Divide y vencerás
“divide y vencerás”. En política se refiere a aquella estrategia que rompe las estructuras de poder existentes y evita la vinculación de los grupos de poder más pequeños. Si un tal Julio César y un tal Napoleón utilizaron dicha máxima con distintas variantes, ¿por qué no iba a ser capaz de hacerlo nuestro emperador Jokin Aperribay? La versión txuri-urdin sería algo así: “Genera pequeños pero polémicos debates entre semana en épocas de crisis o penurias deportivas, y te evitas que se hable de que el equipo está bastante lejos de las expectativas que se habían generado para esta temporada”. Para ser fiel a mi denuncia, no me voy a mojar demasiado con el tema del himno. Y no es por temor a que se moleste parte de la parroquia blanquiazul, sino porque realmente no me parece que tenga ni la menor importancia. Tampoco es tan relevante que cambien una palabra, pese a que a mí no me convenza que se modifique una canción de casi 50 años que me ha acompañado toda mi vida. Después, en realidad, quien quiera cantar la versión original o la versión moderna tan inclusiva que lo haga y nos dejamos de absurdas discusiones que, aunque es cierto que ponen en evidencia a los más extremistas de ambos bandos, no conducen a nada.
Bastante más preocupa la ralentización y la solemnidad de su ritmo. Como demostraron con el del Centenario, en la Real continúan sin entender que un himno debe tratar de enardecer a la masa y llamar a las armas. Porque en definitiva el fútbol no es más que un duelo deportivo a vida o muerte entre dos contricantes. Ya sé que los más puristas me dirán que no hay uno mejor que el lento You’ll Never Walk Alone, pero ese solo hay uno, que además fue una canción compuesta para un musical y que versionó y puso de moda el grupo de Liverpool Gerry&The Pacemakers en los años 60. Su éxito fue tan rotundo que la adoptó la afición red (y también la del Celtic y el Dortmund).
Que me desvío. No hay una canción que me haya emocionado más en mi vida que el Txuri-Urdin. Me perturba mucho más que no se cante a grito pelado antes de cada encuentro en Anoeta, pero en eso tampoco contribuye en nada el club, tan afanado en sacarse de la manga ahora esta iniciativa que coincide en la misma semana, casualmente, con una mucho más destacable y admirable como es que el equipo femenino viajara en el mismo chárter que el masculino a Madrid. Me remito al choque frente al Barcelona cuando la grada lo entonaba más fuerte que nunca y a capela, como parece que se intenta buscar ahora, y desde megafonía lo cortaron para recitar las alineaciones cuando aún no habíamos llegado al momento más alto del “Gazte, Gazte, Gaztedi?”. Luego vamos a Bilbao o a Sevilla y nos acongojamos al escuchar cómo cantan su canción a grito pelado. Como me dijo Camacho en una grada de un perdido estadio noruego, con ese tono castizo que hace mucha gracia salvo que esté comentando partidos en tu televisión y aún sobrecogidos por cómo había cantado su precioso himno la selección checa sub’19 en un partido contra España: “¡Macho, es que empezamos perdiendo todos los partidos 1-0!”.
Vuelvo a incidir en una frase que le gustó a uno de mis jefes: “La verdad está en el verde, no en las grúas”. A lo que añado, ni en debates quisquillosos capaces de abrir heridas importantes y provocar una evitable gran zanja entre bandos. La Real no acaba de convencer. No alcanza esa esperada y necesaria velocidad de crucero y lo peor es que parece que desde el club no quieren darse cuenta. Llevamos muchos años viendo cómo nuestro equipo es incapaz de competir ante los dos gigantes de la competición. Por mucho que se le olvide comentar al despistado Simeone, el tercer invitado en la planta millonaria de la Liga es el Atlético, pero yo me niego a incluir su feudo en la lista de inabordables. Probablemente porque los realistas les han dado inolvidables baños cuando nos han visitado en Anoeta. Para mí no es una misión imposible jugar de tú a tú y ganar en la guarida atlética, por mucho que sea plenamente consciente de su máxima exigencia. La mejor demostración es lo bien que jugó el año pasado la Real o lo mucho que nos enfadamos dos años antes en el Calderón cuando después de que Eusebio diera la vuelta a la situación del equipo, se decidiera a rotar con aquella apuesta surrealista de colocar a De la Bella de central. Como aquel día, el equipo que salió al Wanda no tenía ninguna posibilidad de puntuar y esa sensación, en un club legendario como el nuestro, acaba encendiendo hasta al más paciente de sus aficionados.
No falla. Parece que lo hace queriendo. Cada vez que asoma la Copa a la vuelta de la esquina, la Real entra en un bache deportivo que no hace más que alimentar a las voces que prefieren no envidar a chica, tal y como consideran esta competición, para centrarse en la Liga. No parecen darse cuenta de que la mancha de la deuda en la Copa que alcanza ya los 30 años (con el oasis de las semifinales con Arrasate) es lo más humillante y vergonzante que arrastramos los hinchas blanquiazules. Entiendo y me divierte la ironía de Garitano en las ruedas de prensa como la de ayer previas a los encuentros, pero en este caso tengo que expresar que no me hace ninguna gracia ni el tema ni rescatar la tabla del sonrojo con las eliminaciones ante diez Segundas y, tras el KO frente al Lleida, seis Segundas B. Que se dice rápido mientras te corroe la indignación. Muchas veces nos preguntamos cómo es posible que haya tantos chavales, incluso en nuestra cantera, que no son especialmente txuri-urdin. La gran mayoría pertenece a esta Generación Pérdida, lo que se agrava con los que tenían entre 8 y 14 años cuando el equipo cayó en Segunda.
El problema es muy gordo y el club no consigue aportar soluciones. Es una cuestión de convicción. De creer o no creer. Me acuerdo que un verano, después de otro disgusto sonoro en la Copa, un compañero le preguntó a Aperribay por sus expectativas en la competición. El presidente no pudo reprimir la risa. E insisto, a mí no me hace nada de gracia. Si la Real de verdad no cree que puede puntuar, como el sábado en el Wanda, se queda sin ninguna posibilidad. Y en el torneo del KO sucede lo mismo. Si no estás plenamente convencido, pierdes todas las opciones y repites año tras año humillaciones como si no pasara nada y fuera el Día de la Marmota.
En resumen, no me gustan nada los temas que dividen a la parroquia realista. Los menos relevantes, como el debate de esta semana, ni los más importantes, como la manera de competir en la Copa. Menos aún me convence que esta directiva, la del apoyo habitual del 98% de acciones en las Juntas, cambie iconos sin consultar a su masa social. Y en cuestión de máximas, yo soy más de citas del pueblo llano que de plantas nobles. Una de las que más me gusta es la que nos dejó para siempre un sabio callejero txuri-urdin como Martín Lasarte: “No se desunan”. Juntos, somos más fuertes. ¡A por ellos!