Dos razones principales explican por qué el fútbol es el deporte más popular del planeta. La primera, amenazada ya por el VAR y toda su parafernalia, apunta a que se trata de una disciplina con un reglamento muy sencillo, fácil de entender. Y la segunda, vigente aún, se centra en los marcadores cortos de los partidos. En cualquier encuentro de balonmano, baloncesto o tenis, por poner sólo tres ejemplos, los tantos se suceden y gana siempre quien ha jugado mejor. En el balompié, mientras, todo choque tiene sus matices, lo que alimenta el debate, provoca opiniones dispares y añade mucha salsa al asunto, previa y posterior. El caso es que, en una semana, nuestra Real Sociedad acaba de pasar de ilusionarnos en Las Palmas, donde pudo golear, a desesperarnos contra el Mallorca, a quien no habría marcado si el árbitro llega decretar cinco horas de descuento. Pero, curiosamente, ambas experiencias cuentan con importantes paralelismos...
Todo lo contrario
Por enésima vez, repetiremos en este espacio que el equipo txuri-urdin no irá a Europa si continúa pegándose tiros en el pie de forma sistemática. Lo censuramos el día después de perder en el Villamarín, cuando todo el mundo hablaba del árbitro. Lo recalcamos tras el citado triunfo de Gran Canaria, donde la Real regaló tres goles a su adversario (dos de ellos desaprovechados). Y seguimos hoy con la matraca, frescas aún en la memoria las dos dianas del Mallorca en Anoeta.
Si en Las Palmas valió el 0-1 de Oyarzabal tras fallo del portero local, el sábado marcó el capitán en ajustado fuera de juego. Y si una semana antes Remiro había parado ante Fabio Silva tras asistencia involuntaria de Sergio Gómez, esta vez acertó Larin en una contra generada por un mal pase de Barrene. Quienes ahora braman por la derrota tras entusiasmarse seis días antes y hablar entonces incluso de Champions deben saber que, si el fútbol les gusta tanto, es en realidad porque las dos últimas actuaciones txuri-urdin no han sido tan diferentes. Al menos de inicio.
Lo del sábado
La Real entró bien al partido. Y luego vio cómo el acierto propio y ajeno ante los posibles puntos de inflexión del encuentro fueron diametralmente opuestos a los del domingo anterior. A partir de ahí, siempre con el ánimo de llamar a las cosas por su nombre, debemos mencionar también las dificultades que encontró el equipo para meter mano al Mallorca. En este sentido toca decir, para empezar, que vulnerar un bloque medio-bajo significa una de las asignaturas más complicadas que existen hoy día en el fútbol, más aún contra los de Jagoba.
Hay que apuntar, para continuar, que los problemas vividos tuvieron igualmente mucho de psicológico, por la losa que supuso tener que escalar una montaña gigante frente a un adversario bien pertrechado. Y procede reconocer finalmente que, en lo futbolístico, al equipo le vienen faltando argumentos durante toda la temporada para desenvolverse en este tipo de contextos. Pese a que Imanol suele ofrecer distintas herramientas a sus jugadores, la sombra de Mikel Merino en la segunda altura de la medular resulta alargada aún. En espacios reducidos, están faltando importantes dosis de precisión y de finura en el último tercio de campo. Y además el 4-4-2 con el que terminaron los txuri-urdin este sábado no terminó de beneficiarles, pues vació la sala de máquinas y cargó un área bien defendida por Raíllo, Valjent y Copete.
Dentro y fuera
Lo dicho: quedan siete jornadas y las opciones europeas de la Real van a pasar durante estas próximas semanas por la capacidad o la incapacidad del equipo para dejar de hacerse el harakiri. Es algo que sufre en lo meramente deportivo cuando se equivoca dentro del campo. Y es algo también a lo que no resulta conveniente sumarse desde fuera del terreno de juego. Lo del otro día era un duelo directo por entrar en Europa en una jornada 31 de Liga, panorama ante el que Anoeta habría hervido hace no tanto tiempo.
Sin embargo, lo (mal) acostumbrados que estamos, alguna declaración poco afortunada y los reproches a Sucic generaron un caldo de cultivo que para mí querría este domingo en La Cerámica contra el Villarreal. Jugar en casa siempre tiene que suponer una ventaja.