La Real Sociedad se llevó los tres puntos de Girona en un encuentro en el que acabó goleando, pero que debió cerrar sin excesivos aprietos. Los realistas concedieron demasiado ante un rival con buenos jugadores que acabaron marcándole tres goles que pusieron en claro peligro un triunfo que debió ser claro, solvente y contundente. Uno de sus éxitos que te dan la tranquilidad y la confianza necesaria para afrontar el calendario de locos que aguarda a los blanquiazules hasta la llegada del Mundial. Pero siempre falla algo. Imanol defendía la temporada pasada que como entrenador prefería mucho más vencer 4-3 que 1-0, resultado que repitió tantas veces por obligación al ser incapaces de ver puerta. No tenía pinta de ser muy sincero en ese tramo de final de temporada, cuando a los donostiarras les costaba sangre, sudor y lágrimas sumar victorias. 

El resumen de lo acontecido ayer es que los realistas eran infinitamente mejores que su oponente y que se metieron en un lío más que evitable que puso en serio riesgo una victoria que se antojaba obligatoria. El estilo de los catalanes encaja a la perfección con la propuesta txuri-urdin. No incomodan, no muerden y plantean un duelo a vida o muerte en el que podrán salir victoriosos en bastantes ocasiones esta campaña, pero no ante esta Real y su calidad. Cuando peor pintaba la cosa, siempre prevaleció la sensación de que los donostiarras eran mejores y que iban a ser capaces de darle la vuelta y llevarse los tres puntos. El punto dramático de la contienda llegó al iniciarse la segunda parte cuando después de una ocasión imperdonable fallada por Mikel Merino, el Girona se volvió a adelantar en un disparo que se tragó un Remiro, que seguro que no olvida la noche que vivió en Montilivi. Una vez más, a remontar pero, al contrario que en ocasiones anteriores, los blanquiazules dieron el do de pecho y fabricaron hasta tres goles que acabaron por plasmar un resultado bonito y atractivo. Aunque para los que lo sufrimos, engañoso. Las cosas como son.

Imanol no sorprendió a nadie con el once. Fue el esperado. La realidad es que tampoco tenía muchas más opciones con las bajas con las que se presentó en Girona. Momo Cho, Igor Zubeldia, Mikel Oyarzabal, Sadiq Umar, Ander Barrenetxea y Robin Le Normand se quedaron en casa, lo que provocó que el técnico no tuviese alternativas ni en el eje de la zaga ni en la delantera. Las únicas dudas estribaban en los laterales, aunque Gorosobel y Aihen partían con ventaja para ser titulares por méritos adquiridos. El rombo mágico en la medular como fórmula que se puede repetir de memoria en los duelos clave de esta temporada y con la dupla internacional Kubo-Sorloth, que apunta muy buenas maneras. Míchel decidió reservar a Stuani, el gran temido, después de haber llegado un poco justo al envite por un susto. Taty Castellanos actuó en punta en un rival con muchos futbolistas de buen pie que pretendía discutirle la posesión a los realistas desde el primer minuto, como corresponde a cualquier equipo entrenado por el vallecano.

Buen inicio

La primera parte fue un tobogán de sensaciones y de emociones en base a una superioridad manifiesta de los blanquiazules, que tenían que haber alcanzado el descanso con ventaja en el marcador. En un feudo en el que no le suelen salir las cosas demasiado bien históricamente, los blanquiazules arrancaron muy bien el encuentro. Se les notaba cómodos y con confianza ante la poco agobiante presión del Girona, que de inicio decidió esperar en su campo. A los siete minutos, en una combinación entre sus jugadores de talento, llegó el primer gol de los de Imanol. Merino bajó un balón del cielo en una pugna que nadie tenía dudas de que iba a ganar, Silva proyectó a Kubo y su centro con rosca por delante de la defensa lo envió a las redes Sorloth con su pierna derecha. Los donostiarras eran netamente superiores, guiados por un Zubimendi imperial que no dejó de servir buenos balones a sus elementos ofensivos. En uno de ellos Sorloth se entretuvo y la rosca de Brais no encontró portería.

Míchel decidió adelantar líneas y la presión avanzada del Girona no tardó en cosechar buenos resultados. Pacheco cortó un centro de Arnau en el primer susto, antes de que Riquelme igualara la contienda tras hacer un caño a Zubimendi y limpiar las telarañas de la escuadra. Solo cuatro minutos después, con la Real claramente tocada, un cabezazo picado de Arnau puso por delante en los catalanes. Una acción en la que Castellanos hizo un bloqueo de cajón a Merino, algo que está permitido en el baloncesto, pero no en el fútbol. Falta que Melero no quiso ver y Latre decidió que no debía intervenir. Tal para cual. Esto no quita para denunciar que la Real estaba fuera del partido y que Remiro podía haber hecho bastante más en el remate envenenado.

En el último cuarto de hora, el equipo txuri-urdin tomó consciencia de que no era normal lo que estaba sucediendo y, tras una jugada de billar, Silva fue el primero que probó suerte en un disparo casi sin hueco. Era clave empatar antes del descanso y lo hizo Sorloth de nuevo, al controlar un buen servicio de Zubimendi dentro del área y fusilar al meta sin dejarla caer. 2-2 y las espadas por todo lo alto. Un encuentro que no se le podía escapar a la Real, dado lo visto antes del entreacto.

Nada más iniciarse el segundo tiempo, Silva sacó la varita para dejar solo a Merino, quien, con todo a su favor, disparó al lateral de la red. En la jugada siguiente, en una contra que debió frenar en falta Aritz, Castellanos chutó desde lejos y Remiro, en una reacción lamentable e impropia de su nivel, se tragó el disparo. La Real estaba de nuevo tocada, aunque Kubo probó suerte en un remate cruzado sin mucha fe que se marchó desviado.

Gutiérrez probó la crisis de Remiro, hasta que la Real tomó otra vez el mando y el japonés puso un centro que se paseó por delante de la meta sin rematador. Poco después, Brais, en una falta marca de la casa con rosca que parece más un centro que un disparo, restableció las tablas en el luminoso. Ya con viento de cara, Zubimendi, en modo ariete, aprovechó un mal control de Merino para poner de nuevo por delante a los suyos. Otra vez Remiro salvó la enésima aparición de Riquelme, antes de que Sorloth, con todo a su favor, enviara a la madera un disparo por el que había luchado Kubo. No se puede perdonar una acción sin portero en un duelo frenético a tumba abierta sin tiempo para rescatar heridos. Con el choque aún abierto, Kubo puso la sentencia con un chut cruzado tras una asistencia de su nuevo socio, Sorloth. Carlos, que reapareció, rozó el tanto en dos ocasiones, que hubiese supuesto el broche de oro a una noche que se complicó mucho más de lo previsto.

Kubo y Sorloth, una pareja distinta, con recursos, clase, calidad y pegada prometen emociones fuertes para esta Real cuyo entramado defensivo dejó demasiadas dudas ayer en Girona. No todos los partidos se van a ganar cuando concedes o regalas tres goles. De momento, el equipo sigue ganando a los que son netamente inferiores. Y lo hace sin alardes ni descorchar botellas, simplemente porque es su obligación. Ahora bien, cuando vengan las curvas, necesitará mejorar mucho y ser más fiable...