Una bicicleta eléctrica de bambú, un teleférico para trasladar pacientes con movilidad reducida, un simulador de escape room o un radar ultrasónico son proyectos dispuestos a hacerse realidad en pro de una sociedad más desarrollada. Iniciativas únicas y todas ellas surgidas de la mente de estudiantes de ingeniería de Mondragon Unibertsitatea a partir de los conocimientos que han ido adquiriendo en clase y que presentaron ayer en el edificio Orona Ideo de Hernani en el marco de la cuarta edición de PBL Day.
Al igual que se hace en las universidades del norte de Europa y en las de Estados Unidos, los nueve grados de ingeniería de Mondragon Unibertsitatea desarrollan cada curso una jornada centrada en la metodología de aprendizaje PBL (Project Based Learning, Aprendizaje Basado en Proyectos, en inglés). Los estudiantes crean durante unos meses un proyecto propio, basado en lo aprendido en clase y enfocado al mundo real, enfrentándose a las dificultades que pueden encontrarse en el entorno laboral y que finalmente deben exponer ante un jurado.
En la cuarta edición de esta iniciativa han participado 800 estudiantes, tanto de la Universidad como de Formación Profesional y Bachiller, que, en grupos, han desarrollado 250 proyectos. De entre ellos, se seleccionaron previamente 25 que fueron expuestos ayer en las instalaciones de Orona por los propios alumnos.
Desde primera de hora de la mañana, los jóvenes deambulaban nerviosos por los pasillos del centro de investigación dando el último repaso a los proyectos que tenían que presentar. A lo largo de cuatro horas, por el escenario del auditorio pasaron un aparato para recoger plásticos del mar, un amplificador de sonido y un recogedor de pelotas automático, entre otros trabajos.
Tras un descanso a media mañana y dos ponencias (una dirigida a alumnos de primero de Bachiller) y una charla, el jurado seleccionó un proyecto de cinco alumnas de segundo curso de Ingeniería Biomédica (Maitane Araujo, Eider Casado, Ainhoa Zallo, Izarra Berastegi y Saioa Iriarte) como ganador.
Las estudiantes han dado con una solución para el cultivo celular en la membrana de la córnea. Aprovechando las que son donadas pero se desechan por su baja intensidad celular, las alumnas han diseñado y desarrollado un cultivo celular que reducirá notablemente las listas de espera para las queratoplastias. Por este trabajo, las estudiantes recibieron un premio de 1.000 euros.
No fue el único equipo que se llevó un premio, ya que cuatro alumnos de Ingeniería en Diseño Industrial (Jon Odriozola, Jon Ander Salsamendi, Jokin Urteaga y Endika Valle) se alzaron con el galardón al proyecto más votado por alumnos de Bachillerato, valorado en 400 euros.
Estos jóvenes han creado una nueva marca de whisky que cuenta con botellas de vidrio que responden a un renovado diseño de la empresa Vidrala.
a beneficio de la sociedad Más allá de los ganadores, la jornada descubrió proyectos con mucho potencial que los jóvenes confían en que el día de mañana puedan hacerse realidad en beneficio de toda la sociedad.
Es el caso del trabajo de un grupo de cinco estudiantes de Ingeniería Informática (Josu Garralda, Aitor Landa, Oihane Lameirinhas, Ane Sajeras e Ibai Rodríguez), finalistas con una aplicación que registra las lesiones de personas con problemas en las manos con el fin de que los fisioterapeutas puedan conocer qué repeticiones deberían llevar a cabo para mejorar.
“Creemos que con ello las lesiones se podrían tratar de otro modo, conociendo directamente el impacto que se tiene en la lesión”, contaron los jóvenes, quienes aseguraron que el proyecto “es único” en el mundo. “Hay productos parecidos, pero como este, que junta una parte informática con unos ejercicios reales de fisioterapia, no”, apuntaron.
Otro de los proyectos finalistas buscaba cómo hacer más rentable una central hidroeléctrica partiendo de un diseño a menor escala. Iker Anglada, Jon Aztiria, Izaskun Aizpurua, Ekaitz De Lucas y Erlaitz Betolaza juntaron “los conocimientos de seis asignaturas” en un único trabajo: una central hidroélectrica real a pequeña escala.
El proyecto, “que ya nos avisaron que tenía potencial para ser finalista”, genera su propia corriente a través de una pantalla, detecta la velocidad del viento y muestra las diferentes maneras que pueden darse para mejorar el rendimiento.
A pesar de que no pudieron alcanzar la final, otros dos proyectos (la elaboración de un almacén logístico lo más eficaz posible para Decathlon y un robot filoguiado) fueron muy bien valorados.
El primero, desarrollado por Maider Fernández, Idoia Simanca y Uxue Mujika, estudiantes de ingeniería de Organización Industrial, parte de una realidad: Decathlon traslada su almacén para todo el norte del Estado de Pamplona a León. “Hemos cogido esta noticia real para diseñar en una parcela de 33.000 metros cuadrados un almacén lo más eficaz posible”, contaron.
Para ello, tras documentarse y pensar el proyecto, las estudiantes tuvieron que simular el espacio en 3D y comprobar “que muchos problemas surgen cuando realmente te pones en marcha”.
El segundo, por su parte, diseñado por los estudiantes de electrónica Iñaki Argatxa, Ander Urruti, Markel Beristain y Beñat Arribas, consiste en un robot con forma de vehículo capaz de desplazarse por un circuito. El dispositivo, además, cuenta con un sensor que evita posibles objetos en su camino.
“No está claro para qué puede servir, pero parte de los robots autónomos que ya existen, como por ejemplo los de la limpieza”, indicaron.
Centrales hidroeléctricas, bicicletas con bambú o radares. La aplicación de los conocimientos aprendidos en clase a casos reales por parte de los estudiantes deja cada año ideas e inventos dispuestos para desarrollar una sociedad más beneficiosa.