Donostia. ¡Qué injusto y cruel puede llegar a ser el fútbol! El súper Madrid de Mourinho, el de la segunda producción del todopoderoso Florentino Pérez, sólo pudo llevarse los tres puntos de Anoeta con un tanto de churro. A falta de un cuarto de hora para el final del partido, con la Real de pie sin firmar el empate que había conseguido Tamudo, Cristiano Ronaldo lanzó una falta con tan buena suerte, y mala para la Real, que rebotó en la espalda de su compañero Pepe y el balón se envenenó de tal manera que acabó dibujando una parábola perfecta que entró por la escuadra. Era la única manera de la que podía marcar el portugués ayer, un jugador que si jugara en mi equipo y fuese delantero estaría rezando todas las noches para que se enfadara con el presidente o la afición para que se marchará traspasado. El luso no jugó al fútbol, a lo que hizo se le llama tiro al blanco, es otro deporte. Y todavía hay alguno que le pone casi a la altura de Messi. Además, para más inri, la falta había sido más que dudosa en un supuesto derribo a Cristiano, ese al que dicen que le pegan mucho y nunca se tira. Lo que hay que oír.
El caso es que la carambola del gol no fue el primer golpe que le tenía guardado la diosa Fortuna a una heroica Real, porque el primer tanto fue la primera acción de peligro del Madrid en más de media hora. Di María se internó por la banda izquierda, la suya, y tras recortar enganchó un disparo con su pie derecho, el malo, que se coló por la misma escuadra del segundo gol. Cierto es que de los jugadores de esa talla, que cuestan tantos millones, hay que esperar este tipo de genialidades, pero a ver si anota en lo que resta de la campaña muchos tantos con esa pierna.
Es triste empezar a hablar del Madrid en un día en el que la Real recuperó su plaza histórica en la elite del fútbol español. Los blancos han sufrido aquí casi siempre en los últimos 30 años, ante plantillas realistas muy buenas, regulares y malas. Ante un recién ascendido o un candidato a lograr el título. Mourinho lo sabía bien. Había estudiado al detalle a los de Lasarte y era consciente de que su millonario equipo no iba a pasar una buena noche. Por ese respeto que se ha ganado la Real, decidió alinear a sus mejores hombres, sin reservar a ninguno. Fue el Madrid de los 35 disparos ante el Ajax el miércoles, que no lo olvide nadie, el que estuvo a merced de una Real que se ganó al admiración de todos los rivales a los que se enfrentará a partir de ahora. Si el día del ascenso fue en junio ante el Celta, el de la confirmación de que ha vuelto a su hábitat natural para quedarse mucho tiempo, fue ayer.
Lasarte demostró tener buen ojo en la previa del choque: "Creo que vamos a jugar un gran partido y que vamos a empatar. Se quedó un poco corto en las dos, porque la actuación de su conjunto fue sobresaliente y el empate no se produjo por un golpe de suerte. Esta Real es su obra. Un equipo que muerde, que lo da todo en el campo, valiente, agresiva, ambiciosa y con jugadores de nivel. Como es un ganador nato, seguro que no acabaría contento, porque como suele repetir, "las victorias morales no le interesan". Eso sí, se puede marchar orgulloso, porque pocas veces Anoeta ha despedido con una ovación tan cerrada y agradecida a los suyos tras una derrota.
La Real arrancó nerviosa el partido. La verdad es que no era fácil aislarse del ambiente que se vivió a lo largo de todo el día en Donostia. La gente tenía ganas de recibir como se merece al Madrid y sobre todo de plantarle cara, de tratarle en el campo de tú a tú como tantas otras veces a lo largo de nuestra historia. Los blanquiazules perdían rápido el balón y, como todavía su cuadrado de seguridad formado por los centrales y el doble pivote no se había asentado, los jugadores blancos salían cono centellas hacia el área. Pero ver para creer, todo era un espejismo, sobre todo para el Madrid.
A los cinco minutos, Xabi Prieto puso el balón con precisión y Griezmann, que le había robado la cartera a Pepe y Ramos y les sacaba un par de metros, cabeceó alto desde el punto de penalti. La ocasión fue clarísima, de las que no se pueden fallar ante un gigante. La jugada sirvió para que la Real se metiera de lleno en el partido ofreciendo su mejor versión. Once jabatos concentrados sin ningún error de colocación, actuando como un solo cuerpo, luchando hasta la extenuación y, además, lo más importante, jugando muy bien el fútbol. Mucho mejor que el Real Madrid.
En esto último tenía una importancia capital Xabi Prieto. El donostiarra recuperó su mejor versión el día que más se le esperaba y necesitaba. Poco después, el ratón Tamudo, especialista en sacar oro de la nada, le puso un balón de oro a Griezmann que éste envió fuera con un punterón. Pocas veces le hemos visto fallar una de ésas al niño, pero ayer, ante Casillas, le pudo la presión. Antes del descanso, Carvalho evitó por milímetros que Tamudo marcara.
Fue bonito mientras duró, porque la Real siempre buscó el triunfo. En la segunda parte, fue capaz de levantarse, pese a que se llevó un mazazo increíble, a la primera. Fue en una acción de pillo de Tamudo, que remató con el muslo una falta sacada por Griezmann. Pero el tanto de Cristiano fue demasiado. Con una delantera de canteranos, la Real no pudo encontrar el tanto del empate. Casillas impidió la jugada más clara en un centro que se colaba de Griezmann, pero no. Los golpes de suerte sólo fueron ayer a favor del Madrid. Gracias Real, porque fue muy hermoso comprobar que cada día estás más cerca de ser la que siempre nos ha hecho soñar.