Muchas de las dudas de los aficionados de la Real de cara al partido de ayer frente al Elche radicaban en ver quién iba a tomar el testigo goleador del equipo una vez confirmada durante la semana pasada la marcha de Alexander Isak al Newcastle. Los ojos estaban depositados en Ali Cho, titular por vez primera en el Martínez Valero, pero el único tanto de la victoria llevó la firma de Brais Méndez. Hubo otro futbolista que estuvo cerca de hacerlo. Sin embargo, Mikel Merino decidió imitar los malos hábitos del ya exfutbolista de la Real desde los once metros. El centrocampista, en el que era su estreno como lanzador de penaltis, optó por hacerlo a lo Panenka. Edgar Badia no se movió del centro de la portería y atrapó el balón sin ningún tipo de problema. Merino golpeó mal, casi al suelo, porque saltaron por los aires varios trocitos blancos del punto fatídico.

Casualidades del destino, Merino falló en la misma portería en la que al sueco le anularon una pena máxima la temporada pasada por realizar una paradinha. En aquella ocasión, reglamento en mano, Cuadra Fernández no dio validez al gol, que suponía el empate a uno, y amonestó al ya exfutbolista de la Real Sociedad. Pese a todo, el conjunto dirigido por Imanol Alguacil logró remontar el tanto inicial de Carrillo gracias a los goles de Diego González, en propia puerta, y de Robin Le Normand para acabar venciendo finalmente por 1-2. Ayer tampoco hizo falta que Mikel acertara desde los once metros para que los tres puntos volaran hacia Donostia, pero, de haberlo hecho, el triunfo, casi con total seguridad, hubiera sido mucho más holgado que ese 0-1 final. Aunque eso es hablar por hablar.

Fue precisamente una genialidad del protagonista de esta historia la que originó la jugada en la que Ali Cho terminó por los suelos. Iglesias Villanueva ni lo dudó. Tampoco los jugadores del Elche protestaron mucho. El navarro vio perfectamente como el ex del Angers se quedaba solo. Encaró a Mojica, que se lo llevó por delante tras una pisada magnífica del francés dentro del área. Penalti sin discusión. Y fue Mikel Merino el que tomó la responsabilidad. Sin Oyarzabal, lesionado, y sin Isak, traspasado esta semana al Newcastle, ni Januzaj, no renovado al final de la pasada temporada –los tres especialistas la campaña pasada–, fue el navarro el que cogió la pelota. Nunca antes se había visto en una de esas, pero se le veía seguro. Sin embargo, el 8 optó por una delicatessen. Todo en este futbolista es clase, incluso en su manera de patear una pena máxima, pero, en esta ocasión, Edgar Badia le adivinó la intención.

El jugador de la Real optó por imitar el famoso lanzamiento que Antonín Panenka se inventó un 20 de junio de 1976 en la final de la Eurocopa que enfrentaba a su Checoslovaquia y a la Alemania Federal. En la tanda de penaltis, Panenka convirtió el lanzamiento decisivo, algo que no consiguió en la tarde de ayer un Mikel Merino, que, todo hay que decirlo, volvió a dejarse el alma en cada acción, recibiendo las caricias de los rivales, como ese pisotón de Mojica en el tramo final, que supuso la amarilla para el futbolista colombiano y que dejó al ayer al capitán dolorido sobre el terreno de juego, algo que no le impidió terminar el partido. l