Me gusta el Villarreal cuando tiene los pies en el suelo y es capaz de poner en valor la hazaña que es haber convertido un club pequeño en una potencia a nivel español y europeo. De ahí que me entre la risa porque algunos en Inglaterra, presos de su arrogancia y su complejo de superioridad, le critiquen por haber salido a Anfield con el único propósito de sobrevivir como pudiese, al ser consciente de que se enfrentaba a uno de los grandes colosos mundiales. Con el Bayern también sucedió algo parecido. ¿Qué esperaban? ¿Que saliesen a jugar a la brava para dejarles todos los huecos del mundo como a ellos les gusta y les pudiesen humillar con el potencial de los delanteros de talla mundial con los que cuentan? A su manera y en menor escala, me recordó a la frustración del derrotado en la final para siempre del 3 de abril.

No deja de ser curioso que hasta pongan en duda a Unai Emery, simplemente porque, sin su referente ofensivo, se dio cuenta de que lo mejor que podía hacer ante todo un Liverpool era capear el vendaval, reitero, como pudiese a la espera de cazar una contra. “Como pudiese” significa defendiendo de maravilla sin conceder apenas remates claros, con dos colosos de centrales y un carrilero como Estupiñán con clara vocación de extremo en la retaguardia.

No me gusta cuando el Villarreal se vende como lo que no es. Porque, insisto, su mérito es indudable. Yo estuve viendo a la Real ganar allí tres días antes de su partido contra el Arsenal y me pregunto, con todos mis respetos, en qué estaría pensando Thierry Henry cuando recorrió sus modestas calles camino de El Madrigal para disputar la vuelta de la semifinal de Champions en 2006. Pero a pesar de ser un pueblo muy pequeño (51.130 habitantes), su músculo financiero le proyecta a otra dimensión con 140 millones de euros y lo que te rondaré morena.

Me gusta el Emery ganador y reivindicativo. El que se cree capaz de todo y transmite una mentalidad ganadora que, desgraciadamente, no abunda por aquí. Su mensaje lanzado desde los laureles tras eliminar al Bayern fue de los que se recuerdan para siempre en un club: “Vamos a disfrutar las semifinales. Y sabiendo que estamos aquí pero no para que digan qué majos somos, no para que digan que somos simpáticos ni un pueblo pequeño, ni Astérix ni Obélix, porque no, nosotros tenemos un proyecto muy sólido y muy estable de la Familia Roig que lleva ya muchos años que ha jugado ya una serie de semifinales. Somos un equipo que trabaja y se prepara para que podamos tener un recorrido importante”. Y ante las críticas incluso del entrenador de los 30 millones Nagelsmann, orgullo: “Hay que respetar las opiniones, pero son totalmente injustas. Cada uno tiene sus tácticas de juego pero el respeto no lo vamos a perder nunca. Si alguno lo pierde con nosotros, yo simplemente lo omito. Allí dijeron que habíamos tenido suerte para sorprenderles. Hay que ser hombre”. No me gusta el Emery llorón, que también existe, que se escuda en Libro Gordo de las Excusas para justificar fracasos o simples derrotas.

Me formé como periodista cubriendo la información del Rayo durante cuatro años. Yo sí tengo segundo equipo, porque pocos se hacen querer tanto como los vallecanos. Les puedo asegurar que los auténticos Astérix y Obélix españoles anidan en Vallecas. Comparado con la cerámica del Villarreal, es el infrafútbol, como le gusta definir a Enrique Ballester. Siento que me repito, pero guardo mil y una anécdotas de esa época como no saber dónde se estrenaba el equipo, porque cada día cambiaba y si te equivocabas podías estar a 30 kilómetros con atasco incluido del escenario elegido; que cobrasen en sobres un día a la semana en las oficinas del estadio situadas en la Avenida del Payaso Fofó y, como lo sabía todo el barrio, se produjo hasta un atraco con pistolas en mano y los jugadores saliendo por patas; o la visita semanal del Poli Díaz que siempre seguía las sesiones junto a los periodistas. Cada vez que acudía la tomaba con uno y, aunque no obraba con mala fe, le castigaba tan duro como al mismísimo Whitaker. Si no tenías la desgracia de ser el elegido, te lo pasabas bomba, pero cuando te tocaba...

Lo bueno del Rayo es que nunca ha perdido su genuino aroma de club de barrio. Aunque la gran mayoría de sus aficionados sienten debilidad por uno de los dos gigantes (no les gusta reconocerlo), mantienen impoluto su sentimiento vallecano. Son diferentes (estos de verdad), tienen un sentido de pertenencia a la altura del nuestro a pesar de sus limitaciones para explotar una cantera que trabajan muy bien y, al contrario que en otros lugares de la ciudad, nos reciben de maravilla. Recuerdo un verano que no sabíamos qué fotografía montar para la portada del suplemento de inicio de campaña que el menda se comía solito y mi fotógrafo se los encontró una mañana bajando por la Avenida de la Albufera, unas de las arterias del barrio, entre el pueblo sin que nadie se sorprendiera demasiado. Imposible encontrar nada mejor que defina a un equipo entregado a sus vecinos. Mi aita solía hacerse trajes en una sastrería de Vallecas y en mi primer año, cuando era medio becario aún o estaba de prueba, al preguntarle el apellido mi aita dijo “Recalde”. “¿Como el periodista?”. El Rayo forma parte de sus vidas. Por cierto, qué época aquella en las que mis padres se emocionaban con esas cosas y hasta recortaban breves con mi firma, ahora ponen la radio, escuchan mi voz y cambian de cadena por pesado.

Muchos no se dan cuenta de la extraordinaria labor que está haciendo Iraola al frente de un club a la deriva en el que su principal saboteador es un presidente que no respeta ni los ideales de sus socios. Debe ser complicado hacerlo tan bien cuando tienes el enemigo en casa. Algunos piensan que este es el partido más fácil que le queda a la Real porque su anfitrión ya no se juega nada... Cuidado, porque la comunión Vallecas-equipo da alas y en su estadio “vuelan”, como ha advertido Remiro. Yo he visto cosas increíbles en ese campo, casi paranormales. De no creer. Prohibido confiarse, porque luego llegan las lamentaciones.

Siempre es bueno encontrarse con clubes que han logrado sus objetivos. Que han sacado fuerzas de flaqueza de no se sabe muy bien dónde para rendir probablemente por encima de sus posibilidades. Como si tuviesen una poción mágica de Panoramix. Me gusta mirarme en ese exitoso espejo a otra escala porque nos permite ver lo que somos a día de hoy. En lo que nos hemos convertido. Y lo hemos hecho a nuestra manera, recibiendo premios como la mejor canteracon el Sanse como único filial en Segunda. No discuto que quedarse fuera de Europa supondría un duro mazazo, pero si algo se ha ganado este proyecto es que se crea en sus posibilidades hasta el final. Si el fondo de Vallecas canta que la vida pirata es la vida mejor (“sin trabajar, sin estudiar, con la botella de ron”), nosotros podemos defender que no conocemos vida mejor que estar siempre al lado de nuestra Real. Sentirla y vivirla. Y disfrutarla. ¡A por ellos!