Celia Rogero Blanco lleva las ciencias en los genes. De padre químico y madre economista, desde pequeña “se fomentó” su curiosidad y que “hiciera actividades relacionadas” con el área científica. Según crecía, mostró interés por diferentes áreas, como las matemáticas, la química o la física, si bien se decantó por estudiar esta última, al verla “como un punto intermedio” entre las tres materias.

En la actualidad, es investigadora en el Centro de Física de Materiales de Donostia, adscrito al CSIC y a la UPV-EHU, donde desarrolla su labor a medio camino entre la física y la química, dentro del campo de la nanociencia, que estudia “las propiedades de la materia o los procesos” a escalas muy pequeñas, como los átomos o las moléculas. Concretamente, sus campos de trabajo se centran en los sensores y en “estudiar nuevos materiales para tecnologías cuánticas.

A lo largo de su carrera, ha tenido estancias en el extranjero, algo que considera “necesario” , ya que es una “oportunidad” que permite “conocer otras formas de hacer las cosas, otros grupos” y “ver mundo”.

Tras más de dos décadas dedicándose a la ciencia, reconoce que la situación de la mujer en la misma ha ido cambiando. “Hasta hace poco, pensaba que no, porque antes no percibía que hubiera una discriminación. Ahora, empiezo a ser más consciente de las cosas”, afirma, si bien apunta que ella no ha vivido “en mi vida en general”, esa discriminación, aunque puntualiza que “es verdad que en Física no somos muchas” y que “a veces”, sí ha sentido “que no te toman muy en serio”. Es decir, que hay veces que “no nos toman al mismo nivel que a ellos, estando al máximo nivel. Siempre un poco por debajo”.

Rogero Blanco tiene “pasión” por su labor como investigadora y afirma que las largas horas que se le dedican se compensan con la “satisfacción cuando sale algo”; “en algunos casos, es casi como mezclar tu trabajo con tu hobby”, señala. No obstante, reivindica la necesidad de que la comunidad científica tenga un espacio creativo, en un mundo con “demasiadas presiones de productividad” y de “ser siempre súper excelente”.

En un futuro, esta investigadora espera seguir en la misma línea y “poder demostrar y crear algo desde la aproximación que nosotros usamos, átomo a átomo” para trasladarlo “a un dispositivo real”. “Poder ver todo el proceso y que algo que tú has creado se use para algo real, a mí me motiva mucho”, concluye.