No se me ha ocurrido un mejor titular para retratar lo sucedido en las últimas pruebas de la temporada. Aquel duelo que prefiguré tras los mundiales, anunciando que sería la regla para lo que quedaba del año ciclista, se ha cumplido a rajatabla. En los campeonatos de Europa, celebrados en la región francesa de Ardéche, se repitieron como un calco las carreras del mundial, Remco Evenepoel aplastó a todos en la prueba contrarreloj, y en la de ruta, sobre un recorrido muy montañoso, Tadej Pogacar se deshizo de toda compañía a falta de 100 kilómetros para la meta. Prácticamente la misma distancia en la que se quedó solo en el mundial de Ruanda, con Remco en segundo lugar, también muy por encima del resto, como en Kigali. Y lo mismo sucedió el sábado en el Giro de Lombardía. Aquí Pogacar atacó a falta de 36 kilómetros en la subida al Passo di Ganda, un verdadero puerto con sus más de nueve kilómetros de longitud y una pendiente media del 7,1 %. A diferencia de sus ataques en Ruanda y en los europeos, aquí el hachazo presentó una forma más clásica, porque fue precedido por el intenso ritmo impuesto en la subida por sus compañeros del UAE, mientras en los mundiales y europeos, con la selección eslovena, menos poderosa frente a sus rivales, tuvo que hacerlo todo el solo. Majka, en la última carrera del polaco, que se retira, y el australiano Vine, pusieron un tren infernal que remató Pogacar, sin que nadie osara seguirlo, como había intentado y conseguido Remco en Francia durante un kilometro. La superioridad del esloveno provoca la resignación en el resto de corredores, que ni siquiera intentan contrarrestar sus ataques, sabedores de que no podrán aguantar a su rueda en una subida exigente. Por detrás, tras dejar ir al esloveno, Remco impuso una velocidad que descolgó a los demás, igual que en Ruanda y Francia. Se ha instalado un nuevo duelo, si tuvimos el de Vingegaard y Pogacar hasta esta temporada, creo que en el futuro asistiremos al de Remco frente a Pogacar. El belga es más joven, cambia de equipo, va a una escuadra más fuerte, y sale reforzado de ese fin de temporada, con sus formidables triunfos contrarreloj, y por ser el siguiente tras Pogacar, muy por encima de los demás. Ha demostrado que su fiasco en el Tour se debía a las consecuencias de su caída; es un tipo con afán de superación, y el único que tiene una potencia cercana a la del esloveno. La temporada 2026 promete emociones fuertes, y ya ansío su llegada.
Simpatía por Evenepoel
Cuando muchos periodistas señalan con antipatía al belga, del que dicen que es arrogante, yo muestro mis simpatías por él. Unas simpatías basadas en la construcción y también en el antagonismo con el otro. Llamo construcción a aquello que se adhiere a uno desde lo positivo, como una vivencia, una experiencia, un hallazgo. Conocí a Remco cuando él era un junior, gracias a que sus éxitos eran tan destacados que conseguían filtrarse en nuestros periódicos, algo insólito al tratarse de un corredor juvenil extranjero. Pero es que no tenían parangón. En Bélgica, si no se caía, ganaba todas las carreras que disputaba. Venció en los campeonatos de Europa junior disputados en Zlin, República Checa; ganó la contrarreloj, pero, sobre todo, la prueba de ruta, donde llegó a meta con diez minutos de diferencia respecto al segundo. Repitió el doblete en los mundiales de Innsbruck, Austria. Quizá ha sido el mejor junior de la historia. Se saltó la categoría sub-23, y pasó de juvenil a profesional a los 18 años, sin desentonar, y obteniendo victorias desde su debut. Cuando uno ve a un juvenil que progresa de esa manera, siente admiración y una cierta identificación onírica, porque personifica aquel juvenil que fue, que nunca ha dejado de ser, en ese chaval; y vive sus éxitos con mayor profundidad que los de aquellos corredores que han hecho un largo camino de perfeccionamiento, pero donde se ha difuminado aquel juvenil y sus sueños. La pelota que lancé en el parque aún sigue en el aire, como dijo el poeta Dylan Thomas. En Remco eso sigue vivo. Y además, en estos tiempos en los que hemos vivido con dolor el genocidio cometido por Israel en Gaza, contra el que la ciudadanía se ha movilizado con una energía que parecía haberse perdido, incluso llegando a hacer suspender la última etapa de la Vuelta por el boicot al equipo israelí, Remco ha sido de los pocos ciclistas que se ha significado a favor de Gaza en sus redes sociales. En el antagonismo, nada actúa en mi conciencia en contra de Pogacar, al contrario, me parece un tipo estupendo, pero sí contra su equipo, otra maniobra de propaganda, al estilo de la enarbolada por el equipo de Israel, para blanquear prácticas estatales de aquellos emiratos, contrarios a los derechos humanos en cuanto a las libertades, a los derechos de la mujer, y a los nuevos derechos LGTBI. Por eso no simpatizo con sus victorias ni con el silencio de sus corredores. Quizá, algún día, éstos dejen de ser mercenarios y valoren, no sólo los millones de sus contratos, sino la marca o el país que con ella defienden. Hace falta valor, pero hace falta que lo hagan.