na vez más, lo tuvo en su mano la Real. Como el sábado. Como tantas y tantas veces. 0-1 en el marcador. Portu solo, delante del portero. Y no fue gol. Únicamente córner. El equipo ya jugaba con diez para entonces, víctima de una injusticia perpetrada por Mateu Lahoz. Pero ninguna de estas dos circunstancias debe esconder el trasfondo de la situación del equipo, principalmente a nivel físico. Solo por obligados se entienden los cambios de Oyarzabal e Isak tan pronto anoche. Solo por forzosa se comprende la sustitución de Aritz, clave también en el desenlace. En su último encuentro liguero, la escuadra txuri-urdin nos recordó durante largas fases a la de las mejores tardes del curso: los titulares venían de descansar durante diez días. Pero ha sido regresar al exigente ritmo del domingo-miércoles-domingo y la cosa ha vuelto a parecer cogida con alfileres. Una proyección del panorama a un mes vista, jugando cada tres días, no dibujaba nada bueno. Ahora, dentro del dolor que produce todo adiós, el asunto se aclara algo. Que sea para bien. Aunque la cabeza juega igualmente, y rachas como la actual son susceptibles de minar la confianza de un grupo. En eso también tiene trabajo Imanol.

Los primeros 50 minutos del partido de anoche recordaron bastante al derbi de San Mamés, el de la pasada Nochevieja. Primero, porque la Real se adelantó gracias a un gol similar, cogiendo al rival en salida y aprovechando la espalda de su lateral derecho. Y segundo, porque la diana llegó temprano, dando licencia a los txuri-urdin para juntarse y retroceder diez metros su bloque. Conocidos son los desajustes que el equipo de Imanol sufre a menudo en la zona de su retaguardia. Conviene subrayar, en cualquier caso, que estos se deben, en la mayoría de ocasiones, a la abierta propuesta futbolística de la escuadra blanquiazul, basada en presionar al adversario a campo abierto. Cuando, sin embargo, procede recular y esperar algo más agazapados, es la misma Real un conjunto que sabe defenderse, solvente en líneas generales. Lo ha demostrado varias veces durante los últimos meses. Le recuerdo así una muy buena segunda parte en Vila-real, en verano. Un final sin apuros ni agobios en Bilbao. Y ayer tampoco sufría hasta que expulsaron a Illarramendi.

La injusta roja al de Mutriku cambió el panorama y dio paso a un carrusel de situaciones y de cambios tácticos por parte de la Real que marcaron el paso del encuentro. Se antojó muy lógica la decisión inicial de Imanol de dibujar un 4-4-1 con Isak en punta y el trabajo de Portu y Oyarzabal en banda. Pero la sustitución del eibartarra y del sueco no benefició al equipo. Solo el míster sabe cuál es el estado físico de ambos, un factor importante a la hora de analizar el movimiento. El caso es que pasó a regalar el balón al Betis para diseñar un sorprendente esquema 5-4-0€ ¡con Merino de central! ¿Cómo le fue así al equipo? Vayamos por partes. Porque, por un lado, siguió defendiendo con orden y solidaridad, sin apenas conceder nada. Pero, por otro, se quedó sin opción alguna de encontrar salidas al contragolpe. Entre la niebla parecimos adivinar que la acción del 1-1 nació de un robo en zona comprometida a Zubeldia, quien retuvo el balón unas centésimas de más al no encontrar destinatarios para un envío largo.

Nuestro entrenador regresó luego al 4-4-1, adelantando a Merino y retrasando a Zubeldia. Y para la prórroga apostó por una especie de 4-3-2 con Barrenetxea y Merquelanz secundando al propio Merino como interiores, Zubeldia ahora de lateral y Zubimendi de central. Después de visto, todo el mundo es listo, pero el baile de demarcaciones penalizó y mucho. Solo Imanol sabe lo que tuvo de obligatorio o de premeditado y buscado. Pero el Betis estuvo a punto de ganar el partido en el minuto 93 al aprovechar una vía de agua abierta por el azkoitiarra en el eje de la zaga. Y luego terminó llevándose el triunfo tras error de Zubimendi en el 2-1. El sábado en el partido de Liga, la Real ofreció durante 85 minutos una cara que nos recordó a la de su más óptima versión: estuvo acertada en lo técnico y vigorosa en lo físico. Pero, viendo la gestión realizada ayer por el entrenador, da toda la pinta de que esa plenitud y esa fortaleza tenían las patas muy cortas compitiendo cada tres o cuatro días. Una derrota siempre duele. La de anoche, en cualquier caso, limpia tres miércoles del calendario, cosa que no vendrá nada mal de cara a retos cercanos. En este miércoles de resaca y de cabreo, permítanme también la visión positiva de quien ve que los suyos afrontarán algo más descansados una eliminatoria europea contra el Manchester United, una final de Copa y 18 jornadas de Liga que encaran desde la sexta posición. Yo lo firmaba en septiembre.