio.

Redes sociales y difusión de ideas xenófobas

¿Qué impacto están teniendo las redes sociales en la difusión de ideas xenófobas?

Enorme. Es una fuente en la que se vierten muchas injurias y calumnias. Me comentaron el caso reciente de un joven del País Vasco que está trabajando y aportando a la sociedad, y cuya imagen fue utilizada para difundir que se trataba de un delincuente. Ante esa calumnia se ha acudido al juzgado de guardia y se ha denunciado, pero estamos hablando de un caso y a diario se vierten muchísimas informaciones, la mayoría falsas. Si alguien se informa a través de esas redes sociales, debe pensar que vive en un mundo desquiciado.

¿Es preocupante que una parte de los jóvenes estén haciendo suyas esas ideas?

Seguramente sea así. Es peligroso, obviamente. Desde mi punto de vista académico, es un aspecto muy peligroso en la medida que afecta a la cohesión social.

A pesar de los datos, hay quien se empeña en seguir viendo a las personas migrantes como potenciales delincuentes. ¿Tiene alguna receta?

Creo que es necesario ponerles cara y nombre a las personas migrantes, utilizar el espacio público como lugar de encuentro social. Con respecto a la xenofobia y el racismo, el sociólogo norteamericano Rubén Rumbaut habla de la “idea zombi”. Es decir, la idea de vincular inmigración y delincuencia permanece viva a pesar de que muchísimas investigaciones científicas la hayan desmentido. La gente sigue insistiendo en que esa relación se produce, una idea que permanece viva aunque la hayamos matado un montón de veces. La xenofobia y el racismo forman parte de ese contexto de ideas que no son ciertas, de ese fantasma de la inmigración, al que no le has puesto cara ni vida. En el momento en el que bajas al terreno, esa mirada cambia. La educación es tan importante como la interacción.