La Real goleó al Getafe. Algo que debería sonar normal y lógico dada la diferencia de nivel que hay entre ambas plantillas pero que desgraciadamente no se ha cumplido en los últimos años. Esta vez sí, los de Imanol tenían muy bien aprendida la lección. Su visitante vive de los errores que cometen y ayer, en un ejercicio máximo de concentración, dominaron y esperaron a que llegaran sus oportunidades para finiquitar a un rival que es inferior. Que hay que decirlo más. Que lo raro es que se deje tantos puntos en sus enfrentamientos directos cuando existe tanta diferencia de calidad entre los dos bandos. Sin precipitaciones, sin errores como la roja de Llorente del año pasado, sin concesiones, se acaba aplicando el peso de la ley del más fuerte y si se compara a ambos conjuntos, no hay color. Si no sucede nada extraño, lo normal es que la Real no solo gane, sino que además acabe machacando a un rival tan competitivo e incómodo como desagradable. Un gol de penalti en la primera parte materializado por Oyarzabal y otros dos casi seguidos de Merino y de Portu liquidaron un duelo que se aguardaba con ganas pero también con desconfianza en el entorno txuri-urdin por los precedentes con los conjuntos de Bordalás.

Imanol apostó por una alineación previsible. Con las únicas novedades de las entradas de Portu y de Oyarzabal en los extremos, probablemente las posiciones en las que más puede mover esta campaña al contar con cinco futbolistas de primer nivel para alternar. Si se tiene en cuenta lo sucedido el año pasado, la pareja de mayor seguridad la conforman el murciano y el eibartarra, no solo por su bagaje ofensivo, sino también por su trabajo en la presión. En la zaga y en la medular, después de los elogios que recibió tras el duelo ante el Valencia de boca del propio entrenador, no hubo novedades. Es decir, Zubimendi ha adelantado a Guevara y Barrenetxea está obligado a aprovechar sus oportunidades si pretende tener continuidad.

Casualidad o no, era el 41 aniversario del mejor partido de la historia disputado en Atocha, con una de las Real más brillantes frente al Inter de Milán, que en esa época era un grande del continente. Llegó con un 3-0 de ventaja después del partido de ida y en Donostia, en una auténtica caldera, salió vivo gracias a la máxima expresión del antifútbol. Los italianos sacaron de quicio no solo a los realistas, sino a una grada que difícilmente olvidará las artimañas, las trampas, los engaños y las continuas polémicas que provocaron para tratar de frenar el vendaval que le estaba arrollando. Justo lo que persigue este Getafe, que tanto daño le ha hecho a la Real en los últimos años, con cuatro remontadas para llevarse los tres puntos por 1-2 en sus cinco últimas visitas. Pero no es igual, hoy en día no puede ser igual. El fútbol ha cambiado mucho y los tramposos ya no tienen tanta bula.

El primer tiempo respondió a las expectativas si se tienen en cuenta los últimos duelos entre ambos equipos. Pocas ocasiones, muchos choques, demasiado centrocampismo y ninguna tregua. Lucha a muerte por cada balón. En eso se siente cómodo el Getafe, por lo que, en ese sentido, ganó la batalla, ya que se jugó a lo que querían ellos. La Real nunca impuso su fútbol de toque y posesiones largas, de modo que fue un duelo trabado e incómodo, siempre expuesto a que un error o una jugada individual decantara la contienda. A los cinco minutos llegó la primera opción realista en un balón abierto por Silva que centró Gorosabel y Merino, en dos ocasiones, se topó con el cruce de Arambarri. Más que dudoso su primer corte, ya que la pelota se estrelló en sus manos. Mateu ni la revisó. Sin excesivos sobresaltos, llegamos al minuto 26, en el que Olivera cortó con la mano un centro de Gorosabel. El penalti, claro y que no fue discutido, lo transformó con su habitual maestría Oyarzabal. Como suele ser normal el tanto agitó un choque soporífero e Isak a pase de Aritz fue incapaz de aprovechar su ventaja a la espalda de la zaga. Merino cabeceó solo un córner de Silva a las manos de Soria y el sueco, a renglón seguido, en la mejor acción antes del descanso, vio cómo su remate en plancha lo salvó el meta getafense. Arambarri lanzó fuera una falta en la única opción de peso visitante; y casi en la última jugada, de nuevo Isak definió muy mal una acción en la que arrancó en una posición más que discutible.

En la reanudación el Getafe decidió que tenía poco que ganar esperando el fallo de una Real que parecía tener bien aprendida la lección de una vez por todas. Y en ese momento demostró que, además de ser un rival correoso y antipático, también es capaz de generar peligro y enfrentarse cara a cara con cualquiera. Su mejor opción fue un cabezazo de Ángel a saque de falta de Cucurella que atrapó sin apuros Remiro. Pero la Real tenía claro su camino y no se salió del guion en ningún momento. Tras el mal rato se rehizo y a los 58 minutos marcó el 2-0 en una acción entre Silva, Oyarzabal y Portu, acción que fue anulada de forma increíble por el VAR por un supuesto fuera de juego del capitán. En la sala estaba González González, un tipo insaciable en el mal.

Dio igual, la Real había retomado el control, ya se sentía muy superior y el eibartarrra rozó el segundo en un balón suelto que no aprovechó con la derecha. Poco después lo volvió a intentar, pero Nyom salvó su disparo. Se percibía algo bueno, era de justicia y, a falta de quince minutos, Oyarzabal puso una falta y Merino, tras un control fenomenal, aprovechó para batir a Soria a bocajarro. Casi al minuto siguiente. El navarro sirvió en largo a Portu, que intuyó con inteligencia el error de Etxeita, y su vaselina para marcar el tercer gol hubiese puesto patas arriba a Anoeta en el caso de estar lleno. El murciano promete lucha y casta, pero es mucho más que eso, algo que a veces se nos olvida. Su perfecta parábola está al alcance de muy pocos.

Y se acabó. El Getafe por fin dobló la rodilla en Anoeta ante un contrincante mucho mejor, que le puede dar lecciones de todo. Educación, valores, formación y, lo más importante, fútbol. Sí, está claro que este deporte no es una ciencia exacta y el Getafe puede llevarse los tres puntos en un choque a 90 minutos, pero también es verdad que si los donostiarras derrotan a los madrileños es una buena noticia para el fútbol. Para la limpieza de este juego en el que todo no vale, por mucho que se empeñen en ponerlo en duda. La Real fue líder de forma provisional de Primera pese a estar muy lejos de su mejor nivel de forma, con la apariencia de encontrarse en pretemporada, y eso, aunque está claro que habrá pifias como las del Valencia, certifica que se encuentra en el buen camino. Si empieza a ganar en Anoeta con regularidad, todo cambiará de forma radical. El equipo apunta alto.

Oyarzabal puso por delante a los txuri-urdin al

transformar con maestría un penalti provocado por una mano de Olivera

En la segunda parte, Portu, al que le anularon un gol incomprensible, y Merino sentenciaron un triunfo justo por la superioridad local

La Real logró acabar con su mala racha en Anoeta, donde solo había sido capaz de ganar un partido de ocho tras el confinamiento