Corrijo mi primera versión. Pensaba que no se habían dado cuenta muchos, pero mi amigo Aitor, un aficionado twitero con alma de periodista (el célebre y heroico AitorErre que sobrevive con estoicidad en territorio comanche) me sorprendió haciendo alusión a ello momentos después de acabar de pulir, todo contento yo, mi A por ellos previo a Vallecas. El momento cumbre del recital de la Real en el histórico templo benfiquista llegó en el minuto 62. Después de 17 pases que discurrieron entre el robo y la salida explosiva en carrera de Traoré y la asistencia de Barrenetxea, Brais marcó el gol partita que le dio los tres puntos a los blanquiazules. Dice la canción que hay un gallego en la luna, que ha venido del Ferrol para calentar a las marcianas y para votar a Fraga y en una semana el planeta conquistó. Brais vino de Mos, cerca de Vigo, para calentar a su afición con sus goles, no tengo ni idea ni me importa a quién vota, pero si sé que en poco más de un año ha conquistado los corazones de todo el planeta txuri-urdin. Seguro que la popular canción no se refiere a nuestro ídolo, porque nunca está en la luna y siempre aparece el sitio indicado para volver a ver puerta. A lo que iba, pocos se dieron cuenta de que nada más marcar lo primero que hizo el mediapunta fue mirar hacia el anillo superior del fondo donde estaban situados los 3.500 jabatos que merecían una alegría de semejante calibre después de todas las vicisitudes que habían tenido que soportar y superar para entrar al campo. Primero por vosotros y segundo el abrazo y la celebración con sus compañeros. Imposible demostrar de forma tan tajante y contundente que ha entendido a la perfección el espíritu de este club cuyo principal activo ha sido, es y será su afición y su inquebrantable sentimiento.

Estamos en lo de siempre, si me das a elegir entre un canterano que no da el nivel o un gallego que encaja en el club como el pie de cenicienta en el zapato del príncipe y que es un futbolista extraordinario, tan completo que lo tiene todo, me quedo con Brais. No nos importa que no sean realistas de cuna, que no tengan fotografías de niño con la txuri-urdin, lo que de verdad nos convence es que quiera a los colores y los respete desde su primer día en Zubieta. Y no hay ninguna duda de que Brais lo ha hecho y lo hace.

Yo también hubiese mirado a mi gente celebrando mi gol si hubiese tenido el extraordinario privilegio de marcar el 0-1 ante el Benfica en un partido de Champions con 3.500 héroes de los míos en la grada. Yo, que todavía sigo soñando (literalmente) con ser jugador de la Real y que, para más inri, cuando me despierto demasiado pronto de forma brusca me da mucha rabia, porque lo siento de verdad al encontrarme crecido y sentirme capacitado para marcar otro gol, soy incapaz de reprimirme muchas veces cuando entrevisto a los jugadores y les pregunto qué se siente cuando anotas y te pones delante de la grada a lo Bellingham, brazos abiertos, y ves a tu gente nadar en un océano de felicidad abrazándose por igual a amigos y a desconocidos. Una desorganizada, enloquecida y brava marea txuri-urdin que colmaba mi euforia contenida en el palco de prensa mientras no paraban de dar saltos y algunos acaban apareciendo en mitad de kuadrillas desconocidas varias filas más abajo o arriba. Qué más dará, somos todos de la Real.

La mirada cómplice de Brais, como el que da de comer a sus gordos que tan de moda se ha puesto con el narrador del mundial de rugby, invita a imaginar un mensaje. “Ahí tenéis lo que lleváis una hora esperando mientras la estáis gozando. Para vosotros”. Y bien que se lo merecían. Entiendo que pasa en muchos campos, sobre todo en Europa, y que desgraciadamente mucha gente acostumbrada a viajar lo ha naturalizado o incluso asimilado, pero la Real está obligada a decir basta. No nos importa cómo tratan a los demás, me ocupa y me preocupa cómo se portan con los míos, porque, salvo las cuatro manzanas podridas que hay en todos lados, es una afición ejemplar que solo deja grandes recuerdos y diversión a su paso. Es intolerable que se les trate como si fuesen ganado, sobre todo cuando lo que más llamaba la atención durante las pasadas por agua horas previas en Lisboa eran la gran cantidad de niños que habían viajado. Con noches como estas, seguro que el amor a los colores está garantizado por muchos años, pero nos inquieta mucho más que no se les quiten las ganas de desplazarse con el equipo. Escuchando algún testimonio, el tema no es para nada baladí. Lo pasaron realmente mal. No hay derecho.

No es cuestión de hacer sangre con el rival abatido tras ser arrasado, pero sí que da un poco de pena el incontrolable complejo de superioridad (de esto sabemos mucho por estos lares) del Benfica y lo poco acogedores que estuvieron con la Real y su gente. No ya por el descontrol intolerable que se vivió en los accesos, sino por la falta de elegancia sobre todo desde su atronadora e insoportable megafonía, que no fue capaz ni de darles una mísera bienvenida ni de quitar la ensordecedora música cuando los jugadores realistas esperaron respetuosamente a que se retiraran sus oponentes y sus aficionados para salir a celebrar con los suyos. La música era estridente y repetitiva hasta el punto de que desde el centro del campo a los hinchas no se les oía cantar y homenajear a sus titanes. 

Y no, no es normal. Ni el trato recibido, ni ser de largo el mejor equipo hasta ahora de esta Champions, una competición tan larga que depende mucho de tu estado de forma en los momentos clave. Tampoco lo es que un futbolista haya marcado el 0-1 decisivo en su estreno europeo en Manchester, ni que haya visto puerta en los tres encuentros que lleva en la Champions. Al que le acusaban de ser un pechofrío y hasta recibió pitos de su propia gente, se ha convertido en un futbolista de época, que parece de Zubieta de toda la vida, y que es una bestia parda a la hora presionar y recuperar el balón. Delgado como pocos y con cara, ojos y expresión como de despistado o de permanente sorpresa, todo lo que está consiguiendo mientras se le caen la calidad y los goles de los bolsillos no es más que la confirmación de los que acunaron el célebre “Brais Méndez xoga para os que saben de fútbol”. Que no fuese al Mundial fue una tomadura de pelo inaceptable, que no entre en estas convocatorias se eleva ya a la categoría de escándalo. Exigimos justicia para la afición txuri-urdin y para Brais, nuestro hombre Champions. Que nunca deje de mirar lo feliz que haces a su inigualable afición y disfrute. Se lo merece. ¡Pero qué bueno es el gallego que no nos damos cuenta de que está haciendo olvidar hasta la retirada de don David Silva, carallo! ¡A por ellos!