La guerra de Ucrania no solo la vemos por televisión. Al contrario que con otros conflictos anteriores, la invasión rusa está teniendo repercusiones palpables para la sociedad vasca. De hecho, el último Sociómetro del Gobierno vasco indica que el 87 % de los ciudadanos cree que la guerra provoca consecuencias económicas graves para Euskadi.

Y aunque la subida de los precios vacía los bolsillos de todas las familias, la inflación ha dejado contra las cuerdas a los más vulnerables. Es el caso de Natali y Diego que llegaron a Euskadi desde Colombia hace tres años. La pareja no se podía imaginar que a los pocos meses se iban a tener que enfrentar a una pandemia y a un confinamiento domiciliario que les haría aún más difícil alcanzar su objetivo de encontrar un trabajo.

Hace año y medio Diego y Natali tuvieron un hijo y a una situación que ya era extrema, se suma ahora la subida de los precios como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania. Reconocen que, aunque intentan ser optimistas atraviesan una situación muy difícil y tienen que meditar cada producto que meten a la cesta de la compra.

La pareja explica que “les falta qué llevarse a la boca” y que no les alcanza para comprar lo básico, en especial, con un bebé. Diego y Natali confiesan que deben “medir cada pieza de carne o cada huevo que compran”, y que no podrían llenar su nevera sin Cáritas que les ayuda a través del Banco de Alimentos, con ayudas económicas directas o impartiendo talleres de formación a los que asisten para integrarse en el mercado laboral. Porque si algo tienen claro Diego y Natali es que “encontrar un puesto de trabajo que les dé estabilidad” es su principal sueño.

Diego y Natali son una de las familias beneficiadas por el Fondo Isuri. Jose Mari Martínez

Los voluntarios, claves

Mavi Laiseca, coordinadora de Cáritas Bizkaia conoce bien las dificultades por las que están pasando muchas familias y personas vulnerables. De hecho, en 2021 la entidad ayudó en Bizkaia a 13.000 personas a través de alguno de sus programas.

Para extender su ayuda son clave los 2.000 voluntarios con los que Cáritas cuenta en el territorio, pero la financiación también es fundamental y parte de ella llega a través del Fondo Isuri del Gobierno vasco. Aprobado en abril y dotado con 15,1 millones de euros busca hacer frente al impacto social que la guerra en Ucrania ha generado Euskadi.

"Los refugiados ucranianos quieren regresar, pero no arriesgar su vida"

Mavi Laiseca - Coordinadora de Cáritas Bizkaia

El Fondo Isuri tiene varias líneas de actuación. Por un lado, busca garantizar con 9,3 millones de euros el apoyo que necesitan los grupos especialmente vulnerables, al que pertenecen Diego y Natali. Pero, además destina otros 5,8 millones a hacer frente a la acogida de personas y familias ucranianas que tuvieron que huir de la invasión rusa y que recalaron en Euskadi donde 3.914 ucranianos ya han pedido protección.

Laiseca destaca que el fondo habilitado por el departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales ha sido fundamental para paliar la carga económica que han asumido muchas familias vascas acogiendo a refugiados ucranianos. Las ayudas del programa Azken Sarea Indartzen las reciben los refugiados, pero también repercute en las familias de acogida. “Es muy importante que puedan hacer la compra de una semana, o adquirir sus propios billetes de transporte”, explica la responsable de Caritas en Bizkaia.

Realidad cambiante

El Fondo Isuri está pensado para adaptarse a una realidad cambiante, lo que ha permitido dar una respuesta más efectiva. El departamento de Políticas Sociales y las entidades se reúnen de forma mensual, un punto que es clave para Cáritas ya que la realidad de los refugiados ucranianos no es la misma ahora que cuando comenzaron a llegar a Euskadi el pasado febrero. Lo que se preveía iba a ser una estancia corta, se ha alargado meses, y el futuro es incierto.

Y el Fondo Isuri seguirá siendo fundamental, al menos en el futuro más cercano porque Caritas constata que pese a que la mayoría de refugiados quiere volver a su país, muy pocos dan ese paso. “La situación está complicada. Llega el invierno y el frío. Los niños están escolarizados aquí. Quieren volver, pero no arriesgar sus vidas” explica Laiseca.