Hondarribia. No fue una celebración de locura desatada, pero ayer en Hondarribia los miles de realzales respiraron tranquilos y satisfechos por el objetivo cumplido del ascenso. En domicilios, sociedades, txokos de jóvenes y bares reinó el buen ambiente y, al final del choque, la celebración fue de las buenas.
Uno de los lugares donde se viven con pasión los partidos de la Real es el bar Etxeberria de la calle Mayor, en pleno corazón del Casco Antiguo. El bar, curiosamente, es propiedad de David Pikabea, hermano del que fuera capitán txuri-urdin Kote Pikabea, uno de los últimos hondarribiarras que consiguieron triunfar en la Real y completar allí su carrera deportiva.
David Pikabea se mostraba "contento por el ascenso de la Real" y contaba una curiosa anécdota relacionada con la celebración, justamente este fin de semana, del Mercado Medieval de Hondarribia. "Nos han puesto como decoración unas bandas de tela de color rojo y blanco a lo largo de toda la parte de arriba de la barra, pero no, no era por el Athletic ni nada de eso, ha sido mera casualidad. Parece que la gente sólo ve las cosas con ojos de fútbol", afirmaba un atareado Pikabea, que ayer tenía detrás de la barra del Etxeberria a cinco personas más.
Uno de ellos era un gallego. "Gallego de Cedeira, un pueblo de A Coruña en el que casi todos somos antideportivistas y celtarras", contaba Juancho Prieto. "Yo soy del Celta pero hoy voy con la Real. Llevo seis años en Hondarribia y me he hecho también un poco txuri-urdin. Se merecían el ascenso y me alegro mucho por toda la gente que viene aquí a ver los partidos cada semana", afirmaba el camarero.
Deseos Terminó el partido y la alegría fue patente entre los asiduos del local, y también entre quienes estaban ayer en Hondarribia por otros motivos. "Hemos estado bastante tranquilos y lo importante es que ya estamos en Primera. El deseo para el año que viene es seguir ahí y, si es posible, sin sufrir lo que hemos sufrido estos años", afirmaba el bergarés Xabier Zenitagoia, que visitaba también el Mercado Medieval.
"Esto estaba casi hecho y ahora ya es realidad", contaba Hugo Etxebeste, un hondarribiarra que viene a ver los partidos de la Real "todas las semanas". Su deseo: "Que para el año que viene no se escapen los buenos y dejar trabajar al equipo. Y algo de suerte nunca está de más".
En Irun, con la Real y con el Unión La de ayer fue una tarde especial en Irun por doble motivo. El primero, seguir la culminación del ansiado ascenso de la Real y su partido en Anoeta. El segundo, la lucha encarnizada del Real Unión por la permanencia, que vivió ayer su penúltimo capítulo en tierras andaluzas, en Córdoba. En el barrio de Ventas, en el bar Otazpi, sede de la bulliciosa peña Landetxako Errealaren Lagunak, fue bastante tranquila. "Hoy miro más por el Unión, que se merece seguir en Segunda por todo lo que están peleando los chavales", decía Javi Sarasola, de 36 años, que vestía una camiseta con el nombre de Darko Kovacevic a la espalda. "Los que no están en el campo, están de potes por Donostia", decía otro de los asiduos del local minutos antes del choque. Tal era la confianza en que el ascenso de la Real era algo hecho que, no sin la protesta de algunos, en la tele del bar Otazpi no se vio el comienzo del partido, sino la salida del Gran Premio de Canadá de Fórmula 1. "Bandera amarilla, quita ya eso y pon el partido", espetaron algunos. Fueron pasando los minutos y llegó la tranquilidad y la alegría con los goles de Prieto y Bueno y el ascenso de la Real a Primera. Lo del Unión, deberá esperar.