La Real ganó con justicia al Celta y se sacudió la crisis de resultados que le había llevado a pasarse seis jornadas de Liga sin conocer la victoria. En situaciones así, comprometidas y por momentos agobiantes, tampoco hace falta mirarle los dientes al caballo. Cualquier triunfo adquiere un valor extraordinario, porque puede convertirse en un necesario punto de inflexión para cambiar la dinámica perdedora. Esto no significa que los de Imanol no mereciesen imponerse a un duro rival como el celeste, dado que su victoria no admitió ninguna discusión. Fue mejor, propuso más, generó mucho más peligro y, aparte de marcar un gol y anotar otro que le anularon por un fuera de juego de milímetros, no dejó rematar entre los tres palos a su adversario en los 90 minutos. No olvidemos que enfrente estaban Santi Mina, Aspas, Brais, Denis… Nada, ni una sola vez. ç

Si Remiro se hubiese quedado en la zona de prensa escribiendo la crónica o en la Zabaleta animando a sus compañeros, el resultado hubiese sido el mismo. Y esto tiene mucho mérito y hay que ensalzar su valor, porque la Real venía de haberse adentrado en ese tenebroso y temido escenario en el que se multiplican las dudas, el miedo se acrecienta y se va perdiendo poco a poco la confianza y la autoestima. Si comentábamos que en Leganés, los donostiarras llegaron a emitir preocupantes señales de crisis, cualquiera que viese ayer el partido no pudo reconocer ningún síntoma de este tipo en la actuación txuri-urdin. La Real venció y lo hizo bien. Porque además recuperó parte del que es su verdadero potencial, el rendimiento individual, gracias a las buenas actuaciones de Oyarzabal, autor del tanto en otra día más en la oficina para él; Merino y Rafael. Con los mejores entonados y en forma, todo fluye mucho más sencillo y natural.

Otro 1-0, es cierto. Y un sufrimiento final que se pudo y se debió evitar. A la Real de este año le cuesta sentenciar sus partidos y da igual que lo merezca o no. Si no va a conceder ninguna aproximación a su enemigo, con uno siempre le va a bastar, pero todos sabemos que esto no va a ser siempre así y que, de seguir en esta línea, no tardará en echar en falta más dianas. Por si fuese poco, Isak se lesionó al doblarse el tobillo y se vio obligado a abandonar el campo antes del descanso. La importancia del sueco se mide por el sobrecogedor silencio con el que Anoeta se quedó cuando cayó al suelo dolorido y le estuvieron atendiendo en el mismo césped. Fue uno de esos silencios que hacen daño a los oídos. La Real necesita gol, por lo que si no se recupera pronto, habrá que comenzar a exigir a Sorloth, cuya cuenta realizadora se encuentra por debajo de la ilusión que había generado su fichaje. Aunque primero deberá recuperarse del covid.

Imanol le está cogiendo gusto a manejarse en el secretismo. Incluso ya juega al escondite, porque después de decir que Rafinha no estaba para jugar 90 minutos ni, en el caso de Leganés, una posible prórroga, decidió darle la alternativa de inicio ante sus excompañeros. La caída de la lista de Silva, supuestamente por sufrir covid por segunda vez (ya lo pasó nada más aterrizar en Donostia), y el hecho de que Illarramendi, Turrientes y Guridi estaban saliendo del virus probablemente allanó el camino hacia la titularidad del brasileño que actuó de interior más adelantado, respaldado por Merino y Guevara. Gorosabel y Aihen, que también regresaban a la convocatoria y sentaron a Zaldua y Rico, además de Remiro y Guevara, fueron las otras novedades en el equipo. En el Celta lo esperado, un conjunto muy reconocible con futbolistas que llevan mucho tiempo actuando juntos y que a veces son capaces de jugar de memoria.

Rafinha no tardó en demostrar sus cualidades. Muy técnico, con un gran trato con el balón, sobre todo gracias a una pierna zocata de referencia, algo que en teoría ya sabíamos, pero lo que sin duda agradó más a la grada fue el enorme espacio de campo que abarcó y lo fuerte que se mostró en las disputas. No extrañó para nada su nuevo destino, ya que acaparó protagonismo desde el inicio, algo normalmente reservado para los futbolistas distintos y especiales. Fue el primero en generar peligro, en una acción en la que reclamó tímidamente un penalti, intervino de forma clave en el gol al recuperar la pelota en la medular para darle de cara a Merino y firmó la acción individual del primer acto, con un bonito recorte y centro medido que Aritz no pudo clavar en la red al cabecear demasiado centrado a las manos de Dituro. Desconocemos lo que el viejo Rafinha podía aportar a esta Real, pero el nuevo Rafael apunta a tener grandes noches de txuri-urdin.

La primera parte no pasará a los anales del fútbol. En un ambiente frío, bastante más que de costumbre, dos equipos con buen trato con la pelota se enzarzaron en una dura batalla cuerpo a cuerpo que dejó muy pocos espacios y que, además, se vio empantanada por continuas interrupciones. Desde que llegó Coudet el Celta suele competir con muchos elementos ofensivos, pero el requisito indispensable para invertir en dicha apuesta es que se sacrifiquen como si fuesen peones y metan la pierna como si fuesen gladiadores. Competir contra ellos exige, cuanto menos, hacerlo con la misma fuerza y estar dispuesto a partirse la cara a su mismo nivel.

Y el fútbol, ¿qué? Pues ayer poquito, aunque si alguien propuso y arriesgó en ese sentido fue sin duda la Real. Los blanquiazules fueron superiores al Celta antes del entreacto. Lejos de su mejor expresión, pero sustentados en un rendimiento solvente y bastante fiable. Con las ideas claras, sabiendo lo que había que hacer para doblegar a su visitante de ayer. También es justo reconocer que en la primera ocasión que tuvieron, se pusieron por delante. Rafael recuperó en la medular, dejó de cara a Merino quien metió un pase perfecto en largo a Oyarzabal que, como siempre, había elegido la línea recta hacia la portería rival. El eibartarra anotó en su segundo remate.

La Real dominaba y Aritz no marcó el citado centro con música de Rafael al cabecear muy al medio. Otro balón de Merino en el segundo palo estuvo a punto de embocarlo en su propia portería Aidoo. El navarro se llevó todos los centros por arriba, sobre todo en el área, y casi en descanso se le escapó alto un servicio de Januzaj.

Tras el entreacto, la misma sociedad acabó con un testarazo a la escuadra del pamplonés. En cambio Aritz sí encontró el gol, aunque lo anularon por un fuera de juego por milímetros. Rafael también estuvo a punto de poner patas arriba Anoeta pero no enchufó su salto en plancha a centro del omnipresente Merino. La Real perdonaba demasiado lo que fue aumentando la desconfianza de la grada. Cuando se marchó Rafael, ya no jugó más en campo contrario, aunque la realidad es que sufrió menos que nunca y solo Aspas le dio un pequeño susto en un chut sin hueco al lateral de la red.

Tres puntos de oro para cerrar una semana que, sin exageraciones, permiten a la Real aspirar y soñar con un mañana mejor. En realidad nos conformamos con que recupere su mejor versión, juegue como nos gusta y nos seduzca, y nos enganche y nos transmita como lo hace desde que se sentó Imanol en su banquillo. Con eso será suficiente para asumir que luego llegue lo que tenga que llegar, porque esto no deja de ser fútbol. Pero claro, la poción mágica del druida de Orio es tan exigente e ilusionante que no es fácil mantenerla a lo largo de toda una temporada. La Real ha vuelto. Ese sí que es un elixir de felicidad…