Cuando se habla de calor veraniego, del exceso de calor en verano, no tarda en aparecer la expresión “refugio climático”. Se trata de espacios previstos en las ciudades donde poder guarecerse en los momentos de mayor agobio y asfixia ambiental para disfrutar de una pausa en los quehaceres diarios a una temperatura agradable. En las ciudades suelen ser espacios a la sombra o interiores amplios con aire acondicionado.

Fuera de las ciudades también se pueden disfrutar de estos refugios climáticos, aunque su origen depende más de su ubicación geográfica, de las características orográficas y de los patrones del clima. Por regla general, el norte de la Península Ibérica, la zona cantábrica, tiende a sufrir menos la llegada de las altas temperaturas. La influencia atlántica y la orografía montañosa lo facilitan, siendo los Picos de Europa uno de los principales puntos de refugio.

La foz del río Casaño se incrusta en plenos Picos de europa. LBM1948

El río Casaño

Entre los recursos más sencillos para luchar contra el calor pasando un día al fresco, la ribera de los ríos suele ser la solución más habitual. Por ello, una visita en Asturias al río Casaño, en plenos Picos de Europa, es una posibilidad que no se debe desaprovechar. Su cabecera, cerca de Cangas de Onís y de los lagos de Enol, en el concejo de Cabrales, transcurre por una foz entre montes y bosques con numerosas pozas donde refrescarse y miradores para disfrutar de vistas sobre la cordillera asturiana.

La ruta que remonta el río Casaño comienza en el pueblo de La Molina, a donde no se puede acceder en coche, por lo que hay que dejar el vehículo en un parking en las afueras de la localidad. Tras estacionar nuestro vehículo, hay habilitado un aparcamiento en una curva justo antes de llegar al pueblo. Ya desde allí empezamos a caminar hasta el pequeño pueblo, el cual es precioso y se encuentra resguardado entre las montañas de los Picos de Europa.

Por la foz

Justo a la entrada de La Molina, junto a la capilla de la Virgen de la O, se indica el comienzo de la ruta que lleva y atraviesa parte de la foz. Tras descender por una cómoda calzada de piedra hasta el puente de piedra, dicen que romano, de Pompedru. En este punto se unen dos foces: a la izquierda, La Voluga, y a la derecha, bajo el Pompedru, la que hay que tomar hacia la Garganta del Casaño. Más adelante, un segundo puente, en este caso de hormigón, nos permitirá cruzar hasta la margen derecha del Casaño y empezar a recorrer una estrecha senda, en muy buen estado, que va remontando el cauce hasta llegar al puente Escobín. Hay que cruzarlo, volver a cruzar el río y seguir camino. Durante este tramo se podrá observar unos muros de piedra que rozan ciertos árboles. Se trata de las corras, estructuras de piedra que rodeaban castaños y otros árboles para proteger los frutos caídos de los animales del bosque y poder recolectarlos.

Castaños a la orilla del Casaño. Martin Haeusler

De nuevo en la margen izquierda, se abre ante el caminante un paisaje de prados salpicados por cabañas de piedra. Aunque el camino se separa algo del río, se acaba llegando a un cuarto puente, el de Los Mineros, que tras cruzarlo nos permite llegar al final del recorrido. Han sido unos siete kilómetros de un recorrido razonablemente sencillo que hay que desandar para regresar a La Molina.

Para los más aventureros y los que se animen, el camino sigue remontando el río, pero la dificultad de su trazado se incrementa notablemente además de no estar tan despejado de plantas y obstáculos con el que ha llegada hasta aquí.

Por el curso bajo

De nuevo en la carretera, se puede seguir el río Casaño hasta que se encuentre con el Cares en el pueblo de Las Arenas de Cabrales.

Tras salir de La Molina, el primer pueblo que aparece ante el viajero es Canales, algo alejado del Casaño, que se muestra como una tradicional localidad de montaña que ha ido creciendo poco a poco y mantiene una intensa actividad. Camino del siguiente pueblo se puede disfrutar de la preciosa cascada en el Casaño o de la cueva de la Covaciella, que bien merece una foto.

El Casaño llega a Carreña, la capital administrativa del Concejo de Cabrales, y donde se encuentra la sede del consejo regulador del archiconocido queso de Cabrales. La Capilla de Nuestra Señora de la Salud es uno de sus edificios más señalados. Además, el puente antiguo o Puente Conceyu, de origen bajomedieval, permite conocer el río La Ría, que atraviesa Carreña de norte a sur y que vierte sus aguas al Casaño, que cruza la localidad de este a oeste.

Más adelante, Poo de Cabrales espera al visitante. Es la puerta hacia el Naranjo de Bulnes o pico Urriellu y también uno de los campamentos base para los amantes de las actividades de montaña. Para quienes prefieran una visita más urbanita, podrán conocer mejor la arquitectura tradicional montañesa recorriendo sus calles.

El río Casaño termina en Las Arenas de Cabrales, el más turístico de la comarca. En este punto se une al río Cares, y quienes sigan teniendo ganas de recorrer ríos entre paredes de roca encontrarán aquí la Garganta de Cares, otra foz de indudable interés para senderistas y amantes de la naturaleza. Mientras se espera a los aventureros, callejear por el interior del pueblo descubrirá una arquitectura popular impresionante. Casas de piedra con su corredor de madera y aleros pacientemente trabajados, con sus portones, ventanucos y cubiertas de teja árabe. Se podrá ver el palacio de Mestas y Cossio, la capilla de San Juan, las medievales casas de la Corralada, la de La Papera o la Casa del Torrejón, además de la iglesia de Santa María de Llas.