n resumen, el de aquella víspera de Reyes en Leganés fue un susto de campeonato. Como el que se llevó hace unos años una buena amiga en la variante donostiarra cuando, acompañada por su novio que llegó a jugar en las categorías inferiores de la Real, en las que prometía llegar muy lejos, sufrió un accidente y su coche acabó volcado con las ruedas hacia arriba. En el momento en el que estaban siendo rescatados en la camilla, él, que la verdad es un cachondo, tuvo todavía fuerzas y humor para comentarle con cariño y para animarle desde la misma camilla: “Qué gordi, te quejarás, este sí que ha sido un buen revolcón eh”... Afortunadamente, todo quedó en un sobresalto morrocutudo sin ninguna consecuencia relevante, aunque, por supuesto, fue aún más grave que el que superó la Real en Butarque gracias al rescate de su leyenda de guardia.

Reconozco que por momentos lo vi negro y a mí, a pesar de que siempre se debe valorar el ganar cuando no se está bien, no me consuela que casi todos los Primeras porque los realistas tenían la eliminatoria sentenciada antes del descanso y permitieron a los habituales suplentes del decimoséptimo clasificado de Segunda ponerle contra las cuerdas y rozar la sonrojante eliminación. Lo más dramático fue percibir por primera vez señales alarmantes de crisis. Esas temibles apariciones de las dudas, el temblor de piernas y el miedo al fracaso. O, lo que es lo mismo, una irrefutable pérdida de confianza y autoestima, dos de las virtudes que más fuerte estaban soplando sus velas, lo que en su momento, no tan atrás, les llevó hasta liderar la Liga. Ahora la situación es bien distinta, ya en las últimas seis jornadas ha perdido doce puntos respecto al Barcelona y Sevilla, once con el Villarreal y diez con el Betis. Unos registros inequívocos de bache tan relevantes como inquietantes, que exigen un análisis sesudo y pormenorizado. Sobre todo por su condición de reincidente si tenemos en cuenta que son un calco de lo sucedido el curso pasado.

El Celta, visitante de Anoeta esta tarde, refuerza la teoría del podía haber sido peor, al venir de sufrir un varapalo importante tras caer eliminado por el Atlético Baleares, que milita en la antigua Segunda B. Aunque conozco de primera mano la animadversión que despierta en parte de la parroquia txuri-urdin, siempre me he declarado un gran admirador de Iago Aspas. El príncipe de las Bateas es el auténtico líder celeste, como lo acreditó, una vez más, la semana pasada, cuando asaltaron nada menos que el Villamarín con un doblete suyo. Al término del encuentro, le preguntaron por su actuación personal y, esbozando una media sonrisa, lanzó con naturalidad un mensaje que muchos interpretaron ir destinado a Luis Enrique: “Como me dice mi compañero Nolito, cuando acabe la temporada sácame la libreta con los números. Es lo que vengo haciendo en los últimos años, marcar goles. Sigo trabajando para ayudar a mi equipo y a final de temporada ya habrá tiempo para sacar la libreta y ver los números”.

Las tozudas estadísticas. Muchas veces datos fríos, para algunos poco significantes en algunas cuestiones del juego, pero convincentes y concluyentes en otras. Como en los registros de los delanteros. La Real lleva ocho tantos menos que a estas alturas de la pasada campaña. Oyarzabal, como siempre, mantiene sus altos guarismos, con seis, a pesar de haber sufrido el contratiempo de una lesión, algo poco habitual en él; Isak se encuentra con cuatro; Aritz con tres; y Merino, Januzaj y Lobete, con dos. Y mucho hemos hablado de la mejora de su sistema defensivo, pero por ahora lleva encajadas cinco dianas más.

Me centro en el ataque y en la actuación que completó Isak el pasado miércoles en Leganés, donde marcó un extraordinario gol al finalizar desde una posición muy escorada una diagonal al galope gracias a un amago y a una definición de crack. Por el contrario, desperdició dos mano a mano desde una posición central que, sobre todo el primero de ellos, no debería dejar escapar jamás un delantero de su categoría internacional. Que nadie se equivoque, soy fan incondicional del sueco desde que el primer partido que le vi con aquel gol que le marcó al Eibar en Tolosa tras robar y partir desde su propio campo, aunque me preocupa su tendencia a marcar lo que está al alcance de muy pocos y desperdiciar las oportunidades más nítidas. Una circunstancia que pone de relieve que estamos disfrutando de un magnífico delantero centro, pero que no es un killer ni juega con el colmillo retorcido sediento de sangre. No es un depredador del área.

Lo sucedido con Isak esta semana me recuerda a la famosa reflexión que ha hecho más de una vez Rafael Nadal: “Hay jugadores con mucho talento, pero hay otros que tienen una gran capacidad para mejorar, para no conformarse y levantarse cada día con la ilusión de entrenar. Estos son quienes tienen más opciones de triunfar”. El escandinavo tiene un talento natural extraordinario y una condiciones físicas descomunales para ser un futbolista de leyenda. No dudo de su capacidad de trabajo, porque no he oído jamás ni una queja en Zubieta acerca de su compromiso y esfuerzo, pero es evidente que debe mejorar su efectividad. Tengo claro que la sangre fría al entrar en el área, el bajar revoluciones en lugar de acelerarse, tan característica de los 9 brasileños como los Romario o Ronaldo el bueno, tampoco se puede ejercitar. Se tiene o no se tiene, no hay más. Pero la puntería sí, por eso Drazen Petrovic no se marchaba a casa antes de anotar 500 canastas al final de todos sus entrenamientos. O el añorado en el GBC, Jimmy Baron, que tenía las llaves del polideportivo de su localidad porque se quedaba solo perfeccionando su tiro una vez adentrada la noche, tal y como le reconoció en una magnífica entrevista que aún recuerdo a mi compañero Néstor Rodríguez.

Es la historia de siempre, en otros deportes está bien visto la repetición para pulir los defectos en la definición, pero en el fútbol no tardan en aparecer el hipersensible sentido del ridículo de los futbolistas y las voces discrepantes que aseguran que se corre peligro de lesión al cargar demasiado los músculos.

Bien, aceptamos que si lo dicen los entendidos será por algo, pero está claro que Isak tiene un problema con el gol y necesita solucionarlo cuanto antes. Como si le fuera la vida en ello, porque le va la vida en ello. No son pocos los que defienden con firmeza que no les parece un punta de primer nivel, ya que estos están obligados a ser mucho más fiables de cara a puerta. Si sus sueños de grandeza pasan por escuchar los cantos de sirena de clubes importantes este mismo año, me parece muy complicado que alguno de ellos afronte una operación de más de 50 millones de euros por un punta bajo sospecha que no mete lo que tiene que meter. Isak flota como una mariposa, pero no pica como una abeja, como decían de Mohamed Ali. Aunque no le falte nada para poder progresar en todo. Si lo hace a partir de hoy, mejor que mañana. Arranca tu mes, la Real te necesita. ¡A por ellos!