Donostia. El precio actual del oro, por el que se está pagando algo más de 41 euros el gramo, ha espoleado de nuevo en Gipuzkoa un mercado de compraventa del preciado metal que parecía saturado. La apertura de oficinas en los últimos meses resulta a todas luces llamativa. Cualquiera que se haya paseado por el centro de Donostia habrá observado esos enormes escaparates tintados de amarillo y negro que, inicialmente, tantas suspicacias levantaban, y que, a fuerza de observarlos, parecen encajar ahora sin mayores estridencias en el entramado urbano.
En la capital, amén de la Avenida de la Libertad, las firmas se han propagado paulatinamente por las calles Miracruz, Legazpi, Isabel II y Gran Vía, así como por el barrio de El Antiguo. Y lo mismo ocurre en otros lugares como Trintxerpe (Pasaia) o Irun (con más de una decena de negocios), en lo que son solo algunos ejemplos de lo que parece un imparable negocio. Una actividad que no cesa en un contexto de parón empresarial. Y una pregunta: ¿pero tanto oro hay en Gipuzkoa?
Los joyeros consultados no quieren dar su nombre en relación a este tema, pero sí sus impresiones ante un fenómeno que no deja de sorprender. "Para qué engañarnos: estamos ante un supernegocio", dictamina un veterano profesional al frente de una histórica firma, en el centro de Donostia. "El precio del oro ha subido muchísimo, actualmente se está pagando a más de 41 euros el gramo de oro fino, de primera ley. Estas nuevas oficinas tienen unos márgenes de beneficio enormes".
A pesar de que los escaparates se exhiben bajo la misma apariencia, son dos o tres firmas las que están al frente de esta actividad. Compro oro. Cambie su oro por euros. Efectivo al momento. Aquí, la máxima tasación. Relojes, pulseras, cadenas, pendientes, piezas sueltas y rotas. Mejoramos cualquier oferta. Llega a resultar apabullante el torrente de señuelos que recibe el viandante al pasar junto a estos establecimientos.
cristal blindado Este periódico accede a una de estas oficinas, ubicada en el centro de la capital guipuzcoana. El negocio lleva abierto algo más de un año, y no le va precisamente mal. Casi siempre son chicas jóvenes asalariadas las tasadoras. Al entrevistador y a la entrevistada les separa un cristal blindado. Hay mucho celo en las medidas de seguridad. Tanto es así, que la situación da lugar a alguna que otra broma por la semejanza que ofrece el escenario con la visita a un penado. "Son las condiciones en las que trabajamos. Afortunadamente nunca he tenido ningún problema con ningún cliente", se suelta la chica desde el otro lado.
Unos pequeños frascos con ácido y unos alicates le flanquean a la mujer tras el cristal. El procedimiento, detalla, siempre es el mismo. El cliente deposita la joya, a la que se extrae los brillantes y piedras, para embadurnar posteriormente la pieza de oro con el ácido. El objetivo es que no te den gato por liebre, dice: "si no se borra la marca, es oro", explica.
El local, a pesar de las bajas temperaturas, está abierto de par en par para atraer a la clientela. Por lo general, estas oficinas, de reducidas dimensiones en su interior, a pesar de los llamativos escaparates, están desprovistas de cualquier ornamento. Frente al cristal blindado, en una esquina, puede apreciarse una tímida concesión decorativa, con un pequeño ramo de flores secas, amarillentas y violetas, que aportan algo de color a un local rematado con hierro de forja.
La joven toma una pequeña báscula. En ella se pesan todas las piezas. El precio se determina conforme al peso en gramos y a la calidad del oro. Y ha experimentado una subida más que considerable en los últimos meses, lo que explicaría la apertura de nuevos negocios en los últimos tiempos. Si bien en verano se pagaba en Donostia entre 15 y 20 euros por el gramo de "18 kilates" -denominado oro fino-, en la actualidad se cotiza por más de 41 euros. "El resto de las piezas, las de 22 y 24 kilates, dependen del día y de cómo ande la bolsa esa jornada". En muchos de estos comercios también se hacen transacciones con plata, aunque el precio es mucho menor, en torno a unos 150 euros el kilo.
La dependienta del negocio de compraventa en el que nos encontramos explica que el cliente que acude a estos negocios responde a un perfil "variopinto", eufemismo que para buena parte de los joyeros consultados se traduce en "personas con joyas cuya procedencia resulta un tanto dudosa".
Pero el emergente sector se defiende: existe un "alto control", aseguran las dependientas. "A los clientes les pedimos siempre el carné de identidad", precisan. Fuentes policiales consultadas detallan que todas las piezas que se adquieren en estos establecimientos son automáticamente registradas, y los propietarios de estos negocios tienen la obligación de acudir todos los meses con fotocopias de las piezas que han comprado, que pasan a incluirse en un libro oficial de la Policía. El objetivo es contar con un registro documental para que, ante cualquier siniestro -robo-, se pueda hallar la pieza.
Entretanto, hay joyeros que no ocultan su malestar por la irrupción de este nuevo fenómeno. Profesionales consultados recuerdan lo ocurrido hace diez años, cuando proliferaron negocios de compra de oro similares a los actuales. "Hubo por nuestra parte un movimiento para frenarlo porque resultaba a todas luces anómalo que una misma persona acudiera a estas oficinas incluso tres veces al día. Eran particulares que intentaban deshacerse de unas joyas cuya procedencia nadie conocía".