Osakidetza quiere frenar el consumo de las pastillas para dormir
Euskadi tiene sobre la mesa un proyecto piloto que permita a personas con insomnio crónico acceder a terapias cognitivas
El Estado español es el primer país del mundo en consumo de medicamentos para dormir, lo que supone que alrededor de cinco millones de personas usan pastillas para conciliar el sueño. Euskadi no se queda atrás, y alrededor de 300.000 vascos tiran de algún fármaco para poder pegar ojo. Además, en alguna ocasión, casi la mitad de los ciudadanos residentes en Euskadi han tenido problemas para dormir y se estima que alrededor del 15% son insomnes crónicos, es decir, personas que llevan largos periodos de tiempo sin dormir de manera adecuada, lo que influye de manera negativa en su día a día.
El abuso, en muchos casos, de los medicamentos que ayudan a conciliar el sueño. sobre todo ansiolíticos e hipnóticos, preocupa a las autoridades sanitarias vascas que estudian medidas para rebajar y frenar ese consumo. Por ello Osakidetza se plantea poner en marcha en algunos centros de salud, un proyecto piloto que haga más sencillo que los insomnes crónicos accedan a terapias cognitivas y rebajen el consumo de este tipo de este tipo de medicinas.
Porque los somníferos no son inocentes. Los expertos aseguran que las conocidas popularmente como pastillas para dormir no tienen efectos curativos, por lo que no deben convertirse en un tratamiento crónico, ya que además pueden conllevar riesgos para la vida diaria. “Este tipo de medicamentos no están indicados para ser administrados más allá de cuatro a seis meses y la gente lleva lustros tomándolos”, aseguran.
Algunas comunidades se han puesto manos a la obra. Asturias, por ejemplo, ha iniciado la campaña #DormirSinPastillas, que busca mejorar la prescripción de este tipo de psicofármacos asociados al insomnio. La acción principal de la campaña es el envío de una carta personalizada a aquellos pacientes con episodios de insomnio que estén tomando alguna benzodiacepina de forma continuada. Además, Salud ofrecerá asistencia médica para respaldar y acompañar a los pacientes en este proceso.
La población a la que se dirige la campaña son pacientes de 18 a 75 años con tratamiento para problemas del sueño, con una prescripción crónica o a demanda de alguna benzodiacepina en formato de comprimido. Quedan excluidos aquellos pacientes con episodios activos de depresión, ansiedad, epilepsia, demencia o psicosis.
La Junta de Andalucía también ha llevado a cabo una iniciativa similar denominada BenzoStopJuntos para explicar que “vivir sin tranquilizantes es posible” y que existen alternativas no farmacológicas que “son mejores y que ayudan a afrontar de otra manera los problemas”.
Alarma en farmacias
Otra posible herramienta que se estudia para rebajar el consumo de estos fármacos, y que también analiza Osakidetza, es que salte una alarma en las farmacias ante casos de abusos de medicamentos por parte de los ciudadanos.
Porque en los últimos años, el uso de hipnosedantes y opioides ha escalado hasta alcanzar prevalencias del 9,7% y 4%, respectivamente. Fundamentalmente hay un grupo donde ha subido mucho más; las mujeres. Féminas, mayores de 35 años y sin estudios superiores dibujan el retrato robot del consumidor más habitual.
No en vano, las mujeres viven más años pero con peor calidad, y a menudo asisten a una medicalización de sus síntomas por la que los hombres no pasan. De hecho, la salud mental es el ámbito donde más profundas son las desigualdades de género en el ámbito de la salud, tal y como se confirma desde la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).
“A igualdad de diagnóstico, edad y uso de los servicios sanitarios, hay un 50% más de posibilidades de que nosotras recibamos la prescripción de un psicofármaco”, resume Amaia Bacigalupe, epidemióloga profesora del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la UPV. Sin embargo, a menudo, estas diferencias se diluyen en las clases sociales más favorecidas. “Puede haber igualmente prescripciones de más, pero sin desigualdades de género. Probablemente algo ocurre dentro de las consultas que hace que el profesional de la salud atienda de forma más similar a hombres y mujeres de nivel socioeconómico más elevado”, matiza.
En el campo de la salud mental, los trabajos que analizan las tendencias de consumo de hipnosedantes y analgésicos opioides confirman el perfil eminentemente femenino del usuario de estos medicamentos. De hecho, una de cinco mujeres de más de 55 años toma tranquilizantes que ayudan a dormir.
Sobre los hipnosedantes, y basándose en la Encuesta sobre Uso de Alcohol y otras Drogas, se calcula que, entre 2005 y 2022, la prevalencia de consumo ha aumentado del 3,7% al 9,7% pero donde más, en las mujeres de 55 a 64 años, que llegaron al 21,4% en el último año analizado.