Qué maravilloso régimen de lluvias nos acompañó durante buena parte de la semana. Qué alegría para la huerta y qué buena noticia para los embalses. No me digáis que no dormís mejor. Adiós a los calorets, sofoquets e insomniets. Ahora, con mantita que te cubra un poco, oyendo caer las chaparradas. Estamos tan a gustito. Levantarse de madrugada a hacer una pixarrakerie y sentir de fondo el murmullo suave de las gotas de agua, las que lavan calles, coches y riegan jardines sin pagar un euro, es angelical. Si a todo esto le añadimos tres puntos con cinco goles, ni te cuento. Claro, sé de sobra que nunca llueve a gusto de todos y que los propietarios de establecimientos con terraza deben estar echando humo porque bajo la lluvia recaudan menos que las seroras en la misa de Infantes que se celebra en la basílica de El Pilar, a las seis de la mañana, o antes.

Los equipos que entrenan a la intemperie suelen preferir este tiempo antes que los bochornos y las asfixias de las últimas semanas en las que volvían al vestuario con las caras más rojas que las gambas cocidas o los guiris que pasean por la mallorquina plaza Gomila. Les gusta el fresquito, un poco de sirimiri y un ambiente más otoñal. Si además ese marco coincide con la disputa del partido oficial de competición, ni te digo. En los tiempos en los que los jugadores no se depilaban las pantorrillas, cada vez que tocaba jugar en el sur, la hierba estaba tan alta como en el ribazo del Amazonas y la tierra más árida que un pincho de tortilla como el que me sirvieron esta semana en un lugar cuyo nombre no señalo para evitar trifulcas. ¡Seco, a reventar!

El campo del Girona está estupendo en la zona alta de la ciudad. Conviven árboles, chalets de nivel con piscina, facultades universitarias, paseos. Se circula a gusto, bastante lejos del mundanal ruido. Allí sube la feligresía con la ilusión de ver ganar a los suyos. Por dos veces se pusieron por delante, por tres veces creyeron que su equipo terminaba con premio. Me sorprende que para este viaje nadie me preguntara por lugares en los que comer bien, homenajearse antes de que los nervios afloren. Quizás no les hacía falta porque el menú estaba encargado con dos raciones de salmón, una de pulpo a la gallega, otra de sushi y sashimi, para terminar con unas galletas de postre, de las Olibet de Errenteria.

No creo que el personal se haya puesto a ahorrar para desplazamientos de más enjundia ni esté pensando ya en los gastos navideños. Por cierto, si toca el gordo en las papeletas de la batería de artillería de Hondarribia, me lío a cañonazos. Son las primeras que compré hace un par de semanas.

Antes de que eso suceda, es posible que Imanol sea el que tire de avancarga antes que yo. Lo intuía Zubimendi en las declaraciones posmatch. A los entrenadores no les gusta que el partido se desmadre, que se pierda el sitio, que se comentan fallos como los que suponían los tres tantos en contra. Cierto es que marcar cinco chicharros en cualquier escenario es inaudito, merece hacer la ola y escribir una oda al fútbol ofensivo. Lo hizo la Real y también el Manchester City. ¡Qué partido en el Etihad!

Salvando las distancias, la conexión De Bruyne-Haaland recuerda a día de hoy la integrada por Take y Sorloth con la pimienta molida de Silva, Brais, Merino y compañía. Verles jugar es apasionante. El otro Manchester, el de nuestro grupo europeo, se llevó un sopapo en condiciones. Vendrá en la última jornada de la fase decisiva. Si la Real juega como el City en el derbi y consigue seguir adelante en la competición, invito al míster y a su ayudante a un chocolatito con churros en el parón. ¡Se le nota desnutrido!

Los partidos después de los compromisos de selecciones suelen ser peligrosos. Sacarlo adelante con tres puntos no es una mala noticia, como tampoco la vuelta de Carlos Fernández. En el otro lado de la balanza, las lesiones de Zubeldia y Gorosabel, cuyo alcance desconozco. Viendo lo que hay, al oriotarra las circunstancias le exigen inventar y reinventar. Como no hay demasiado tiempo ni para volverse tarumba, ni para dormirse en los laureles, será bueno tirar del carro y no dormirse, porque los minutos de papaver somniferum, tras el primer tanto, casi nos destrozan el rombo. Felizmente, dormiremos de un tirón.

Apunte con brillantina: por no movernos de ciudad, casi al mismo tiempo que Antonio Cassano le decía Cristiano Ronaldo que se retire, comenzaba la ACB de baloncesto, con el Girona recibiendo en su feudo al Real Madrid. En el banquillo del equipo local, el imperecedero Aíto García Resenes. En diciembre cumplirá 76 castañas, pero sigue ahí, al pie del cañón, peleando como los que empiezan, movido por la pasión. Lo ha sido todo, lo ha ganado casi todo, con un historial de no te menees.