La artritis es una enfermedad inflamatoria que afecta las articulaciones y que, en sus múltiples formas —más de 100 identificadas hasta la fecha—, impacta profundamente la vida de quienes la padecen.

En el Estado, aproximadamente el 10% de la población convive con alguna de estas variantes, siendo la artritis reumatoide una de las más comunes y debilitantes. Las manos, por su uso constante y su complejidad anatómica, son unas de las zonas más frecuentemente afectadas.

Síntomas iniciales

Los primeros síntomas suelen ser sutiles pero progresivos. Muchas personas notan una rigidez matutina que dificulta mover los dedos al despertar, así como una inflamación leve en los nudillos. La pérdida de fuerza en el agarre y un dolor que aparece tras usar repetidamente las manos —por ejemplo, al escribir o cocinar— también son señales tempranas. Con el paso del tiempo, si no se trata adecuadamente, la artritis puede causar deformidades visibles, como desviaciones en los dedos, abultamientos articulares (nódulos) y pérdida significativa de movilidad.

Estas alteraciones tienen un impacto directo en las actividades de la vida diaria. Tareas simples como vestirse, cortar alimentos, escribir o abrir un frasco pueden convertirse en auténticos desafíos.

El dolor crónico, la rigidez y la reducción de la destreza no solo disminuyen la autonomía de la persona, sino que también afectan su estado emocional. La frustración, la ansiedad y en muchos casos la depresión son consecuencias comunes en quienes ven limitada su capacidad para desenvolverse con normalidad.

El tratamiento de la artritis en las manos es multidisciplinar y varía según el tipo específico de la enfermedad. Además de los medicamentos clásicos como los antiinflamatorios o inmunosupresores, en casos como la artritis reumatoide existen terapias más específicas, como los tratamientos biológicos. Estos actúan de forma dirigida sobre mecanismos inmunológicos concretos y han supuesto un gran avance en la evolución y control de la enfermedad.

Junto al tratamiento farmacológico, existen otras medidas que pueden mejorar la calidad de vida del paciente. El uso de férulas ayuda a estabilizar las articulaciones y reducir el dolor. La terapia ocupacional y la rehabilitación permiten entrenar nuevas formas de realizar actividades cotidianas, adaptándose a las limitaciones. Las infiltraciones con corticoides o ácido hialurónico pueden proporcionar alivio temporal en casos de inflamación aguda. Por último, pequeños cambios en los hábitos de uso de las manos —como utilizar utensilios adaptados o evitar movimientos repetitivos— pueden marcar una gran diferencia.

La artritis afecta a las articulaciones y causa dolor, rigidez y pérdida de movimiento Pixabay

Control de los síntomas

En definitiva, aunque la artritis en las manos es una condición crónica que puede limitar la funcionalidad, el diagnóstico temprano y un abordaje integral permiten controlar los síntomas, ralentizar el deterioro y mantener la autonomía del paciente durante muchos años. La clave está en la combinación de tratamientos médicos, apoyo emocional y adaptación funcional para afrontar esta enfermedad con mayor calidad de vida.