La Real Sociedad se superó en la excelencia que alcanzó en Salzburgo. Este es el mejor resumen que se puede hacer de su recital en Lisboa. En esta ocasión el rival estaba sobre aviso por los vídeos que seguro repasaron de su exhibición en tierras austriacas y durante 80 minutos ante el Inter, porque el escenario era grandioso y un templo futbolístico de referencia y porque enfrente se encontraba un doble campeón continental, acostumbrado a jugar esta competición año tras año, que cuenta con fichajes mucho más caros que los realistas, que está acostumbrado a ganar y que la campaña pasada alcanzó los cuartos de final de la competición. Pese a todo ello, tanto los jugadores, técnicos y aficionados lusos asistieron atónitos al baile que les dio un equipo que se ha convertido en la nueva y gran sensación de esta edición de la Liga de Campeones. Todo un Benfica era incapaz de superar el centro del campo debido a la presión adelantada de los blanquiazules y cuando se defendían aguantaban como podían la calidad en la circulación del balón y el talento individual de los efectivos ofensivos del ejército de Imanol.

Si en la tarde de Salzburgo ya hubo varias posesiones largas casi al primer toque que levantaron los Ohhhh de admiración en la grada, en Lisboa los realistas firmaron dos jugadas de ensueño que definen su estilo y la forma con la que afrontan esta competición. No es más que la culminación de la obra de autor de un técnico, Imanol, que planteó jugar y ganar con esta propuesta tan vistosa y atractiva para cualquier espectador imparcial como declaró él mismo al término del encuentro: “Espero que todos los que son de la Real estén orgullosos del equipo y no por haber ganado, porque es lo que menos me preocupa, ganar o perder, es el cómo, y seguramente todos los que son de la Real están muy orgullosos de su equipo. Muchos clubes nos están mirando y diciendo: ¡Qué gozada!”. Además de recalcar que todo formaba parte de un plan: “Lo intentamos hacer todos los días. Hay veces que no puedes porque el rival está mejor. Esto puede sonar a soberbia, pero es lo habitual. Hay veces en los que estamos redondos y te sale todo bien. Este atrevimiento y la manera de jugar es parte de un plan”.

Las dos acciones a las que nos referimos acabaron en las dos ocasiones más claras de los blanquiazules. El gol de Brais y el disparo de Kubo al larguero que hubiera supuesto la sentencia definitiva y que hubiese permitido afrontar los últimos minutos sin tantos apuros.

Entre el minuto 61 y 62 se fraguó la diana del incuestionable triunfo de la Real. Lo más sorprendente es que su origen estuvo en uno de los acercamientos más peligrosos de los locales hasta ese momento de la segunda parte. Neves recortó bien en la frontal y buscó un pase al área que cortó bien colocado Traoré. El maliense, que tenía un día inspirado sobre todo en ataque, salió como un rayo para recorrerse medio campo antes de frenarse y dársela a Kubo, quien decidió ralentizar la jugada. A partir de ahí entraron en juego Zubimendi, Brais, Zubeldia, Le Normand, Aihen, Merino y Barrenetxea. Este último aceleró en el área y sirvió en bandeja el tanto al gallego que, una vez más, apareció en el área para empujar como si fuese un delantero centro nato. En total 17 pases entre realistas, ya que varios de ellos tocaron en más de una ocasión la pelota, y sólo Remiro y Oyarzabal se quedaron sin participar. Bueno, sin participar con el balón, porque los movimientos del capitán resultaron claves para que la acción culminara en el área portuguesa. Desde que corta Traoré y remata a puerta Brais discurren 46 segundos sin que los lusos huelan el balón. No había más que ver sus caras de sorpresa y frustración.

Pero lo peor estaba por venir. Si en el descanso los más agoreros temían una segunda parte distinta y peligrosa por todo lo perdonado por parte realista, la realidad es que a los de Imanol ya nadie les podía sacar de la cabeza que sólo les valía el triunfo por la forma en que estaban jugando.

Y la culminación al recital llegó entre los minutos 66 y 67 cuando Brais y Kubo urdieron una nueva emboscada para recuperar el esférico que tenía Bernat. A partir de ahí se inicia una jugada en la que marca el tiempo como no podía ser de otra manera un imperial Zubimendi. Además de estos tres intervienen Traoré, Zubeldia, Remiro (con un pase largo que baja de manera magistral el gallego), Aihen, Merino, Le Normand y Barrene (que vuelve a hacer otra travesura pegado a la banda). La acción finaliza con un buen pase de Merino que Kubo, tras recibir y arrancar una vez, acaba estrellando en el larguero. “Me hubiese coronado si lo meto”, dijo el genial japonés, que acabó siendo el rey sin corona por no marcar. En total 25 pases y 87 segundos sin que el Benfica tocara la pelota.

En ambas posesiones, el balón circula de banda a banda y el equipo se mueve de manera armónica y trabajada. Da gusto verle jugar. Y en Europa lo saben. Pocos lo resumieron mejor que el técnico de los benfiquistas, Roger Schmidt: “Enhorabuena a la Real, es un equipo top, en un momento top. Nos han ganado todos los duelos y todas las segundas jugadas”. Imposible sentir más orgullo.